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Analogías Textuales
1984 - George Orwell

por C. Pablo Lorenzo

Es peligroso que en nombre del bienestar común, el Estado, o lo que sea, se pida la censura del arte, el «doblepensar», lo contradictorio. Es fatídico prohibir pues se mata al individuo. Cuando los dogmas son rígidos sólo queda la violencia o recurrir al Estado (conservador y violento) para que anule lo diferente. Este es el futuro que nos muestra la última novela de Orwell donde todo es correcto, no hay disenso, y hasta se pueden eliminar notas de los diarios como si nada hubiese pasado, como si la noticia no hubiese existido.


Solamente un cuidado extremo de las palabras podría llegar a definir este clásico. Una extremada abstracción mental es necesaria para no asociarlo con hechos históricos pasados y presentes.

Así como «El Quijote» es una referencia constante a la libertad y a las causas utópicas, «1984» es evidentemente todo lo contrario: un aviso en el camino lógico de la dirección del Estado y sus representantes, en definitiva, sus verdades intenciones de dominio e imposición por la fuerza.

Difícil será no politizar palabras en una obra claramente política que remueve la olla de la relación Estado-Gente en donde los segundos tienen todas las de perder. Los que manejan los mecanismos del Estado poseen beneficios mientras que la clase media y los «proles» se ven imbuidos en la miseria y la necesidad, incluso de libertad de pensamiento.

No se equivoque, estoy hablando exclusivamente de la novela, en ella aparecen también la tortura constante de estar vigilados, la negación del sexo y lo más terrible: el amor. La ruptura familiar es fomentada, los niños y los jóvenes son impulsados hacia el sadismo de denunciar a sus padres y vecinos. El terror alimentado por constantes guerras y bombardeos que exaltan el patriotismo. Hay unos «Minutos del Odio» en el día que se incita a todos a odiar con fuerza, y a amar siempre desmesuradamente al «Gran Hermano», omnipresente imagen representada por un tipo de 45 años: líder bueno y victorioso. Los periódicos así lo señalan.

Winston, el personaje principal, intenta liberarse de ese Estado aplastante que perversamente acude a la repetición y la contradicción:

«La Guerra es la Paz
La Libertad es la Esclavitud
La Ignorancia es la Fuerza»

Son los lemas en los que se basa esa sociedad, manejada por 4 Ministerios:

«El Ministerio de la Verdad
El Ministerio de la Paz
El Ministerio del Amor
El Ministerio de la Abundancia»

Los cuatro se encargan de anular cada uno de los términos finales. Nos detendremos en el primero pues es allí donde trabaja Winston. Desde ese aparato estatal se encargan de corregir los «errores» que existan en las publicaciones. Los que antes eran héroes van a ser traidores como Goldstein (quien además se nos presenta como una especie de Ángel Caído, pues en su pasado fue dirigente del Partido), la guerra ha cambia de enemigos varias veces, entonces va a figurar como que «siempre» el enemigo fue el del momento presente. Se borran y se arreglan las notas para que la verdad sea acomodable, para que no existan fricciones, ni contradicciones en lo publicado en el pasado.

En los pasillos de ese ministerio es donde Winston se enamorará, aunque al principio odiará a su amada. Es un paso lógico ante una serie de rebeliones que van creciendo dentro suyo: ya ha dado el primer paso al ocultarse de la pantalla vigía que hay en su casa aprovechando un hueco de la pared; se oculta para escribir, para odiar al Gran Hermano que lo somete a un estado continuo de necesidad y degradación. Su segunda trasgresión es pensar —doblemente— en lo que pasa ante sus ojos en su trabajo: el ocultamiento de la verdad constante... la tercera y la peor es enamorarse cuando las relaciones sólo se fomenta para la reproducción, es allí donde se vuelve vulnerable, cree haber encontrado un lugar apartado y alejado de la vigilancia en el sector donde viven los «proles», donde será atrapado junto a su amada, pues nada escapa a la mirada del Estado.

La negación continua del individuo es lo que propugna el Partido, así una vez atrapado Winston será sometido a la tortura más terrible que pueda soportar un hombre. No solo torturas físicas sino la negación de lo que más quiere. Ante una tortura insoportable para él, una maravilla psicológica de tormento especialmente diseñada para Winston, solamente le queda gritar y desear con convencimiento «¡Háganselo a ella!»

Al negar su amor es un hombre roto ya no le queda nada, ese era el último bastión por vencer en su individualidad. Si antes creía que los «proles» se levantarían después de la tortura final de la habitación 101 ya no le importa, ni siquiera la imposibilidad de tal suceso puesto que imbuidos en la miseria no podrían levantarse ante todo el aparato y los medios de represión estatales.

Imperdible resulta la conversación entre el representante del Estado, del Partido, encargado de torturarlo y Winston. Es allí donde se devela las verdaderas intenciones del Estado en boca de unos representantes que no tiene que ocultar sus verdaderas intenciones: el Estado necesita gente que no piense para afianzarse eternamente en el poder, y ese poder es lo único que importa.

Analogías con la actualidad se me ocurren a montones, así como cuando ocurrió el desastre de Asia con sus 150.000 muertos recordé que en la novela «Plataforma» de Michel Houllobecq escrita pocos años atrás mostraba sin hipocresías a las paradisíacas costas como el lugar preferido para europeos y norteamericanos en busca de turismo sexual y el abuso de menores; se mostraba esas playas como lugares magníficos para ricos mientras que la población se moría de hambre y pestes. Antes que llegará la ola, la gente estaba ahogada en la pobreza, en la India se levantan los cadáveres de la calle desde hace muchas décadas y ahora todo el mundo occidental corre a ayudar por que desaparecieron Europeos y Norteamericanos.

Más analogías resultan al observar a los chicos muertos en República de Cromañon y hacer una asociación dolorosa con la novela «Farenheit 451» de Ray Bradbury, donde los bomberos impulsados por el estado ocasionaban los fuegos en vez de apagarlos.

Más y más referencias literarias podría llegar a expresar en cada uno de los sucesos que nos vienen sucediendo a la humanidad, pero solo puede rozar levemente la brutal realidad. Indudablemente lo que más se acerca a la realidad política global de esta época de guerras, control y búsqueda de domesticación es «1984», por favor léalo y dígame que estoy equivocado al tener miedo de lo que viene, dígame que es mi naturaleza pesimista y que ese Estado totalitario e inhumano que lucha contra el individuo no está entre nosotros en este momento.


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