LA HACEMOS A SU MEDIDA

Ronald R. Delgado C.

Venezuela

Otto Maier, Gerente Regional de PersonalFe Compañía Anónima, deslizó la mano sobre la brillante superficie de su consola-escritorio y movió de un lado de la pantalla el contrato electrónico que recién había firmado su último cliente. Empujada por sus dedos, la simulación de papel se desplazó hasta la esquina superior derecha de la pantalla, haciendo titilar el icono de Nuevos Clientes. Luego el contrato desapareció en alguna parte del interior de la figura, emitiendo el sonido de una alegre campanilla. Maier levantó la comisura de la boca, plasmando en su rostro su sonrisa patentada, y después manipuló los controles de la consola para hacer aparecer en ella el archivo de su siguiente cliente. En brillantes letras blancas sobre fondo negro apareció el nombre Adeo Nuberg, acompañado con una nítida fotografía de su rostro. Se trataba de un importante ejecutivo, accionista mayoritario de una poderosa cadena bancaria. Sus ingresos se estimaban en varios cientos de millones al año y sus posesiones más preciadas incluían una admirable colección de autos deportivos, una docena de casas de lujo en diferentes partes del mundo y un par de islas paradisíacas en medio del Caribe. Maier no pudo evitar enarcar una ceja y asentir con la cabeza. Estaba claro que ése era un cliente y un contrato que por nada del mundo debía perder.

Tamborileó los dedos sobre el escritorio y enseguida un recuadro luminoso surgió en su superficie, mostrando el rostro distraído de su secretaria.

—Anny, por favor haz pasar al señor Nuberg —dijo Maier.

La secretaria le miró, arrugando los ojos, y agitó la cabeza de arriba para abajo. Seguidamente el recuadro hizo implosión y desapareció.

Un minuto más tarde, la puerta de la oficina del Gerente Regional se abrió y Adeo Nuberg entró en silencio. Maier se puso de pie y le tendió una mano a su cliente.

—Buenas tardes, señor Nuberg. Otto Maier para servirle.

El sujeto era alto y estoico. Su rostro era cuadrado, sus ojos negros y profundos. Llevaba el cabello corto y moteado con algunos mechones grises como pelusa y sus patillas le llegaban casi a la mandíbula. Vestía un elegante traje negro de diseñador, camisa color crema y zapatos brillantes.

—Buenas tardes —le respondió, acercándose al escritorio y estrechando su mano.

—Por favor, siéntese.

Justo después de que Nuberg se hubo sentado, Maier sonrió y tomó asiento.

—¿Cómo le trató nuestra ejecutiva de ventas?

Nuberg echó la cabeza a un lado.

—¿Se refiere a la jovencita que me recibió en planta baja?

—Así es.

—Hum, supongo que bien, pero no hizo más que formularme preguntas.

—Perfecto. Su trabajo consiste en recabar información suficiente sobre los clientes para elaborar un perfil adecuado. Ahora usted y yo podemos conversar sobre cuáles servicios de los que ofrece PersonalFe le interesan.

Nuberg formó una línea fina con sus labios y guardó silencio por unos segundos.

—Ya veo —dijo al fin—. Pues la verdad estoy interesado en obtener un paquete espiritual.

—Excelente. —Maier dirigió su atención a la consola y con destreza manipuló los íconos sobre ella.

En un instante el archivo de Nuberg desapareció tras una serie de animaciones que mostraban los diferentes planes que PersonalFe disponía para sus clientes.

—Como sabrá —continuó el gerente—, la empresa ofrece tres contratos básicos. El primero de ellos, al que llamamos El Guía, le provee de una Biblia personalizada, elaborada bajo su estricta supervisión, así como una serie de códigos morales que puede aplicar a su día a día. Nuestro segundo plan se llama Liberación, que por supuesto, además de incluir al paquete anterior añade una congregación ajustada a su presupuesto, y si lo desea una locación fija para sus reuniones.

A medida que Maier hablaba, las animaciones de la consola mostraban los beneficios de cada servicio, así como la lista de clientes satisfechos.

—El tercer paquete, Plan Fe, le otorga un par de Iglesias constituidas para su administración, así como una centena de creyentes plenamente devotos y una cantidad negociada de seguidores. Además, este mes tenemos promoción y le añadimos horas de transmisión en la televisión local, y si lo desea en la televisión por cable e internacional. Por supuesto, todo depende de su presupuesto.

