CONVIDADOS DEL FUTURO

José Altamirano

Argentina

—El futuro es una porquería; en verdad lo digo.

El hombre de florida camisa hawaiana y anacrónicos pantalones Oxford rubricó la categórica afirmación con un trago de vino, mientras que sus ojos acompañaban vigilantes el grácil desplazamiento de una molleja desde la fuente hasta su plato. Atacó la achura como a un enemigo a vencer y no habló hasta que hubo rebañado la grasita con una miga de pan. La mujer de expresión desconfiada y el gordo sonriente y rubicundo esperaron hasta la inexorable desaparición del último bocado. Entonces el gordo hizo un ademán con la mano, invitándolo a continuar al tiempo que hacía aterrizar en el plato del hombre extravagantemente vestido un suculento trozo de vacío. Del otro, un poco más bajo y rollizo que el primero y vestido tan estrafalariamente como éste, no se preocupó: el tipo era una verdadera máquina de tragar y se servía solo, sin pedir permiso.

—Ya le conté acerca de las maravillas científicas del siglo XXVI, pero espere a oír la contraparte y se dará cuenta por qué digo que el futuro es una porquería... ehhh, perdón... ¿habría otra botella de vino por casualidad?

El gordo se apresuró a descorchar una segunda botella de tinto, lapso que el hombre que decía venir del futuro aprovechó para mandarse al buche la ración de carne y pinchar otra morcilla de la fuente.

—Por ejemplo, la comida —dijo con la boca llena—. ¿Puede usted creer que en Argentina no hay más animales vivos? Ocupan mucho lugar, dice el gobierno. Y no sirven para nada. La carne se procesa por clonación, trozos escogidos, sin huesos ni grasa. Todo proteína, libre de bacterias, esterilizada, incorruptible... e insípida.

—¿Y del vino qué le cuento? —levantó el vaso y miró extasiado el trasluz aterciopelado—. En su elaboración no participa la uva, sino una combinación química de colorantes saborizados con la adición de algunas gotas de alcohol neutro, que se disipa en el organismo a los cinco minutos de ingerido. Porque sepa usted que en mi tiempo está prohibido embriagarse.

Se sirvió otra generosa ración de ensalada y le disputó a su compañero la última tira de costillitas. Al fin convinieron en dividirla.

—Ensalada... —continuó luego con la perorata enarbolando una rodaja de tomate, lechuga y un rábano picante ensartados en el tenedor—. Allá, los nutricionistas la elaboran a partir de un plástico comestible porque tampoco hay lugar para cultivar verduras; cada metro cuadrado de terreno está ocupado por el ser humano.


Ilustración: Valeria Uccelli

—¿Problemas con la superpoblación? —aventuró el gordo con un gesto cómplice dirigiéndose al hombre que venía del futuro. Éste suspiró, al tiempo que apuraba el último sorbo de vino.

—Eso mismo. Es que aunque usted no lo crea, la expectativa de vida alcanza ya los cuatrocientos años. Yo, por ejemplo, tengo ciento sesenta años, aunque aparente treinta.

—Nadie lo diría —intervino la mujer del gordo con un retintín irónico, al tiempo que depositaba una jarra con café sobre la mesa.

El hombre, haciendo caso omiso de la desconfiada mujer, aspiró el vapor de la jarra con los ojos cerrados.

—¡Café! ¡Café de verdad! El café, en mi tiempo...

—Y dígame... —apremió el gordo antes de que el hombre que decía venir del futuro se lanzara con un nuevo discurso—. ¿Cómo es eso de los viajes en el tiempo?

—¡Están prohibidos! Bueno, no del todo: se permiten con fines de estudio —intervino el otro por primera vez en la conversación tras pasear una desolada mirada por la fuente vacía—. ¡Si nos descubren los del Instituto de Historia Natural perderemos automáticamente nuestros trabajos! La norma de los viajeros del tiempo es no interferir en el decurso de la historia... por eso de las paradojas temporales, ¿comprende?

—Por supuesto que comprendo lo de las paradojas temporales; soy asiduo lector de Axxón... pero ¿cómo es que se arriesgaron a venir?

—¡Usted no sabe lo que es trabajar en los archivos de historia antigua! —contestó mientras alargaba el pocillo para que se lo volvieran a llenar de café.

—Compilar la historia argentina de estos verdaderos siglos de oro, enterarnos de cómo vivían nuestros antepasados, con cuánta libertad, dueños de sus vidas, aunque fueran cortas... ¡La envidia y los intensos deseos de experimentar aunque más no fuera una vez en la vida estos placeres no nos dejaban dormir! —declaró el primer hombre, a todas luces más expansivo.

