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DIVULGACIÓN: ¿Tectónica de placas en Marte?

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Blues del Planeta Rojo
por Marcelo Dos Santos (especial para Axxón)
www.mcds.com.ar

Julio de 1931. Uummannaq Fjörd, costa occidental de Groenlandia.
      Un grupo de esquimales inuits ven en la distancia una mancha oscura, incrustada en el hielo del glaciar.
      Dos cuerpos humanos, dos momias congeladas semienterradas en el hielo, abandonadas allí desde Dios sabe cuánto tiempo atrás.
      Los inuits, tras ímproba lucha, consiguen desenterrar los cuerpos y llevarlos al pueblo.


Alfred Wegener

      El estado de conservación de los cadáveres es bueno: poco costará identificarlos.
      Se trata de un groenlandés y un alemán, Rasmus Willumsen y Alfred Wegener, respectivamente. Habían desaparecido durante una expedición científica el año anterior, mientras intentaban construir una base meteorológica en zonas desoladas.
      Nunca volvieron, y murieron congelados. El día en que se perdió contacto con ellos, el viento ártico había llevado la temperatura de Uummannaq a menos de 54ºC bajo cero.
      Los esquimales notifican del hallazgo al campamento base, y la consternación cunde entre los científicos, porque Wegener y Willumsen eran compañeros queridos, científicos respetados y hombres de coraje a toda prueba. Para muestra basta un botón: en ésta, su última expedición, su colega y amigo de toda la vida Johannes Georgi espera a Wegener en la estación a medio construir. El meteorólogo lleva 15 trineos mecánicos (en etapa experimental por estos tiempos) con dos toneladas de alimentos y suministros, tripulados por 14 hombres contando a Alfred. El horrible frío obliga a sus compañeros a desistir de hacer el viaje, pero Wegener insiste en que Georgi y los suyos morirán si no reciben la carga. La temperatura cae y cae, hora tras hora. Mas él no se rinde: tras cinco semanas de espantosa lucha contra el clima, y con la sola compañía de un guía inuit, el profesor alcanza a Georgi y a los suyos, y consigue entregar los alimentos y refugiarse en la estación. Sin embargo, los trineos a motor han dejado de funcionar, demostrando que ha sido una mala idea dejar los perros en el campamento de origen.
      Contra la opinión de los esquimales presentes, Weggener insiste en regresar a la base para volver con más suministros. En esta ocasión lo acompaña Willumsen. No lo lograrán. Al día siguiente estarán ya muertos, y sus cuerpos deberán esperar meses antes de ser recobrados.


Alfred Wegener (izq) y su guía inuit en su última foto. Murió al día siguiente.

El mundo ha perdido uno de sus científicos más importantes, y uno de los más influyentes en las ideas de las generaciones venideras.

La muerte de Wegener representó el final de su trabajo, pero también el principio de la historia que narraré en este artículo.
      El astrónomo, meteorólogo, geólogo, climatólogo, geofísico y explorador alemán Alfred Lothar Wegener nació en 1880, y poco de remarcable tuvo su vida hasta la Primera Guerra Mundial. Combatió en ella como soldado, y sufrió una grave herida que lo mantuvo hospitalizado durante meses.
      Fue allí, en su inactividad forzada de guerrero herido, donde comenzó a meditar en las curiosas observaciones de dos científicos anteriores: Alexander von Humboldt y Osmond Fisher, los que descubrieron asombrados, en épocas distintas, que...

Alfred Wegener, por entonces apenas un muchacho, convalecía de sus heridas en un hospital británico. La Gran Guerra no iba bien, y los franceses no ayudaban.
      Su afán por la geografía y la meteorología lo llevan a leer, leer, leer...
      Y encuentra en un libro la hipótesis del naturalista alemán del siglo XIX, Humboldt, de que la única explicación posible a las correspondencias morfológicas de la costa oriental de Sudamérica y la occidental de África era que ambos continentes habían estado unidos en el pasado.
      Fisher, un geólogo inglés contemporáneo de Humboldt, había observado lo mismo y formulado idéntica teoría. Tanto uno como el otro fueron acosados y ridiculizados por causa de sus teorías, que de inmediato fueron sepultadas y olvidadas.

