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AxxónCINE

Por Silvia Angiola


DÉJÀ VU

Dirección: Tony Scott

País: EEUU

Año: 2006

Duración: 128 minutos

Género
Suspenso, acción, ciencia-ficción

Intérpretes
Denzel Washington, Val Kilmer, Paula Patton, Jim Caviezel

Guión
Bill Marsilii, Terry Rossio

Producción
Jerry Bruckheimer.


DÉJÀ VU

Los relatos de ciencia-ficción que especulan sobre la posibilidad de manipular el pasado pueden agruparse en dos categorías: aquellos en donde una minúscula alteración en el fluir de la Historia produce cambios dramáticos en el futuro, y aquellos en donde el Tiempo absorbe cualquier intromisión y los acontecimientos encuentran la forma de repetirse una y otra vez. Por citar dos ejemplos clásicos y personalmente estimados: El sonido del trueno (Ray Bradbury, 1952) y Los hombres que asesinaron a Mahoma (Alfred Bester, 1958). El cine también batalló con las paradojas temporales, muchas veces con resultados notables: en Volver al Futuro (Robert Zemeckis, 1985), un accidentado viaje en el tiempo introduce cambios beneficiosos en la vida de Marty McFly (Michael Fox) y le permite salvar al Doc (Christopher Lloyd) de morir a manos de los terroristas. En la lúgubre y postapocalíptica Doce Monos (Terry Gilliam, 1995) el convicto James Cole (Bruce Willis) se traslada al pasado para evitar que una epidemia aniquile a la humanidad y termina prisionero de un bucle temporal que confirma que la Historia (su historia) no admite modificaciones.

Si en Déjà Vu el pasado algunas veces se puede cambiar y otras no, es porque la coherencia de la historia está subordinada a la necesidad de mantener el suspenso hasta el último minuto. Terrorismo, investigación policial, alta tecnología, romance, física moderna, universos paralelos: el último film de Tony Scott (hermano de otro popular director de cine, Ridley) se atreve a una combinación de temas visiblemente heterogéneos.

Doug Carlin (Denzel Washington) es un miembro de la Agencia de Alcohol, Tabaco, Armas y Explosivos convocado para investigar el estallido de un ferry en Nueva Orleáns que acabó con la vida de más de 500 personas. Cuando Doug encuentra evidencia de que la explosión fue causada por una bomba, el agente Pryzwarra del FBI (Val Kilmer) lo invita a unirse a un nuevo grupo de tareas que experimenta con un dispositivo de vigilancia ultrasecreto. Acorde a la explicación de los científicos el artefacto permite observar los acontecimientos que se desarrollaron cuatro días y seis horas antes en cualquier punto donde exista una cámara. La recepción de datos no puede ser detenida, ni atrasada, ni adelantada: el equipo tiene la oportunidad de mirar una sola vez y tiene que asegurarse de mirar en el lugar correcto. Acechando a través de esta “ventana en el tiempo” (representada por una gran pantalla de cine) el agente Carlin llegará a descubrir al terrorista estadounidense Carroll Oerstadt (James Caviezel) y al mismo tiempo se enamorará de una mujer a la que vio por primera vez sobre una mesa de autopsia. Lejos de sentirse satisfecho con su tarea de voyeur del pasado, Doug comienza a estudiar la posibilidad de usar la nueva tecnología para revertirlo.

Los cuatro últimos días de la vida de Claire Kuchever (Paula Patton), camuflada como una víctima más de la explosión, se convierten en la clave para llegar hasta el autor de la masacre y en el objeto principal de la vigilancia de los investigadores. La observación de cada minuto de la intimidad de la joven en formato de reality show perturba a su fascinado espectador hasta el punto de abstraerlo de la realidad. La búsqueda del asesino se transforma en la búsqueda del referente de esa imagen que persiste en el tiempo, esa imagen que se ha independizado de su objeto. A tal punto llega a confundir el agente Carlin lo virtual con lo real que en un momento necesita preguntar si Claire está viva o muerta. La secuencia más afortunada del film también se origina en esta disociación entre imagen y realidad: una persecución a gran velocidad por una autopista donde perseguido y perseguidor están separados por un desfasaje temporal de cuatro días-seis horas.

Déjà Vu es un thriller que se arriesga a adentrarse en el terreno del fantástico y encubre sus puntos débiles con una idea ingeniosa y dosis efectivas de romance y suspenso. El vínculo que establece con la ciencia es bastante laxo: no se trata de ilustrar la teoría de los “agujeros de gusano” sino de proporcionar un matiz de credibilidad a un espectáculo orientado al entretenimiento masivo. El estilo dinámico de Tony Scott, su pericia para montar las escenas de acción y su manejo del ritmo cinematográfico son los factores determinantes para que el espectador se deje absorber por la propuesta sin reparar en las contradicciones e incongruencias del guión.

                       

Silvia, quien publicó el mes pasado un artículo sobre Lem y Tarkovski y en el número 161 otro sobre el clásico 'El planeta desconocido', comienza aquí con una nueva sección.
Nacida en 1964, ella vive en el Gran Buenos Aires, es casada, lee CF desde los 11 y escribe críticas de cine en forma amateur desde el 2004.

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