DIVULGACIÓN: Un órgano... ¿vestigial?

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Jacobson


por Marcelo Dos Santos (especial para Axxón)
www.mcds.com.ar


Gato salvaje de Pallas haciendo "la mueca"
¿Qué tienen en común las lenguas bífidas de los ofidios con el perfume francés? ¿Y las malformaciones de la talidomida con la notable mueca de los gatos? ¿Y los arranques de autismo de los caballos con la sensación de náusea?

¿Nada, dice el amable lector? Pues está equivocado. Tienen que ver. Y mucho. Todas estas cosas dependen y corresponden a lo mismo. Vamos a explicar una cuestión interesante. Y la clave de todo la tienen, como siempre, la Madre Selección Natural y el Padre Evolución.

"Dios hizo al gato para que el hombre sienta el placer de acariciar al tigre", reza el adagio tan conocido entre los criadores y cultores de la felinofilia. Esta extraordinaria especie, especialista en sobrevivir pero generalista para disfrutar, lleva con nosotros un rato largo. Para ser exactos, unos 10.000 años. Si usted tiene la suerte de encontrar una tumba de esa antigüedad en Siria, Turquía o Israel, es muy probable que halle en ella numerosas figuritas de arcilla representando gatos domésticos. En Chipre, los hombres de hace 9.500 años enterraban a los niños fallecidos junto con sus mascotas, que por supuesto eran gatos.

El gato se ha transformado, en estos cien siglos que han pasado, de especie silvestre tolerada por el hombre a causa de su capacidad de desmaterializar los roedores, en un animalito doméstico, una mascota simbionte o, como se lo clasifica ahora, en un "cautivo explotador". Es nuestro prisionero, lo obligamos (¿obligamos?) a cohabitar con nosotros, pero él nos explota hasta el último extremo, tendiendo la cuerda de nuestra relación hasta puntos inimaginables, obteniendo el rédito más usurario que se haya visto jamás en una especie no parasítica. Pero le falta poco para convertirse en eso.

Como sea, el que tiene gatos o los observa con cuidado los verá a menudo en una actitud extraña. El autor de este trabajo la llama "la mueca", aunque, por supuesto, tiene otro nombre mucho más académico.

Piense, haga memoria. Recuerde a su gato. Va a ver que sabe de lo que le hablamos. El pequeño felino se queda inmóvil, alza la cabeza, retrae el labio superior, traba la punta de la lengua entre las mandíbulas y comienza a inhalar el aire en aspiraciones cortas y profundas, claramente visibles si uno le observa los flancos. Es capaz de permanecer en esta actitud abstraída, completamente ajena al mundo que lo rodea, durante varios minutos. Luego, tan súbitamente como había comenzado, el fenómeno termina y el gato vuelve a su posición normal: enroscado en el mejor sillón de la casa y durmiendo el sueño de los justos.


Mujer grávida con hiperemesis
En 1958 salió al mercado un medicamento que consistía en una droga nueva: la n-(2,6-dioxo-3-piperidil)-ftalimida. Entre otros nombres, se la encontraba en las farmacias como Varian, Contergan, Gluto Naftil, Softenon, Noctosediv, Imidan y Entero-sediv. El nombre industrial de la n-(2,6-dioxo-3-piperidil)-ftalimida era talidomida, y los efectos de su introducción fueron trágicos y catastróficos.

Su uso era simple y redituable, porque era una droga sumamente efectiva. Como se sabe, las mujeres gestantes a menudo presentan brutales ataques de náuseas y vómitos conocidos como hiperemesis gravídica, que les arruinan la calidad de vida y les provocan una crispación lamentable. Pues bien: la talidomida controlaba en forma instantánea la hiperemesis, lo que la convirtió en la niña mimada de los obstetras y ginecólogos de todo el mundo.