Nuberg, que seguía atento las explicaciones de Maier y las ilustraciones de la consola, asintió con la cabeza despacio, y luego sostuvo la mirada del gerente.

—Conozco los planes básicos de PersonalFe, señor Maier, y me parecen excelentes. Créame que he tenido oportunidad de experimentarlos de cerca. Pero verá, estoy interesado en algo un poco más, digamos, ambicioso.

Maier levantó la comisura de la boca.

—¿Desea usted el plan Pontífice?

—A decir verdad, estaba pensando en el Mesías.

Maier se echó hacia atrás en el asiento, colocó las manos sobre el posabrazos de la silla y esbozó su sonrisa patentada.

—Me gusta su manera de pensar, señor Nuberg. Veo que tiene en mente algo grande. Bien, pues como debe saber, el plan Mesías le ofrece una religión plenamente establecida, construida bajo sus preferencias, y con la garantía de al menos tres millones de seguidores en todo el mundo, como oferta inicial. Construiremos para usted una sede en cualquier ciudad de su elección, y no menos de quinientas iglesias con sus respectivos sacerdotes para mantenerlas. Dispondrá también de una línea aérea y un canal de televisión de alcance global.

La mirada de Nuberg se encendió y sus labios se abrieron para mostrar una dentadura blanca y reluciente.

—Eso es precisamente lo que busco.

—Muy bien, PersonalFe puede hacerlo realidad, y su satisfacción está totalmente garantizada. Como sabrá, tenemos más de un centenar de clientes satisfechos, y ni qué decir de los millones de seguidores con los que ellos cuentan. Recuerde usted nuestro lema: ¡La hacemos a su medida! —exclamó Maier con entusiasmo—. Permítame unos segundos, señor Nuberg.

El Gerente Regional retiró de la consola la información de los paquetes básicos e hizo surgir la planilla de recolección de datos del plan Mesías. En su encabezado, introdujo los datos del cliente y generó el número de contrato.

—Su contrato será el número veintiocho guión treinta y dos, Mesías doce. No hace falta que lo anote pues la información será enviada a su correo, además de quedar registrada en su memoria personal. Ahora bien, debo cargar los datos necesarios para comenzar a construir su religión, señor Nuberg. Supongo que será usted el Mesías, ¿cierto?

—Así es.

—Bien. ¿Tiene en mente el nombre para su doctrina o desea que nuestros expertos le elaboren uno?

—En absoluto. Tengo el nombre pensado desde hace meses: Iglesia Universal del Sagrado Orgasmo.

Maier enarcó las cejas, sorprendido por el original nombre.

—Entonces en el renglón de estilo colocaré orientada a la sexualidad.

—Por supuesto.

—¿Desea usted ser conocido por su nombre real o escogerá alguna denominación diferente?

—Profeta Nuberg.

—Muy bien. —Maier llenaba la planilla electrónica a medida que el cliente describía sus preferencias—. Hablemos sobre sus códigos morales o libro sagrado. ¿Desea una Biblia personal?

—Claro. De hecho tengo un boceto preliminar que puede tomar si lo necesita. Supongo que hace falta pulirlo un poco pero contiene todo lo necesario para orientar mi religión. Se encuentra en mi memoria personal.

Maier ejecutó la aplicación de búsqueda de memorias y de pronto apareció el icono que correspondía al implante del señor Nuberg.

—Por favor, introduzca su clave —le dijo, señalando el teclado numérico que se materializó sobre el escritorio.

—El documento se encuentra en la carpeta SagradoOrgasmo. —Señaló el cliente al mismo tiempo que tecleaba.

—Muy bien... —dijo Maier.

Cuando el Gerente Regional se disponía a realizar una copia del documento, el escritorio lanzó un repentino pitido y un rótulo rectangular brillante con la palabra #Importante# brotó en su superficie.

—Tan sólo es mi secretaria llamándome por el intercomunicador —explicó, e hizo desaparecer el rótulo—. No se preocupe, no nos interrumpirá... ¿Cuáles son los aspectos más importantes que desea incluir en su religión?