      Wegener descubrió incluso que uno de sus propios contemporáneos, Frank Taylor, había publicado en 1910 un documento en donde hablaba de lo mismo, obteniendo los mismos resultados: la burla y el ridículo.
      Wegener, entonces, se propuso investigar.

Comprendió que el problema de Humboldt, Fisher y Taylor había sido enunciar la teoría de la deriva sin establecer prueba ninguna, ni proponer explicación convincente de tal, monumental fenómeno.
      Pero, como suele decirse, la mente de Wegener era distinta: tenía una enorme capacidad para relacionar hechos de diversas ramas del conocimiento y compendiarlos en una sola hipótesis, destinada a demostrar o rebatir una observación.


Edades de las rocas del fondo oceánico. Rojo: más nuevas; verde: más antiguas. Se observa cómo la formación de nueva roca empuja a los continentes hacia los lados.

Su razonamiento fue que, si en un momento muy remoto (que de inmediato fechó en -300 millones de años, el Carbonífero) los continentes habían estado unidos (en un supercontinente que de inmediato denominó Pangea, "toda la Tierra"), el registro geológico y paleontológico debería ser similar.
      De modo que comenzó a reunir evidencia geológica y paleontológica que demostraba que América y África habían estado efectivamente unidas en un pasado más o menos reciente. Publicó sus descubrimientos en su libro Die Entstehung der Kontinente und Ozeane (El origen de los continentes y los océanos, 1915), bautizando su teoría como "Deriva Continental". Entre las pruebas presentadas por Wegener se encontraba la comunidad de fósiles de Glossopteris, Mesosaurus, helechos y cicadáceas entre Brasil y Sudáfrica, la igualdad del registro paleoclimático, la identidad de la estructura de las rocas, etc.
      La respuesta que tuvo Wegener fueron muy hostil, principalmente porque, a pesar de la evidencia de que efectivamente los continentes se habían separado desde el Carbonífero, el alemán no disponía de una explicación del mecanismo mediante el cual las masas terrestres se movían. El geólogo llegó a imaginar masas continentales que atravesaban la corteza terrestre, tal como un rompehielos "quiebra" las superficies de hielo, creando a sus espaldas un sendero que, al tiempo, vuelve a cerrarse. Es fácil imaginar las burlas que provocó esta absurda explicación, máxime cuando todas las evidencias geológicas la negaban por completo. Cuando se le preguntó por las causas del fenómeno de deriva, arriesgó que lo provocaban las mareas y la centrífuga causada por la rotación terrestre. Nuevo jolgorio de sus opositores. El último error de Wegener fue la estima de la velocidad de navegación de los continentes: aseguró que Europa y Norteamérica se desplazaban a 2,5 metros por año. Esta cifra, totalmente inconcebible (prácticamente la de un Fórmula 1 geológico) es diez veces superior a la más rápida observada en cualquier era geológica, y cien veces mayor que la más veloz verificada para los continentes nombrados en particular.

Sin embargo, algunos adhirieron a la teoría de la deriva continental. El suizo Argand estimó correctamente que la deriva continental y sus colisiones anexas eran la causa de la formación de los Alpes, mientras que el sudafricano Du Toit aportó nuevas toneladas de fósiles idénticos en iguales estratos geológicos de Brasil, Argentina y su país natal.
      Wegener recibió otros apoyos en vida, pero la mayoría de los científicos se resistieron, aferrándose a las teorías de continentes estáticos y puentes de tierra para explicar el registro fósil. Así luchó, sin esperanzas, para convencerlos, hasta su muerte entre el hielo groenlandés.
      La confirmación definitiva llegaría, tristemente para Wegener, más de veinte años después de su muerte, con el concepto de tectónica de placas (TDP).