Pero había un pequeño problema... La talidomida es teratogénica, es decir, provoca graves malformaciones congénitas en el niño nacido de la madre que la toma. Así, primero en Alemania (país descubridor del fármaco) y luego en el resto del mundo, comenzaron a aparecer recién nacidos con focomelia, meromelia y amelia, malformaciones de los miembros que oscilan desde los brazos y piernas vestigiales o de pequeño tamaño hasta la total ausencia de ellos. En 1963, apenas cinco años después de su introducción, la talidomida fue retirada del mercado, pero sus efectos persisten como una cruz para las numerosas personas que han sufrido su desastrosa intervención.


Folleto informativo sobre los riesgos de la talidomida
Ahora se ha comenzado a usarla de nuevo, porque es buena para tratar el cáncer y la lepra, pero se advierte a los consumidores (hombres y mujeres) que no pueden intentar un embarazo mientras haya talidomida en sus organismos.

Usted va a caballo por el campo. De repente, el animal se detiene, queda inmóvil y comienza a respirar rápidamente. Usted, sorprendido, se apea, y, al mirarlo de frente, descubre una mueca similar a la ya descripta en los felinos. El labio levantado, los enormes incisivos al aire, y la misma expresión ausente en la mirada. Tras, tris, tras, respira rápidamente el equino. Hágame caso: átelo a un poste grueso. Átelo, porque si es lo que creemos, va a necesitar un regimiento para contenerlo dentro de unos segundos. Si no hace lo que le digo, la situación se le va a complicar, amigo lector.

Muchas serpientes cazan guiándose principalmente por una especie de sexto sentido localizado en dos órganos ubicados entre el ojo y la fosa nasal. Tienen la forma de dos orificios, que son sensibles a la radiación infrarroja y literalmente les permiten "ver" el calor que producen, por ejemplo, los animales de sangre caliente. Este extraordinario mecanismo sensorial es, como se comprende, esencial para aquellas especies que se alimentan de aves o pequeños mamíferos.

A pesar de ello, tienen otro sistema que les otorga gran control sobre su entorno: su particular lengua bífida. ¿Quién no ha visto en un documental a un ofidio sacando y metiendo su extraña lengua bifurcada mientras busca el camino hacia su presa? Bueno, todo tiene que ver con todo, y de eso se trata el artículo de este mes.

La selección natural tiene un sistema, que consiste básicamente en que cada paso que da presta a su portador una ventaja evolutiva. Caso contrario, la característica en cuestión no será conservada. En pocas palabras: si algo está y existe en una especie, es porque para algo sirve.

Este es un principio general, pero en su misma naturaleza lleva la posibilidad de excepciones. Un ejemplo son los tres músculos que tenemos en cada oreja, vestigios evolutivos descartados del tiempo en que movíamos las orejas como los conejos. Es verdad, algunas personas conservan la capacidad de moverlas, pero la mayoría no.


Notable foto de un tigre salvaje en plena "mueca"

Todo lo que enunciamos al principio de este artículo (las náuseas, las serpientes, los gatos, los caballos y el perfume) guardan relación con uno de estos resabios de la selección natural.

El botánico, zoólogo y anatomista holandés Frederik Ruysch describió en el ser humano, en 1703, un extraño órgano localizado en la base de la cavidad nasal, muy cercano a las membranas olfatorias. Al principio lo consideró parte del sistema que detecta los olores, pero luego observó que el tal órgano está totalmente aislado, separado por una cápsula ósea o cartilaginosa del resto del aparato olfativo.


OVN en el hombre
En 1813, el médico danés Ludvig Jacobson "redescubrió" este órgano en uno de sus pacientes, y en su homenaje, el mismo es conocido hoy con su nombre: órgano de Jacobson, o, más correctamente, órgano vómeronasal (OVN), por su ubicación entre los huesos vómer y nasales.

El órgano de Jacobson tiene forma de medialuna, y sus dos extremos se abren a la parte superior de la cavidad bucal, normalmente mediante dos conductos que se encuentran ubicados detrás de los dientes. Ya descubrimos el porqué de la bifidez de la lengua de la serpiente: ambas puntas encajan exacamente en los conductos externos del órgano vomeronasal.

