EN PUNTO

Hernán Domínguez Nimo

Argentina

Siento interrumpir la fiesta, pero tenemos un problema.
Hal 9000

Estaba solo en la nave sin aire y parcialmente inutilizada,
con toda comunicación con la Tierra cortada. No había otro
ser humano existente en un radio de mil millones de millas.

Dave Bowman


Otra revolución alrededor de la tierra... el instante de duda flota más alto que él... la noche, allá abajo, es negra. Es una noche que el planeta no conoce desde hace miles de años, desde el descubrimiento del fuego. Es la confirmación de lo que ya sabe.

Abandona la claraboya empujándose levemente del cristal y flota hasta la butaca que ha ocupado los últimos días, frente a su terminal. Sentado en ese lugar puede abarcar todo su mundo con una sola mirada, atravesando las compuertas abiertas del Zarya, el Nódulo Central y el Laboratorio. Desde el día en que quedó solo duda en trasladarse al Laboratorio... allí hay más espacio. Pero de alguna manera el Zvezda se ha transformado en su hogar, su refugio.

El entrenamiento vuelve a urgirle que se ponga en movimiento, que siga el procedimiento de emergencia, que cierre las compuertas, que economice el aire aislándose en un solo módulo... pero esa otra voz, la que lo ha llevado a un estado superior, lo retiene en la butaca, lo calma, le dice que todo está bien, que el momento llegará y no hay que dilatarlo ni adelantarlo.

Sus ojos caen en el cronograma de vuelos, pegado en un costado del panel de control de órbita. Es un simple papel impreso, donde las sucesivas tripulaciones han anotado las misiones cumplidas, como presos que tachan los días que faltan para salir en libertad. Él mismo marcó cinco vuelos desde que llegó a la ISS, hasta el 15A, que está intacto y con cinco meses de atraso... y que nunca despegará.

En la parte de abajo del cronograma, grandes letras rojas suplican:

¡Cristo Científico,

Sálvanos!

Arregla la radio.

Nadie se adjudicó el chiste pero sabe que fue el alemán. Siempre tuvo burlas para una religión que no conocía ni intentaba comprender. La inscripción apareció cuando dejaron de llegar las transmisiones desde el Centro Kennedy. Al principio, alimentaron la esperanza —la mentira— de que el equipo de comunicaciones tenía algún desperfecto. Hasta que el ruso insistió en salir él mismo a revisarlo... y claro, el equipo no tenía nada mal.

El cursor titila en la pantalla frente a él, llamándolo en silencio. Se acerca al teclado y escribe.


Bitácora de Edward Regis, 12-05-04, 11:53:04 - Recuerdo que, mientras observaba el avance de la Brasa desde aquí arriba, junto a Prokofiev y Doguels, imaginaba que la superficie del planeta hervía, como si alguien hubiera esparcido sales efervescentes que entraban en ebullición al menor contacto con ciudades, en lugar de agua. El recuerdo de los estertores histéricos del final aún sacude mi memoria de un cachetazo. Pero todo terminó: ahora el mundo está en silencio. Finalmente, la Brasa consiguió lo que la Peste, la Fiebre Amarilla, el Ébola y el Sida no habían podido. Las luces de la superficie se apagaron de a poco, como estrellas que se extinguen, a medida que la enfermedad avanzaba. Hace ya 72 horas que la oscuridad domina la noche de la Tierra y confirma el silencio de muerte en las transmisiones.


Salva su archivo personal y lo cierra. Duda que alguien lo vaya a leer alguna vez... pero no importa mientras esté completo. Como el resto de los archivos. Con el cursor recorre los punto doc y punto avi y repasa mentalmente el contenido: allí hay notas de diarios, entrevistas a políticos, científicos y enfermos moribundos, así como crónicas de los primeros centros de cuarentena y de los éxodos masivos de la gente huyendo de las ciudades y ayudando —sin saberlo— a propagar la enfermedad por todos los rincones del planeta. Incendios de pueblos y ciudades enteras, gente quemando enfermos aún vivos o simplemente disparándoles a quemarropa. Violencia generada por la enfermedad más violenta que la humanidad haya conocido. Todo está ahí. Todo desde que la Brasa fuera mencionada en los medios por primera vez hasta que éstos dejaron de emitir. Las primeras notas amarillistas y alarmistas, descripciones más o menos científicas. En inglés, en japonés, en castellano, en chino, hebreo. En idiomas que jamás sabrá leer. Todo está allí, comprimido y grabado.