Lo esencial de esta doctrina consiste en que los continentes no van "caminando" por el fondo oceánico como pretendía Wegener. En realidad, están montados sobre placas de corteza, independientes entre sí, que flotan sobre una masa de líquido viscoso denominado "astenosfera". Las rocas de la astenosfera están sometidas a tan enormes presiones y temperaturas que se comportan como fluidos, y las placas continentales con sus continentes montados encima se deslizan sobre ellas.
      En las zonas donde las placas chocan suelen formarse grandes cordilleras y "cinturones de fuego", con volcanes y zonas sísmicas, y en los lugares donde las placas "se forman" a partir del enfriamiento y solidificación del magma, observamos las "dorsales" o cordilleras oceánicas. En pocas palabras: la corteza terrestre se forma en las dorsales, por ejemplo la gran cordillera submarina conocida como Dorsal Atlántica. La corteza nueva empuja a la vieja hacia los lados, y allí está la explicación de la progresiva separación de, por ejemplo, Sudamérica y el África. Pero el lado opuesto de las placas pueden chocar contra otra placa (la placa Sudamericana contra la del Pacífico, por ejemplo), y así es que Chile se convirtió en zona de sismos y volcanes.


En amarillo, los límites de las placas. En rojo, los volcanes, ubicados casi exclusivamente sobre los mismos.

En estos lugares, al chocar las placas, una de ellas se desliza por debajo de la otra (un fenómeno conocido como subducción) y el borde entre ellas se conoce como falla. Hay una enorme en California, y otras dispersas por el orbe.

Pero, ¿por qué se mueven los continentes, en realidad?
      Entre las muchas hipótesis que Wegener estudió, hubo una que no fue tan fácil de descartar: si el núcleo de la tierra era líquido, los movimientos de convección del magma podían arrastrar los continentes consigo. Wegener no profundizó en esto, pero uno de sus seguidores, Arthur Holmes, sí, y consiguió demostrar que así era en realidad.
      Hay corrientes térmicas en el interior de la Tierra que hacen que el magma del manto fluya en direcciones y a velocidades determinadas. Los continentes flotan sobre este líquido, y por ello se mueven. En 1961 Deitz, y Hess en 1962, demostraron que las anomalías magnéticas paralelas a las dorsales oceánicas y los arcos insulares y socavones en el fondo oceánico asociados a los bordes de las placas continentales se debían a la convección del manto. También la subducción y la deriva continental dependen de ella.
      De esta manera, se demostró la corrección de las ideas de Holmes (que ya tenían 30 años) y el sólido basamento que le suministraron las hipótesis de Wegener, que a la sazón llevaba muerto más de medio siglo.
      Es decir que, a pesar de sus fallos especulativos, la deriva continental de Wegener es hoy parte del conocimiento común y demostrado, y se la reconoce como base del moderno conocimiento de la actividad geológica de la Tierra.
      La vida es un tango (o un blues) y ello se demuestra, entre otras cosas, porque un hombre como Wegener no vivió lo suficiente para ver el triunfo y la aceptación de su gran visión.
      Es un tango.
      Dejemos el blues para el asunto siguiente.

Sabemos que la Tierra se mueve debido a la TDP. Así es, y no hay discusión posible. Repita conmigo:
      La forma de los continentes se debe a la tectónica de placas.
      Las grandes cordilleras se deben a la tectónica de placas.
      Las dorsales oceánicas se deben a la tectónica de placas.
      La destrucción de Pompeya y Herculano se debe a la tectónica de placas.
      Que las Malvinas sean argentinas se debe a la tectónica de placas.
      Que California y sus vinos se estén hundiendo en el mar se debe a la tectónica de placas.
      Los terremotos en Armenia y el Japón se deben a la tectónica de placas.
      La muerte de ovejas argentinas gracias a las cenizas chilenas se debe a la tectónica de placas.
      Que la Polinesia quede lejos se debe a la tectónica de placas.
      Todo ello lo sabemos.
      Es un rockaroll.
      Pero: ¿es la TDP un fenómeno privativo de la Tierra, o se trata de algo común en los planetas sólidos del Universo?
      ¿Chi lo sá?
      ¿Qué planeta más o menos "terrestre" tenemos a mano para averiguarlo?
      Acertó. Si las certezas son rocks y los interrogantes bluses, aquí comienza el afamado Blues del Planeta Rojo.