—Bien, como lo mencionó, la sexualidad es lo principal. Mi doctrina debe tener una fuerte carga moral, sobre todo en relación al concepto de felicidad y de amor, pero la vía para lograr la paz espiritual y el concilio entre los creyentes es a través del acto sexual. El orgasmo debe ser considerado el pilar de la experiencia religiosa, y sólo gracias a la práctica sostenida y desinteresada del sexo se puede ascender en el escalafón de las jerarquías.

—Es decir que también le debemos incluir jerarquía en su iglesia. ¿Cómo estará estructurada?

—Hum, sin duda deseo tener Diáconos que atiendan las iglesias y capten a los nuevos adeptos. Luego Obispos que se encarguen de los aspectos administrativos de mayor escala. Por último es necesario un concilio de veinticuatro Apóstoles bajo mi mando.

—Muy bien, estoy incluyendo todo eso en su contrato.

—Agregue que ese concilio estará siempre conformado por mujeres, todas ellas hermosas sin excepción, y sólo podrán tener relaciones sexuales conmigo o entre ellas mismas.

—¿Los Diáconos y los Obispos también deberán ser mujeres únicamente? —preguntó Maier interesado.

—No, no hace falta. Pueden ser de ambos sexos, y tendrán libertad total para dar placer a los creyentes en cualquier momento.

—Bien... Además de las actividades internas de la Iglesia, ¿cuáles serán sus servicios para la comunidad?

—Tengo pensado realizar proyectos comunitarios educativos. Enseñar la importancia de las relaciones personales. Acabar con el egoísmo y demostrarles a los creyentes que la humanidad necesita compartirse a sí misma para lograr la felicidad. Estoy seguro de que mis teorías pueden lograr crear un individuo plenamente feliz y en armonía con el mundo y la sociedad que le rodea. También me parece necesario ayudar a moldear las mentes más jóvenes, a los adolescentes. Mi Iglesia se encargará de enseñarles las virtudes del afecto y el buen sexo.

—Perfecto, señor Nuberg, es un placer tener clientes que sean tan claros en lo que quieren. Ahora hablemos de la Iglesia propiamente dicha. Como le mencioné, usted puede seleccionar cualquier ciudad del mundo como sede...

—Ginebra —señaló con firmeza.

Maier tamborileó los dedos sobre la consola e introdujo en el contrato la localidad.

—¿Algunas otras ciudades en particular en las que desee tener una representación importante?

—Tokyo, Nueva York, París, Moscú, Caracas, Buenos Aires y Río.

—¿Cuenta ya con personal para atenderlas? Es decir, ¿algunas amistades o conocidos que estén dispuestos a formar parte de su religión? ¿Diáconos u Obispos de su confianza?

—Tengo una lista, sí. También puede tomarla de la memoria.

—¿Y qué me dice de sus Apóstoles?

—Mi esposa, su hermana y mi amante serán las coordinadoras. El resto puede conformarlo usted, aunque, tengo una pregunta...

—¿Cuál será?

—¿Es posible escoger alguna figura reconocida para que forme parte del concilio?

—¿Una figura reconocida?

—Me interesaría tener a Claudia Larca, la súper modelo. También a Juliette Damos, la actriz de Hollywood.

Maier se echó hacia atrás en el asiento.

—Hum, supongo que es posible, pero no puedo prometerle nada. Haremos el intento, pero si no las conseguimos, me aseguraré de encontrarle muchachas cuya apariencia física sea muy parecida a esas damas que solicita.

—Excelente.

Entonces el escritorio pitó de nuevo. Maier lanzó un manotón al rótulo brillante y lo borró de la consola.

—Disculpe usted... ¿Algún otro aspecto que considere necesario comentar?

Nuberg se ensimismó por unos segundos. Luego dijo:

—Deberán celebrar un festival en mi nombre, todos los años el día de mi cumpleaños. Yo decidiré la ciudad en cada oportunidad. El festival tendrá una duración de una semana y el evento será televisado con el fin de captar nuevos adeptos.

—¿Desea eventos musicales, cenas de gala, competencias, juegos, bacanales?

—Todo.

—Perfecto.

Maier prosiguió agregando los datos al contrato con destreza. Verificó que las casillas estaban correctas y luego levantó la cabeza mostrando una expresión de satisfacción.

