AnaCrónicas, por Otis

Ajá. Así que los señores quieren saber por qué no hubo AnaCrónicas en todo este tiempo. “Qué van a decir ahora que ya se quedaron sin excusas”, estarán pensando. No señor, de ninguna manera. Excusas son lo que nos sobra. “Sí, claro, y también les sobran las pocas ganas de trabajar”, agregarán ustedes, en abierto desafío a la lengua y a la lógica.

Sepan, ingratos, que si se produjo este intervalo sin novedades fue por querer darles a ustedes lo mejor. AnaCrónicas se hace con pocos recursos, pero la mejor voluntad; y para agasajar a nuestros lectores nos habíamos puesto en contacto nada menos que con Alejandra Lumpenschneider. Ah, ya se callaron, ¿eh? Sí, esa Alejandra Lumpenschneider, la autora de la historia del circo más desastroso que jamás existió: Carpa infernal. Al principio, sólo queríamos conseguir su permiso para reproducir uno de sus populares cuentos protagonizados por el vendedor ambulante Gibraltar Belgrano, aquél que recorre el universo en su cachivache espacial cargado de chucherías. Sin embargo, las gestiones prosperaron más de lo que habíamos previsto, y Lumpenschneider nos ofreció uno de sus relatos de Carpa infernal, uno de los episodios centrales de la historia de aquel malhadado circo: nada menos que el clásico “Acerca de enanos que crecen descontroladamente”.

ADELANTOS EXCLUSIVOS
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ENTREVISTA PARADIG-
MATEMÁTICA

Por Dänik Eraparauntaar

EL GAUCHO DE LOS ANILLOS
La güelta del patróл (Capítulo 2)

¡Qué poco duraría nuestra felicidad! Fue una experiencia muy desagradable sentarnos en el banquillo de los acusados en el juicio por plagio que aquella señora rosarina le inició a doña Lumpenschneider. Decían que éramos partícipes necesarios, pero a mí me pareció que el juicio habría salido muy bien sin necesitar de nuestra participación. El fiscal pidió la pena capital, pero obtuvimos la clemencia de la corte porque nuestro capital daba pena: habíamos tenido que vender lo poco que nos quedaba para financiar nuestra defensa. De todas formas, llegamos a temer lo peor; pero, en un súbito giro de nuestra suerte, el juez nos dijo que nos exoneraba a todos con la condición de que no volviéramos a llamar a Dänik Eraparauntaar como testigo. (Aunque, entre nosotros, me parece que tuvieron no poco que ver mis preguntas del tipo: “¿Por qué el que aboga se llama abogado? ¿No tendría que llamarse abogador?”.)

Así que aquí estamos otra vez: sin efectivo, sin redacción fija, sin ganas, pero también sin culpa. ¡Después de tanto tiempo, el Reloj Mutilado vuelve a no marcar las horas! ¡El legado de Otis, a diferencia del propio Otis, sigue vivo! Y, para continuar con nuestra inveterada costumbre de ofrecerle a nuestros lectores lo mejor que nuestra falta de dinero puede manguear, presentamos en la actual entrega un material que no encontrará en ninguna otra parte, y con razón. En primer lugar, un nuevo adelanto exclusivo, reproducido con nuestra tecnología patentada de Video Estático. En segundo lugar, el inicio de una apabullante campaña por parte de nuestro audaz investigador, Dänik Eraparauntaar. Y, para cerrar con broche de oro, el postergado segundo capítulo de “La güelta del patrón”. ¡Disfrútenlo mientras dure!