Nuestro conocimiento geológico sobre Marte comenzó con el aterrizaje (amartizaje) de las sondas Viking en 1976.
      Los trabajos de las sondas sobre sus dos sitios de aterrizaje, separados 4000 km entre sí, parecieron indicar, en aquel entonces, que Marte, al revés que la Tierra, tenía una corteza sólida y rígida en vez de sucesivas placas separadas flotando laxamente sobre la astenosfera, y este conocimiento se mantuvo incólume hasta días recientes.
      Ross Taylor, Profesor Emérito de la Universidad Nacional de Australia, escribió en 1999: "Marte tiene una corteza rígida. No hay deslizamiento de placas como aquel que conocemos en la Tierra y que llamamos tectónica de placas".
      Uno de los mayores argumentos para semejante afirmación estriba en que en Marte no hay cadenas de volcanes como en la Tierra.
      Si uno mira un mapa de las islas Hawaii, verá que los volcanes forman una línea casi recta. Esto se debe a que hay un punto de generación de lava bajo la corteza, que en determinado momento abre una chimenea y forma un cráter y una isla. Pero luego, la placa se desplaza, desalineando el volcán con su punto caliente inferior. Entonces, el magma abre otra chimenea, y un nuevo volcán y una nueva isla se forman de esta manera. Luego de unos pocos millones de años, lo que queda es un "rosario" de islas con su correspondiente rosario de volcanes, los más antiguos apagados y los más jóvenes, activos.
      Este fenómeno no se verifica en Marte. Los volcanes son estacionarios, y la acumulación de lava en las laderas genera monstruosos gigantes de 30.000 metros de altura, como el Olympus Mons (Monte Olimpo), el volcán más grande del Sistema Solar. La lava salió y salió por la misma chimenea ubicada en el mismo sitio por miles de millones de años, alcanzando alturas imposibles en la Tierra, donde los volcanes se van de paseo pero las fuentes del magma no.

Sin embargo, el Mars Pathfinder amartizó a mediados de 1997 y su vehículo Sojourner hizo un descubrimiento que cambiaría las teorías.
      Los Viking habían amartizado en el hemisferio norte del Planeta Rojo. La mayor parte de las rocas que allí encontraron tenían un contenido de silicio del 48%. Esto era compatible con el hecho de que los meteoritos de origen marciano encontrados en la Antártida nunca superan el 50% de silicio.
      Sin embargo, una pequeña roca estudiada por el Sojourner (a la que se bautizó como "Barnacle Bill") evidenció un contenido de silicio superior al 58%.
      El equipo de Tierra del Pathfinder la clasificó de inmediato como andesita, una roca volcánica gris muy común en los Andes, responsable de la mayor parte del granito que compone nuestros continentes ubicados en placas. Da la casualidad de que la Andesita sólo se forma en los volcanes que están sobre las zonas de subducción de las placas continentales, por lo que la presencia de andesita en Marte era totalmente incoherente con el conocimiento previo de ausencia de TDP. Si había una, debía haber la otra.


El Sojourner en Marte. El guijarro a su izquierda es Barnacle Bill.

Mas no todos estaban de acuerdo: según Taylor, el material de Barnacle Bill no es andesita porque "tiene el doble de hierro que las andesitas terrestres". Arguye, además, que "Es un gran riesgo usar términos que evocan la Tierra. Mi interpretación es que esa ‘andesita’ es probablemente una roca local diferenciada que cristalizó en la cámara de magma antes de la erupción".
      Luego de explicar que el Monte Santa Helena, protagonista de la peor erupción volcánica de la historia norteamericana reciente, está sobre una zona de subducción de placas, concluye con ironía: "Esto me lleva a pensar que la corteza marciana entera está formada esencialmente de basalto, y que hay muy pocas rocas en forma de ‘granito’ o ‘andesita’. Por lo tanto, no creo que haya continentes perdidos, tectónica de placas, subducción ni Montes Santa Helena en Marte".