—¡Comer un asado! —intervino su compañero. —¿Nos creería si le digo que lo arriesgamos todo por la posibilidad de saborear un asado, tal cual lo describen los videos de estudio?

—Así fue como un día —dijo el primero en un susurro conspirador—, tras cumplir con nuestras tareas en el Instituto, descubrimos que por una falla en el cierre cuántico había quedado habilitada una célula temporal... La tentación nos hizo olvidar todos los riesgos.

—Teníamos seis horas antes de que alguien se diera cuenta de la falla; nos hicimos con estas ropas del museo y algo de dinero de la época, fijamos las coordenadas para transportarnos a 1970, año más, año menos...

—Pero evidentemente algo falló —ambos pintaron en sus rostros una expresión de extrañeza—, ya que tras regular la célula para el retorno en cinco horas, nos dirigimos a una parrilla para hacer realidad nuestro deseo. Pero no bien entramos, todos nos miraron como si fuéramos bichos raros.

—Nos ganó el pánico, más aún cuando pedimos comida y mostramos que teníamos dinero. El dueño del lugar nos expulsó de inmediato diciendo que no estaba de humor para bromas. —Los hombres que venían del futuro sacaron algunos billetes del bolsillo y los depositaron en la mesa frente al gordo, que al verlos soltó una sonora carcajada:

—¡Qué divertido!... ¿No se dieron cuenta que le erraron a la fecha por más de treinta y cinco años, muchachos? ¡El dinero y la ropa que llevan puesta ya hace mucho tiempo que está fuera de circulación!

Los hombres del futuro intercambiaron una consternada mirada:

—Algo de eso nos imaginamos. Frustrados en nuestro propósito, decidimos dar un paseo para conocer y hacer tiempo hasta el retorno de la célula, cuando nos asaltó el irresistible aroma de su asado y decidimos tocar el timbre. El resto ya lo sabe, y de corazón debemos decirle que fue usted muy amable al invitarnos. Créanos que recordaremos toda la vida esta experiencia.

El gordo todavía reía cuando acompañó a los dos hombres del futuro hasta la puerta.

—¡Vuelvan cuando quieran pero apunten bien la fecha! ¡Los esperaré con otro asado!

Miró como se alejaban sus insólitos visitantes y después meneó la cabeza.

—¡Los argentinos no vamos a cambiar nunca! —sentenció dirigiéndose a su esposa—. ¡Mirá que errarle a la fecha por una pila de años!

La mujer agrió aún más la expresión de su rostro. Abrió la boca para hablar, pero en cambio soltó un escéptico bufido y meneando con resignación la cabeza volvió al interior de la vivienda.

Los hombres del futuro caminaron hasta la esquina y luego giraron a la derecha. Cuando el gordo ya no podía verlos, el más bajo de los dos soltó un estruendoso eructo:

—¡Qué manera de comer! El tipo es un asador de primera...

—Es lector de Axxón... ¿escuchaste eso?

—Podríamos haberle dicho que de allí sacamos el argumento —dijo su compañero con sorna.

—Sólo que a nosotros, a diferencia de los que escriben para la revista, la ciencia ficción que nos da para comer como duques casi todos los fines de semana.

—¡Beeerp!... perdón, quise decir: "Amén".



Adviertan cómo nos repetimos. Hablar de José Altamirano es superfluo (¿no les suena?). Estuvo en el número cero y que ahora está en el 169. En Axxón se publicaron, con éste, veintidós cuentos de Altamirano: "Por la puerta de atrás del paraíso" (0), "Cuaderno de sobreviviente" (14), "Ezequiel según Melissa" (39), "La real existencia del terror" (58), "El vuelo del cóndor" (71), "Las estrellas no están tan lejos" (88), "Al tiempo del retiro" (88), "La umita" (88), "Los guerreros de Urachk" (88), "Cyborg se necesita" (88), "Elefante" (88), "Tienda de antigüedades" (88), "Los que vibran en Acuario" (100), "Concepción" (106), "Comé sandía" (107), "El clon que contó la historia" (110), "Tango cósmico" (147), "Abierto las 24 horas" (148), "Un planeta camino a Aldahir" (160), "Los colmillos de la serpiente" (165) y "La hélice" (166).


Axxón 169 - diciembre de 2006
Cuento de autor latinoamericano (Cuentos: Fantástico: Ciencia Ficción: Viaje en el tiempo: Humor: Argentina: Argentino).