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F i c c i o n e s

CARIBBEAN CAIPIRINHA,
O EL SUPUESTO GAFE
Víctor Manuel Ánchel Estebas

España

A causa de lo intempestivo de la hora el "Caribbean Caipirinha" estaba casi desierto. Una mesa con un grupo de jóvenes que no dejaban de contar chistes, siempre bajo la atenta mirada del enfurecido barman (quien no sabía cómo decirles que era ya hora de cerrar el bar... o de pedir nuevas consumiciones), una pareja de enfebrecidos nuevos amantes, el tipo joven de larga barba que estaba a su lado desde hacía algunas horas y el propio Arístides. La música de samba seguía sonando, a un volumen ya algo menor; un segundo camarero se encargaba de fregar el suelo, recoger las mesas y poner las sillas encima, con gran estrépito y la sana esperanza de que los presentes entendiesen la indirecta. Desde los aseos llegaba un leve tufillo a orín.
      Aquel debía ser su cuarto whisky doble. El Mojito cubano y las caipirinhas le habían dejado un agrio sabor en la boca del estómago y la experiencia le había empujado hacia el escocés de 12 años que todo lo sana. Su desconocido compañero (un tal Jesús noséqué) llevaba tres horas con la misma cerveza, tratando de concentrarse en la revista de viajes que había acomodado en la barra del bar nada más llegar. Arístides no estaba de humor como para dejarle leer: Dios, si lo había en alguna parte, le había llevado a su lado para escuchar, y el muy cabrón iba a escuchar.
      —Como lo oye. Verdaderamente gafado.
      —No será para tanto —dijo Jesús—. Las casualidades, ya sabe...
      —Qué coño casualidades. Gafado y bien gafado. No contento con aquella primera decepción infantil, seguí escribiendo. No lo podía evitar —nuevo sorbo—. Pero lo peor estaba por llegar. Comencé a escribir un libro sobre la mafia. Una gran epopeya centrada en una familia poderosa, de Corleone. El cambio generacional a través de las diferentes épocas. Muertes, violencia... Me documenté de cojones.
      —Vaya, como en el Padrino.
      Miró enfurecido al de la barba a los ojos: —Sí, como el Padrino. Cuando lo leí tiré el televisor por la ventana. Un Telefunken Color y 345 folios a la basura...
      —Joder. Qué putada, oiga...
      —Después fue la aventura galáctica —Arístides volvió al vaso—. Una princesa raptada, un grupo de Samuráis del espacio que llevaban espadas láser... verá, yo no voy al cine. Cuando estaba a punto de acabar el primer borrador se lo di a leer a un amigo, tan ilusionado como estaba. Lo abrió al azar y lee: "Luke, tú no lo entiendes: Yo soy tu padre".
      —No...
      —Sí —asintió desesperanzado—. Tardé un año en recuperarme.
      —Qué mala pata...
      —Me puse entonces a trabajar en algo más complejo. Un libro sobre clonación. Tres años de investigación, comienzo a escribir sobre dinosaurios que vuelven a vivir gracias a la ciencia...
      El otro sonrió, asombrado —No joda...
      —Pues sí. Parque Jurásico. Y eso es sólo lo más gordo: esas tres sagas juntas han dado más dinero que el producto interior bruto de España. Porque también escribí un relato que se iba a llamar "Ciudad Oscura"... ¿ha oído hablar de Dark City?
      —Pues no.
      —Otra película, aunque ésta no acabó de triunfar porque era demasiado compleja para los yanquis. Mi relato era más sencillo, joder...
      —Le acompaño en el sentimiento, oiga...
      —Lo último ha sido definitivo. No sé si suicidarme, beberme todo el bar, ambas cosas o dedicarme a un trabajo más edificante, como la construcción. Estaba a punto de acabar un libro en el que se habla de universos paralelos, en el que hay múltiples partes de cada persona en cada universo. Si alguien unía cada fragmento de personalidad en uno solo sería casi un semidios. El Único...
      —Mira, como la película que se estrena esta noche...
      Arístides asesinó al de la barba con una ya errática mirada. —Exacto, no me había dado cuenta. Es una casualidad que esté poniéndome hasta las cejas de Red Label —devolvió la mirada al vaso—. No te jode...
      El de la barba tomó un sorbo de cerveza antes de preguntar —¿Y ahora qué?
      —Yo que sé... estoy aburrido de seguir arruinado mientras mis ideas, que parecen llegar a otros justo antes que a mí, no hacen más que ganar dinero. Estaba pensando en comenzar a escribir una gran trilogía fantástica: un universo en el cual se puede viajar de plano a plano a través de los sueños. Donde los viajeros son conocidos como los Errantes, y son perseguidos por otros seres que tratan de evitar los viajes para salvaguardar el universo. Los Vigilantes. Pero estoy por dejarlo, seguro que alguien se me anticipa... —Arístides sintió un apretón en la vejiga—. Mmm... si me disculpa, creo que voy a mear.
      No fue sencillo llegar al aseo, y aún menos enfocar el miembro al urinario. Sólo acertó al cuarto intento. "Cagontó", pensó, "cada día los hacen más pequeños". Ahora que había logrado despejarse un poco recordó que aquel individuo de la barba le sonaba de algo. ¿Lo había visto en el metro, o...? Er... ¿En qué estaba pensando, un individuo con barba que bebía una coca cola?, ¿o era una cerveza? ¿Barba? ¿Tipo? Cabeceó con frenesí, tratando de aclarar embotada mente.

