Editorial - Axxón 152

Maloliente
por Eduardo J. Carletti


Cada vez que recorro las noticias siento que vivimos en una de esas épocas que los chinos, en su sabiduría, llamaron "interesantes". El mundo sufre tremendos cambios. Los problemas a nivel planetario que se anunciaban en la ciencia ficción de los años 70 están entrando en un pico de agudización y nos impactan con males, directos e indirectos. Quizás no tanto la sombra de esa guerra atómica final, pero sí la de la superpoblación y la del consumo excesivo de recursos, con el consecuente deterioro del ambiente. El petróleo se hace escaso. El agua limpia se vuelve un artículo que pronto será de lujo. Los alimentos se tecnifican y parece que en un tiempo más sólo podrán comer lo que sean amigos de la tecnología (ya sabemos en manos de quienes), porque el resto estará destruido.

Entretanto, la profundización de la ciencia en los temas más complejos —algo que siempre es bueno, por supuesto— nos hace ver que cuanto más destapamos los misterios del universo más complejo y difícil se nos hace entenderlo. Aún falta mucho para saber qué es en verdad la materia, qué es la vida (y de dónde viene), qué compone el universo, qué energías mueven a los mundos y las galaxias.

Cuando se escribía aquella ciencia ficción que se dio en llamar "La Era de Oro", el mundo salía de una época oscura de muerte y destrucción. El mundo estaba esperanzado y entusiasmado con los logros de la ciencia. La salida había tenido que ver con la tecnología y la ciencia, y eso parecía dar buenas perspectivas.

Y además esos poderes, entre ellos principalmente el atómico, parecían estar en manos de los "buenos". La Humanidad estaba agradecida (habría que preguntarle a la gente de Hiroshima y Nagasaki, sin embargo) y los escritores resultaron inspirados.

Se escribieron grandiosas sagas.

Desde entonces el panorama se ha enturbiado, los cohetes suben al espacio más artefactos estratégicos que colonos a las estrellas, las supertecnologías nos empiezan a parecer nefastas porque ya no están en manos de muchachos "tan buenos" y con tan magníficos ideales, aunque en los discursos sigan usando las palabras "libertad" y "bonanza" y "bienestar".

Creo que esto se refleja en la ciencia ficción que nos llega ahora.

Ha pasado de ese brillante dorado a un gris más bien oscuro y maloliente.

Cuando no se aleja y se convierte en space opera o en pura fantasía la ciencia ficción por lo general "duele".

No digo que sea malo. Sólo me angustia —y me resulta molesta porque me deprime, y con esto no quiero decir que sea mala— esta literatura absolutamente teñida de gris humanidad y oscuros presagios.

Quizás por eso empezamos a leernos más entre latinos, porque de nosotros —sin que falten los desarrollos sombríos— sale mucha fantasía y la fantasía se escapa por derroteros que asfixian menos.

Todo esto me hace esperar —con ganas— una nueva revolución. Un cambio de autores y de temas. Un florecimiento que nos lleve hacia un poco de color esperanza.

El cambio cada tanto surge, lo hemos visto algunas veces en la historia de la ciencia ficción, aunque no sé si hoy tiene algún combustible que lo encienda.

Espero que aparezca algo... porque sino terminaremos mirando dibujos animados. Bob Esponja por lo menos no te deprime.

Eduardo J. Carletti, 1 de julio de 2005
ecarletti@axxon.com.ar