Lo que sucede es lo siguiente: el reptil saca la lengua y recoge con sus extremos partículas olorosas no volátiles, y las deposita en los orificios del OVN. Este se comunica por medios no muy claros con la amígdala y el hipotálamo del cerebro, brindándole una cantidad enorme de información sensorial que el olfato no podría ni recoger ni procesar debido a su dependencia de los olores volátiles. Por decirlo de alguna manera: hay perfumes que van al aire y otros que son más pesados y tienden a caer. Estos últimos son los que recogen los ofidios con la lengua y son interpretados por el OVN.


Lagarto de Komodo introduciendo datos en su OVN

Y ha acertado nuevamente el avezado lector: el gato hace lo mismo mediante La Mueca. Espera que las partículas no volátiles caigan sobre la punta de su lengua (recuérdese que asoma entre sus dientes) y las inspiraciones cortas y enérgicas las impulsan hacia su OVN. Se calcula que el gato almacena en e identifica con su Jacobson varios millones de aromas que no pueden ser revisados por medio del olfato.

Lo del caballo es similar: la mueca equina sirve para que el OVN detecte las débiles trazas del flujo vaginal de una yegua en celo —y por eso recomendábamos al lector que atara a su potro cuando lo viese en esta actitud—, que puede estar muy lejana pero ser aún detectable para este soberbio equipamiento de supervivencia.


Cuando vea esta expresión, quítese de en medio:
extrema reacción de flehmen en una yegua adulta en celo

Como se observa, la diferencia entre el olfato y el OVN es que las neuronas del primer sentido terminan en la corteza olfatoria, es decir que producen una respuesta consciente. Sin embargo, en el caso del segundo van a parar a dos núcleos cerebrales que no tienen nada que ver con la conciencia vigil. La amígdala controla la memoria emocional, especialmente lo que tiene que ver con el miedo, la sexualidad y la lucha, así como la consolidación de los recuerdos en la memoria. El hipotálamo maneja el ciclo del sueño, la reproducción, la alimentación y el instinto maternal, entre otras muchas funciones conocidas.

Las moléculas que detecta el OVN van al piso porque son más pesadas que el aire, y esto se debe a que suelen ser de naturaleza proteica y muy grandes. La mayoría de ellas constituyen lo que se conoce como feromonas, que no son ni más ni menos que mediadores de comunicación química. Esto quiere decir, por ejemplo, que un felino reconoce a los miembros de su propio grupo mediante las feromonas. Por ejemplo: los gatos se frotan unos contra otros y contra usted. Luego de hacerlo, se lamen el pelaje. El sentido de esto es llevar las moléculas de feromonas de los otros miembros de su sociedad al OVN con la punta de la lengua, y allí se archivan y se fijan en la memoria inconsciente.


El OVN de un ofidio

Las feromonas se encuentran particularmente en la orina, en el flujo vaginal y en los productos de las glándulas sudoríparas y sebáceas. En el caso de los gatos, además, en la secreción de las glándulas supracaudal, perianales, interdigitales, sebáceas de los sacos anales, del mentón, peribucales y del conducto auditivo. Es por esto que se frotan contra todo, par dejar su señal y formar una especie de "olor de familia" mezclando sus feromonas con las del dueño, parientes y amigos.

Lo que hasta aquí hemos denominado "mueca" se llama en realidad "Reacción de Flehmen", de una palabra alemana que significa "retraer el labio superior". Se cree que el flehmen lleva las feromonas al OVN mediante un mecanismo de succión, y es muy notable en los ungulados y los gatos. Sin embargo, no es imprescindible: el perro no la tiene y su Jacobson es perfectamente funcional.


Gato doméstico en plena reacción de Flehmen

Pero la pregunta capital de todo este asunto es si en el ser humano (que posee Jacobson, como ya hemos dicho) el OVN funciona o no. Si la respuesta fuera negativa, estaríamos en presencia de un órgano vestigial, atrófico, que ha sido descartado por la evolución como lo han sido las muelas del juicio, que hace más de 5.000 años que han perdido su función masticatoria. Caso contrario, ¿para qué nos sirve a nosotros?