Faltaba algo: en septiembre de 1997, el Mars Global Surveyor (MGS) se puso en órbita del planeta rojo y comenzó a enviar observaciones sobre él.
      Uno de los descubrimientos más trascendentes para el problema que nos ocupa fue el descubrimiento de miles de gigantescas bandas magnéticas sobre la superficie de Marte, algunas de ellas de 2.000 km de largo, 200 km de ancho y de intensidades tan altas como 400 nanoteslas. "Cuando apenas hicimos unas pasadas sobre la superficie, unas enormes señales comenzaron a hacer saltar los indicadores, y a hacer desaparecer cualquier otra cosa que estuviésemos midiendo", afirmó gozoso Jack Connerney, del Centro de Vuelos Espaciales Goddard de la NASA.
      El informe oficial de la NASA, fechado el 29 de abril de 1999, dice textualmente: "El MGS de la NASA ha descubierto nuevas evidencias sorprendentes de movimientos pasados de la corteza marciana", indicando así que ellos comulgan con la visión de que las bandas prueban la TDP, aún si sucedió en un remoto pasado.
      Casi todas las bandas se observaron en el hemisferio sur marciano, en una enorme región elevada que se llama Terra Sirenum.
      Como sabemos, la actividad magnética superficial caracteriza a las regiones donde el magma bulle y forma nuevas placas tectónicas (en las dorsales), para rellenar el fondo oceánico allí donde dos placas se están separando. Los metales ferrosos de la corteza se alinean mirando al sur o al norte magnéticos, y crean esta estructura magnética, absolutamente característica de un planeta con TDP como la Tierra". En verdad, el lugar de la Tierra donde estas bandas son más notables es, precisamente, en la Dorsal Atlántica, donde se forma el basalto de las placas.
      El descubrimiento del MGS fue sorprendente, porque hasta ese día se creía que solamente la Tierra tenía y podía tener tectónica de placas. Se sospechaba que Marte y otros planetas presentaban corrientes de convección en el manto, pero nada más. "Si confirmamos que la TDP ha estado operando en Marte, ello tendrá profundas implicaciones en el conocimiento de su evolución", declaró Connerney en aquellos días.
      Las "profundas implicaciones" a que se refiere son:

  1. Los planetas con tectónica de placas tienen una atmósfera densa.
  2. Los planetas con tectónica de placas tienen ingentes cantidades de agua líquida, lubricante indispensable para que las placas se deslicen una en relación a la otra. Una tectónica "seca", o bien es imposible, o bien conduce a que el planeta se parta en pedacitos.

¿Qué estamos diciendo? Que es muy probable que la vida sólo pueda evolucionar en planetas con tectónica de placas —es decir, con atmósfera y agua—. Si hubo TDP en Marte en un remoto pasado, había aire libre y agua líquida.
      ¿Por qué no vida...?

De los descubrimientos del MGS se desprenden otras conclusiones importantes: si la TDP llevó roca nueva de las profundidades del planeta hasta la superficie, arrastró con ella gigantescas masas de dióxido de carbono. Esto generó una atmósfera densa, rica en carbón, que produjo un enorme efecto invernadero en la historia primitiva del planeta, calentándolo globalmente. "La TDP, por lo tanto, apoyaría el concepto de que Marte fue una vez un sitio más caliente y más húmedo, adecuado y hospitalario para la vida", sentencia Ron Cowen, de Science News.
      Uno de los más insalvables obstáculos de la teoría de una vida marciana fue siempre su carencia de agua. A pesar de que está surcado por lechos de ríos secos, nadie acertó nunca a explicar adónde diantres había ido a parar el agua. Si tuvo tectónica, la explicación al misterio se acerca bastante: el geólogo de la Universidad de Stanford nos informa que el agua transportada continuamente por la TDP desde y hacia la superficie de Marte quedó atrapada en la corteza cuando la misma cesó: "Muy poca agua quedó libre cuando la tectónica cesó. La tectónica de placas explica y unifica la historia geológica completa de Marte".

Aunque algunos argumentaron que no hay rastros de bandas magnéticas en el hemisferio norte de Marte (y ningún planeta, por supuesto, puede tener tectónica de placas en una mitad sí y en la otra no), también las tierras bajas de esa zona son volcánicas y muchísimo más jóvenes que las rocas elevadas de la Terra Sirenum y Terra Cimmeria.