En la barra, el de la revista de viajes dejó la cerveza y sacó de su chaqueta el teléfono móvil.
      —¿Pedro?, oye, soy el jefe. No, el Padre no; soy Jess, joder... ¿has visto a papá usar alguna vez el teléfono, so idiota? Pues eso. Ponme con el departamento de Musas. Sí, espero. —Silencio, roto por las carcajadas de los chistosos de la mesa— Sí, oye, que soy el Jefe. No, soy el Hijo; mecagonlasantísimatrinidad, qué menudo invento se le ocurrió a papá. Sí, el mismo Jess. Oye, tenemos otro éxito, así que busca a una Musa que esté libre y transmítele esta información, que el oráculo ha hablado. —Jesús contó la historia de Arístides una vez más—. Eso es. Y, oye, trata de que ésta no tenga tanta imaginación como la de Dark City, joder. Que mucha película de culto pero el personal andaba perdido y el pobre director no hizo ni cuatro dólares. Me importa un pepino si los yanquis son unos cenutrios o no: también son hijos de papá, o sea, míos, o sea... bueno, ya me entiendes. Pásame otra vez con san Pedro —silencio—. Sí, que soy yo de nuevo. Escucha, avisa al Ángel de la Guarda de Arístides, que lo he visto muy jodido. No vaya a ser que se nos suicide el cabrón... no hemos tenido un Oráculo así desde aquel tipo del siglo XIV al que se le ocurrió el Quijote y las obras completas de Shakespeare en cuatro años. Vale, nos vemos mañana a la hora del Mus. Bye.

Arístides regresó a su silla. Al lado había una revista de viajes. ¿De quién sería? Viajes... como su proyectado relato nuevo. Viajes a través del sueño... ¿una señal divina? Por si las moscas, decidió despejar su mente. Alzó la mano hacia el barman.
      —Una ginebra. Pero que sea Tanqueray, ojo.

© Víctor Manuel Ánchel 2002.


Víctor Manuel Ánchel Estebas

Víctor Manuel Ánchel Estebas es español. Nació el 29 de diciembre de 1973. Es músico, oboista, y toca en la primera orquesta de su país: la Orquesta Nacional de España (con ella vino a Buenos Aires y tocó en el Teatro Colón). Además es profesor de oboe en la Escuela Superior de Música "Reina Sofía", de Madrid, que pasa por ser la más prestigiosa escuela de música de España. Dice ser un lector enfermizo, con especial predilección por la literatura fantástica y la ciencia ficción, y está orgulloso de su biblioteca (con muchos libros descatalogados, como la obra completa de Fritz Leiber o Moorcock). Los libros viejos son otra de sus pasiones. Se confiesa rendido admirador de "o Rei" Quevedo.
      Teniendo en cuenta ese amor por los libros y sus maravillosas realidades alternativas, no es difícil entender que acabase por escribir. Lo hizo a los 15 años, con un relato corto del cual guarda un buen recuerdo. A partir de entonces no ha dejado de aporrear las teclas de sus diferentes ordenadores. Además, es un buen "vampirólogo": colecciona todos los libros de vampiros que puede encontrar, y tiene un incunable del siglo XVIII del "Traité sur les apparitions des esprits et sur les vampires où les revenans de Hongrie, de Moravie, etc.", del padre Dom Augustin Calmet, que le costó dos sueldos...
      Fue premiado en el Concurso Axxón, Mundos Diferentes, por la novela de Fantasía Más Allá del Sueño: El Medallón (Axxón 116). En el número 112 y número 121 de Axxón los lectores podrán encontrar otros relatos de su serie "Más allá del sueño" y uno más, fuera de la serie, en el número 113 de Axxón.



Axxón 127 - junio de 2003

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