Aunque la literatura popular ha especulado interminablemente sobre esto, no hay una respuesta científica categórica a estos interrogantes.

El problema con el OVN es que parece cumplir funciones diferentes según el grupo de organismos de que se trate. Si bien la función detectora de feromonas sexuales está demostrada en los mamíferos (el OVN de hámsters y ratones se llena de hormona luteinizante, de obvia función sexual, cuando el órgano detecta feromonas de una hembra en celo), en una serpiente u otros reptiles sirve para detectar la presa, función poco "feromónica" donde las hubiese, si se nos admite el neologismo.


Órgano de Jacobson en una serpiente

Si bien siempre se ha conocido la existencia del OVN en los animales, su posesión por H. sapiens ha generado acres disputas entre los científicos, ya que muchos sostenían que Ruysch y Jacobson estaban equivocados, o que habían confundido una malformación con el órgano vómeronasal.

Los resultados obtenidos mediante endoscopías y microfotografías hoy en día muestran que, al menos en uno de los lados del vómer, los humanos en efecto poseemos un OVN. A partir de 1993 ya nadie duda de ello.

Determinar si funciona o no ya es harina de otro costal.

Si hemos de ser científicamente estrictos, contrariamente al de los animales, el OVN humano no presenta neuronas sensoriales que lleguen al cerebro. Es un órgano "aislado" neurológicamente, por lo que, a primera vista, no debería cumplir ninguna función. De hecho, las neuronas "normales" de nuestro epitelio olfativo son perfectamente capaces de detectar e identificar muchos tipos de feromonas. Este es el motivo por el cual muchos productos cosméticos las incluyen en sus fórmulas, principalmente los perfumes de buena calidad. Es por ello que una persona provista de ese perfume nos resulta más atractiva que si no lo tuviese.


El OVN de un gato

Si embargo, los genes de los animales que codifican la función receptora de feromonas de sus OVN están también presentes, sin cambios, en el genoma humano. Y uno de ellos es idéntico al que produce una respuesta hormonal del Jacobson de los roedores al detectar feromonas de hembras en celo.


Reacción de flehmen en un ungulado

Se han hecho estudios (emprendidos por empresas cosméticas que tienen interés comercial en demostrar la funcionalidad del OVN humano) que, libres de errores metodológicos, parecen confirmar una actuación de detección química (pero no olfatoria, es decir, inconsciente) localizada en el epitelio vómeronasal humano. Por el hecho de ser no olfatoria, no produce ninguna respuesta consciente en las personas, pero sí un evidente cambio emocional y del humor.

Si, como parece posible, el OVN humano se llena de hormona luteinizante como el de los ratones, entonces no necesita de axones neuronales para transmitir su respuesta, sino que dispone de un eficiente mecanismo endócrino de comunicación con el resto del encéfalo, independientemente de sus conexiones neuronales, pasando la información a todo el organismo a través del torrente sanguíneo. Esto es exactamente lo que hacen las feromonas en los demás mamíferos: producen cambios hormonales casi inmediatos que determinan el disparo o freno de diversas conductas sexuales.

Muchos estudios proponen que la sobreestimulación del órgano de Jacobson produce, en la mayor parte de las mujeres embarazadas, la famosa e infame hiperemesis gravídica, que intentó ser tratada con la trágica talidomida. Se cree que esta droga, precisamente, bloquea la respuesta hormonal del OVN y por ello era tan efectiva contra los vómitos y las náuseas. Sin embargo, muchas de todas estas evidencias son parciales o basadas en muestras de escaso porte, por lo que restan aún por ser confirmadas.


Distintos perfumes con feromonas

A pesar de todo, las empresas de perfumes y desodorantes siguen apostando a una muda y supuesta reacción de flehmen en el ser humano, financiando sesudos estudios y guardando la íntima esperanza de que en verdad el órgano de Jacobson sea completamente funcional en nosotros, cerrando así el círculo abierto por las lenguas bífidas, la mueca de los gatos, las malformaciones talidomídicas y las fragancias francesas.


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