Editorial - Axxón 188


Mentes diferentes

Eduardo J. Carletti, director de Axxón

Hace un tiempo publicamos una noticia titulada "Detectan en el cerebro cómo la gente que comparte una ideología se comunica mejor". El tema no despertó comentarios en la lista Axxón, como pasa a veces con otras noticias, pero a mí me resultó muy, muy importante, principalmente a causa de lo que estaba ocurriendo en la realidad argentina en ese momento, y bueno, "me quedó picando".

La autora de este estudio, una investigadora en el área de sicología que trabaja en Harvard, dice en esta nota: "Esta investigación puede conducirnos a una explicación sobre por qué es difícil comunicarse cuando hay otros lineamientos religiosos o políticos o cualquier tipo de fronteras ideológicas".

Así como Asimov plasmó y desarrolló interesantes ideas sobre una disciplina que llamó "Psicohistoria", creo que los resultados de este trabajo tienen un potencial enorme para desarrollar ideas que se pueden aplicar a la producción de algunas obras en nuestro género, pero también, hay que decirlo, tiene un potencial gigantesco para crear, desarrollar, promover una disciplina que ayude a mejorar las cosas que pasan en el mundo.

Veamos: si el cerebro del que me escucha en lugar de comprender emite chispas cuando yo, al intentar conciliar o explicar algo, digo alguna palabra o frase; si esta palabra, frase u forma de decir las cosas irrita al otro en lugar de lograr lo que deseo, que es hacerme entender y conciliar las posiciones, es porque algo diferente —a nivel físico— ocurre en los dos cerebros.

Yo para conciliar aplico y uso la metodología, la forma de decir las cosas que, a mi entender, a mí me convencerían. No creo que haya otra forma de establecer comunicación que aplicar sobre el otro una imagen, la imagen que tenemos del "otro", y que seguramente, a menos que uno esté entrenado de manera especial, será una imagen parecida a uno mismo.

Pero podemos tener ideologías muy diferentes, aún dentro de una misma cultura, dentro de una misma región, compartiendo el idioma, la formación y una Historia común, incluso siendo amigos.

¿Es porque no sabemos hacernos entender o porque nuestros cerebros son diferentes? No una cuestión de falta de atención, de falta de respeto, de falta de capacidad de compresión, de intencionalidad negativa, sino un funcionamiento diferente.

¡Qué importante puede ser todo eso!

¿Se estudiará, se desarrollará una disciplina a partir de los resultados de estos experimentos? ¿Se aplicará para controlar, dominar, o se usará (iluso de mí) para mejorar la situación del mundo?

Si alguien percibe lo poderoso que puede ser esto, entiendo que una técnica así primero será usada para beneficio propio y egoísta. Más en un momento en que los recursos del mundo escasean y se hace necesario avanzar posiciones.

Se usaría en diplomacia y en negociación para obtener logros. Si los logros son egoístas, bien, será para tirar los conflictos momentáneamente hacia delante, porque habrá gente que resultará convencida, como pasaba con las brujas de la Bene Gesserit (¿recuerdan?, de la novela Dune, sino ver Bene Gesserit), pero luego, lejos de la influencia de esta técnica, cuando los resultados no convenzan se enojarán, y mucho.

¿Se usan ya estas técnicas?

Puede ser, tranquilamente puede ser. Por ejemplo, para implantar ideas y tendencias a través de los medios, en publicidad, en campañas políticas.

Hay mucho poder en esto.

Yo, de estar en una posición que me permitiera hacerlo, me pondría YA a escanear cerebros de mucha gente (legalmente, obvio, como experimento científico) mientras les hago ver noticieros, discursos, clases, o mientras participan de conferencias o incluso conversaciones comunes.

Y trataría de usar esta información para ver cómo se pueden acercar posiciones en aquellos conflictos que nos hacen sentir tan mal.

Sería algo mágico, como tener un superpoder. No sé, puede ser que esté siendo un poco iluso, pero veo enormes posiblidades y grandes implicaciones.

Y cierro: a ver quién se larga con el primer cuento, que de eso vivimos aquí.

Eduardo J. Carletti, 4 de agosto de 2008
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