—Ahora bien, señor Nuberg —prosiguió—. Es importante que le explique cómo funciona el sistema de PersonalFe. Una vez que firme usted el contrato, procederemos con la elaboración de su religión en ese mismo instante. Sin embargo tenga en cuenta que su plan es el más complejo de llevar a cabo, por lo que deberá esperar de seis a ocho meses antes de recibirlo. Nuestra empresa le garantiza tres millones de seguidores en su primera entrega. Entenderá que el proceso de formación de esos tres millones lleva tiempo, pero le puedo asegurar que la espera valdrá la pena, pues ellos serán completamente devotos a usted. Al mismo tiempo construiremos su sede en Ginebra así como las demás Iglesias en todo el mundo. Durante el proceso lo contactaremos para ir asignando los Diáconos y Obispos a cada una. También le haré llegar los perfiles de sus Apóstoles para que usted mismo las apruebe.

»Por otro lado, elaboraremos los documentos específicos que excluyen a nuestra empresa de cualquier responsabilidad sobre el uso o abuso de su religión. Siempre podrá solicitar nuestros servicios de atención al cliente o soporte técnico si se presenta algún problema en el desenvolvimiento de su fe o de su congregación, pero cualquier acto que vaya más allá de lo estipulado por nuestro contrato no será atendido.

»Es importante también que recuerde que PersonalFe le garantiza su religión, pero la administración de la misma depende totalmente de usted. Eso quiere decir que, si sus creyentes por alguna razón deciden retirarse o convertirse a otra, no es nuestro problema.       

—¿Y qué me dice de los tres millones de garantía?

—Esos son seguros, pero nunca eternos. Si alguno de ellos muere, no será repuesto con otro. Dependerá de usted convencer a los nuevos adeptos.

—Me parece justo. Tengo plena confianza en mi dogma.

De pronto Maier escrutó con detenimiento el rostro de su cliente.

—Debo señalarle también que posiblemente tengamos que realizar cambios en su aspecto físico.

—¿Se refiere a cirugías plásticas?


Ilustración: M.C. Carper

—No, no necesariamente. Creo que pequeños cambios en su peinado, maquillaje y manera de vestir bastarán. Verá, la efectividad del proceso de conversión religiosa depende en gran medida del aspecto y las cualidades del Profeta, así como de su elocuencia. No pretendo ofenderle, pero su aspecto es muy anguloso, demasiado tenso. Deberemos suavizar un poco sus facciones y su estilo. También deberá tomar un curso de oratoria de seis meses de duración.

—Eso me agrada.

—Excelente. En ese caso, todo está listo. Permítame establecer los parámetros del contrato y le mostraré las tarifas.

Una vez más, Maier se dedicó a manipular la consola que ahora estaba repleta de texto y cantidades. Finalmente dio un golpe con su dedo índice derecho a un icono en particular y la planilla del contrato giró ciento ochenta grados para que el cliente pudiera leerla sin problemas.

—Por favor verifique que todo está en orden.

Nuberg se tomó su tiempo en revisarlo.

—Luce bien.

Maier asintió con la cabeza y pulsó de nuevo la consola. El monto total por la elaboración de la Iglesia Universal del Sagrado Orgasmo titiló bajo el rostro de Nuberg.

—Verá en la planilla del contrato dos campos al final. Uno de ellos muestra el costo por nuestros servicios, impuestos incluidos. El segundo campo se encuentra vacío. Allí usted puede ingresar un monto de su preferencia, que se considerará un fondo de reserva para mantenimiento y servicios adicionales.

—¿Para qué sirve ese fondo exactamente?

—Para cubrir cualquier gasto extra que genere algún evento imprevisto o bien algún requerimiento suyo.

—¿Por ejemplo?

—Si se deterioran las instalaciones de las Iglesias y desea restaurarlas, puede hacer uso del fondo. Si ocurre algún desastre natural y necesita reconstruirlas, también. Si desea realizar donaciones, construir escuelas u hospitales, nuevas Iglesias. Todo eso.

—¿No es suficiente con el dinero que obtendré de los adeptos?

—Dada la escala de su Iglesia, puede que no sea suficiente. Pero no es obligatorio que aporte dinero al fondo. Dejamos a su libre albedrío si lo hace o no.

Nuberg entrecerró los ojos y miró de nuevo el contrato. Se mojó los dientes con la lengua y aprobó con su pulgar derecho la astronómica cifra correspondiente al primer campo. Después posó sus dedos sobre el teclado numérico que yacía junto al contrato y apretó los labios hasta casi hacerlos desaparecer.