Las bandas magnéticas, superpuestas con el mapa correspondiente

Casi todo el hemisferio sur está formado por rocas de 4.000 millones de años, mientras que casi ninguna roca norteña supera unos pocos cientos de millones. En realidad, cuando la TDP cesó, luego de 500 ó 600 millones de años de actividad, en todo Marte, los volcanes de la mitad norte cubrieron de lava todo el hemisferio y sepultaron la actividad magnética bajo kilómetros de basalto. Ello no ocurrió en la parte meridional, y es por eso que las bandas son allí tan visibles.
      Es esta, precisamente, la explicación oficial de la NASA para la disparidad de lecturas magnéticas entre sur y norte. El citado informe oficial del ´99, dice: "Las regiones septentrionales están notablemente libres de magnetismo, indicando que la corteza norte se formó después de que la dínamo (el magma en ebullición) murió. Cuando la lava se solidificó, ya no había campo magnético que congelar".

Consideremos, siguiendo al Dr. Albert T. Hsui, de la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign, sin embargo, que la evidencia sobre tectónica de placas en Marte no es aún definitiva, taxativa ni vinculante: "La evidencia (del bandeo magnético) es sólo tentativa. Hoy por hoy, la mayor parte de los científicos no creen que haya prueba firme de la existencia de TDP en Marte". Esto no obsta para que en un futuro cercano sí se llegue a demostrar su existencia, ya que, según el mismo Hsui, "hubo observaciones que sugieren separación de la corteza".
      No le hace. La teoría está vigente, aunque queda aún mucho por demostrar, como si las fracturas en forma de falla de la región de Tarsis fueron efectivamente, como se cree, producidas por la convección del manto. Walter Kiefer, del Instituto Lunar y Planetario de Houston, Texas, ha prácticamente demostrado que ciertas características de Tharsis y los grandes volcanes marcianos son perfectamente compatibles con una activa convección del manto. Si bien esto no demuestra que haya habido TDP, también es cierto que sin convección las placas no pueden moverse de su sitio ni tan sólo un milímetro.
      Lo mismo corre para las grietas fracturadas de la margen occidental del Valles Marineris.


Las fallas de Tharsis: ¿fruto de las corrientes de convección?

Imaginemos, por un momento, que las especulaciones se confirman y que, en efecto, el Planeta Rojo ostentó, hace unos pocos cientos de millones de años, la actividad conocida como tectónica de placas.
      Ahora ya no la tiene, eso es casi seguro.
      ¿Hay modo de imaginar que un planeta que tenía TDP la pierda, así, por las buenas?
      ¿Cómo puede detenerse un proceso básico de la geología planetaria?
      Haciendo volar la imaginación, yo colegiría que, dado que la TDP es una consecuencia de las corrientes convectivas del manto y que la convección depende de la temperatura, no es irracional suponer que, si el núcleo y el manto de Marte se enfriaron, las corrientes térmicas se hayan ido deteniendo lentamente hasta cesar por completo. Esto detendría también la actividad telúrica y volcánica y, hasta donde sabemos, no hay sismos en Marte y sus volcanes están extintos. Puede ser que así haya ocurrido.
      La falta de agua y de atmósfera también apoyan esta teoría, porque ya se ha explicado que sin agua no hay TDP, y que la TDP genera una atmósfera gruesa, y renueva el suministro de agua a la superficie.
      Si las certezas son como rocanrroles por lo contundentes y macizas, y las incertidumbres son blues por lo misteriosas, el Blues del Planeta Rojo es, además, melancólico como una voz negra.
      Aceptemos que Marte tuvo alguna vez agua en grandes cantidades, una temperatura de tipo terrestre y una atmósfera gruesa y protectora, todo ello gracias a su tectónica de placas. Tuvo también una geología activa que creó valles, montañas, ríos y bahías.
      Todo esto se detuvo hace 300 millones de años.
      Si esto es así, si todas las condiciones aptas para la vida estuvieron disponibles, es muy posible que en Marte haya habido vida. Haya habido.
      Pero ningún planeta sin TDP puede albergar vida, por lo que, hoy, por hoy, el Planeta Rojo es un planeta muerto, tan muerto como la mismísima Luna.
      Nada vivo encontraremos si Marte carece de tectónica. Acaso algunos fósiles que nos recuerden que el triste blues de Marte fue un rock alguna vez. Nada más.