Maier se envaró en el asiento y descansó los brazos en su regazo.

Finalmente el cliente pulsó el teclado e introdujo al segundo campo un monto de nueve cifras. Verificó una vez más todo el texto del documento y acercó su pulgar a la consola para aprobar el segundo monto. Justo antes de pulsar, el escritorio se llenó de pitidos y rótulos provenientes del intercomunicador de la secretaria.

Maier centelleó los ojos y gruñó algo entre dientes.

—Por favor discúlpeme, señor Nuberg.

Presionó uno de los rótulos y el recuadro con el rostro de la secretaria se materializó ocupando media superficie del escritorio.

—¡Anny, estoy ocupado con el cliente! ¡No me interrumpas! —exigió el gerente.

La muchacha se encogió de hombros y arrugó el rostro, apenada por su insistencia.

—Lo siento, señor, pero si no fuera realmente importante no lo molestaría.

Maier miró al techo, soltó un bufido y negó con la cabeza.

—Está bien, Anny. ¿Qué sucede?

—Según información recién recibida, la Congregación del Alabado Transistor acaba de declararle la guerra a la Alianza del Diodo Supremo. Ejércitos de ambas religiones se encuentran desplegados en Europa y Asia.

—¿En serio? —dijo Maier levantando la comisura de la boca—. Bien, ambos son nuestros clientes, pero la Alianza del Diodo Supremo posee un contrato superior. Además, su fondo de reserva es como tres veces el del Alabado Transistor. Comunícate inmediatamente con la ONU, y haz oficial el pronunciamiento de guerra. Luego conversa directamente con el Secretario General y exígele una autorización del Consejo de Seguridad para intervenir en el conflicto. Llama también a los Extremistas Norteamericanos y compra armamento con dinero del fondo de la Alianza... Hazles llegar esas armas lo más pronto posible.

—¿No prefiere hablar usted mismo con el Secretario General?

—No. Estoy atendiendo al señor Nuberg.

—¿Y qué hay de la Congregación del Alabado Transistor?

—Envíale algunas tropas de nuestras reservas, pero indícales que si desean armas, robots o mejores equipos, tendrán que depositar el monto necesario en su fondo.

—Muy bien, enseguida, señor Maier.

El rostro de la secretaria se esfumó y en la consola brilló de nuevo el contrato de Nuberg. El Gerente Regional apretó la espalda contra el respaldar del asiento y estampó en su rostro su sonrisa patentada.

—¡Casi olvido decirle! —exclamó—: También la Guerra Santa, la hacemos a su medida.

Nuberg levantó una ceja y le miró perplejo por un instante. Luego regresó su atención al contrato y sopesó la cantidad del fondo de reserva. Llevó sus dedos al teclado y agregó una cifra más al monto, antes de aprobarlo con su pulgar.



Ronald R. Delgado C. nació en los '80 en Venezuela, en Caracas, y ha vivido allí desde entonces. Es licenciado en Física de la Universidad Central de Venezuela. Su campo de trabajo es el de la Inteligencia Artificial y la Robótica. Lee principalmente ciencia ficción, aunque también le encanta el terror y las novelas de suspenso. Su escritor favorito es Isaac Asimov y su novela favorita Anochecer. También la serie de la Fundación. Adora el trabajo de E. A. Poe y le encantan también las novelas de asesinos en serie como las de Thomas Harris. Admira a los genios como Clarke, Bradbury, Heinlein, Tolkien, Dick, etc. Afirma: "Sobre las películas puedo decir que soy fanático de la serie Star Wars y además de ellas, mis otras dos películas favoritas son Blade Runner y The Matrix. Admira el trabajo de Spielberg y Kubrick.

Hemos publicado en Axxón: DISFRUTAR DE ESA MANERA (115), UN BUEN DÍA PARA MORIR (125), CONCIENCIA RECUPERADA (151), TRONO (162), REVÉS (180)


Este cuento se vincula temáticamente con "PARADOJAS", de José Brox (158) y "MUCHACHA EN PABELLÓN CON FONDO DE VOLCANES", de Ricardo Castrilli (152)


Axxón 188 - agosto de 2008
Cuento de autor latinoamericano (Cuentos : Fantástico : Ciencia Ficción : Critica social : Realidad virtual : Venezuela : Venezolano).