Por lo mismo, podemos comenzar a componer el Blues del Planeta Tierra, el Blues del Planeta Azul.
      Si los procesos atómicos que generan el calor del manto, si las grandes presiones y temperatura que provocan las corrientes de convección cesan lentamente en todos los planetas y si, como se creyó siempre, las imágenes de Marte evocan el remoto futuro de la Tierra, nuestro planeta, y nosotros con él, está condenado.
      La tectónica terrestre cesará un día, y nuestra atmósfera y nuestra agua desaparecerán con ella. Y la Humanidad morirá, a menos que encontremos una forma de salir de ella para siempre.
      ¿Será posible?
      Si la ciencia no encuentra pruebas en contrario, he aquí la verdadera tristeza del Blues del Planeta Rojo.

¿Habrá imaginado Alfred Wegener, en el lóbrego momento de la muerte, que sus descubrimientos acerca de la deriva continental influirían decisivamente sobre la visión que el Hombre tiene del Universo?
      ¿Pudo pensar, en aquel hospital británico de 1914, que de la persistencia de la TDP podría llegar a depender la supervivencia de la especie?
      ¿Sería capaz de soñar que, décadas después, robots autosuficientes buscarían en la superficie de Marte evidencias de lo que él enunció por primera vez en la Tierra?
      No lo sé. Nunca lo sabremos.
      Sin embargo, la imagen del Sistema Solar y de la Tierra que estamos acuñando no hubiera sido posible sin el genio y la visión de Alfred Lothar Wegener, el hombre que descubrió un planeta y que fue asesinado por él.
      Sin embargo, su espíritu campea, hoy, no sólo por la Tierra, sino también por las rojizas arenas del hemisferio sur de Marte.

 

Agradecimiento:
El autor agradece muy especialmente al Dr. Albert T. Hsui, de la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign, quien gentilmente le cedió el uso de las tres últimas fotos que ilustran este artículo, y autorizó la reproducción y cita de sus textos.
      Hsui es el webmaster del excelente sitio web Geology of Mars (http://www.lukew.com/marsgeo/) altamente recomendable para todos aquellos interesados en la geología del Planeta Rojo.

Créditos de las fotos:
Wegener:
United States Geological Survey (USGS)/The Alfred Wegener Institute for Polar and Marine Research, Bremerhaven, Alemania
Barnacle Bill: Mars Pathfinder Team (IMP)/Jet Propulsion Lab (JPL)/NASA
Mapas terrestres: Anne Weil/Universidad de California
Bandas, Tharsis, Valles Marineris: Albert T. Hsui/Geology of Mars/Universidad de Illinois en Urbana-Champaign/NASA

Bibliografía:
Connerney, J.; Acuña, M. et al.: Magnetic lineations in the ancient crust of Mars, Revista Science, abril de 1999
Cowen, Ron: Plate tectonics... on Mars. Magnetic map reveals ancient activity on the Red Planet, Science News, 1999
Hamblin, W. K.: The Earth´s Dynamic Systems, Burgess Publishing, 1975
Hsui, Albert T.: Geology of Mars: Tectonic, University of Illinois at Urbana-Champaign, 2002
Kiefer, Walter S.: Time-dependent mantle convection on Mars: Implications for episodic tectonism and volcanism in Tharsis, Lunar and Planetary Institute, NASA, Houston, 1999
Lee y Arriazu, Hartzenbusch: Weggener, America and the Introspective Sight, The Globe Publications, Ontario, 1990
Salkever, Alex: Mars´ past may look like Earth´s present, The Christian Science Monitor, 1999
Sleep, N.H.: Martian plate tectonics, Journal of Geophysical Research, marzo de 1999
Taylor, Ross: Comments on Pathfinder´s chemical analyses, Australian Academy of Sciences, 1997.
Watson, J.M: Alfred Lothar Wegener: Moving continents, US Geological Survey, 1999
Weil, Anne: Plate tectonics: The Rocky History of an Idea, The University of California, UCMP Berkeley, 2002
Weisstein, Eric: Alfred Wegener, Science World, 2003

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