Abre uno al azar. Es una entrevista a un biólogo francés. La traduce mentalmente a medida que el científico habla:


TV5, 27-04-04, 22:50:11 - "Estamos frente a una enfermedad espeluznante, fulminante, que se contagia más fácil que una gripe. Los animales no sólo son portadores sino que sufren la Brasa de la misma manera que un ser humano; incluso los invertebrados pluri y unicelulares. Esta plaga mortal no tiene síntomas secundarios: sólo se dedica a "arder" en una combustión que consume la pared externa de cada célula y desintegra la estructura interna de cada órgano. El cerebro hierve, las neuronas se deshacen y el paciente se sumerge en un delirio del que no sale más. El cuerpo se consume hasta secarse y morir. Los cadáveres pesan lo mismo que una momia."


Lo cierra y abre otro punto avi. Un informativo amarillista:


L.A. Enquirer, 03-05-04, 14:25:58 - La plaga, que del anonimato de un número de archivo llegó a la cúspide de la fama como la "Brasa", se habría originado en algún laboratorio de guerra bacteriológica escondido, en el desierto de Pakistán, para esparcirse por todo el mundo en un plazo no mayor a dos semanas. No queda ya ninguna nación del planeta que no haya reportado al menos una decena de contagios y el porcentaje de muertes en relación al de enfermos es casi del 100%. Aún no se ha descubierto ninguna forma de controlar —menos aún detener— a esta enfermedad mortal y el pánico ha comenzado a estallar en varias ciudades de EEUU, la nación más afectada por lo que a todas luces parece ser un atentado terrorista musulmán.


El siguiente video es de un chino gritando ante una asamblea del Partido, que lo aclama a cada puñetazo que da contra su atril. El ruso lo tradujo para él apenas lo grabó, una semana y media atrás. El chino está acusando a los norteamericanos de haber dejado en libertad un virus mutado en un laboratorio de California. Lo que no explica es por qué los que crearon el virus no usaron el antídoto para evitar los centenares de miles de muertes que hubo en su país.

Entre todos los archivos, uno solo es anterior a la Brasa. Es un editorial del periódico que lo volcó a la Fe. Un número de varios meses atrás, que bajó de internet. Nunca dejó que el ruso o el alemán lo leyeran.


Christian Science Monitor, 18-10-03, 00:55:24 - El Hombre nunca dejó de preguntarse por qué Razón fue puesto sobre la Tierra.

En virtud de su mente superior, durante milenios pensó que simplemente era reinar y disfrutar de la Creación.

Muy tarde descubrió que su poder de raciocinio le fue dado, únicamente, para observar. Su Misión es organizar y clasificar todos los elementos de la Creación. El Hombre es el archivero de Dios.

¿Cuál es el mayor logro del Hombre? El avance de los medios para acumular y archivar información en soportes cada vez más pequeños. Un simple SAVD puede hoy contener todo el conocimiento de la humanidad.

Dios creó un jardín, desparramó maravillas de vida y cuando se cansó de mirarlas envió al encargado de reunirlas y guardarlas. Esa es la tarea del Hombre. Y toda su civilización no es un fin en sí mismo sino la herramienta que le permitirá cumplir con esta tarea celestial.

Hace años que las especies están extinguiéndose, eso es un hecho. Algunas ya han desaparecido, otras están en vías de hacerlo. Pero sin duda ese es el camino que aguarda a todos los seres vivos que habitan el planeta Tierra.

Y el Hombre es el único que tiene la facultad, no solo de reunir toda la información existente acerca de cada especie, sino —lo más importante— de registrar el momento exacto en que desaparezca. Y crear así una inmensa riqueza de datos que el día de mañana, cuando haya llegado la hora del final, cuando no haya ya otra razón para existir, la Humanidad podrá devolverle a su Creador.


Lo cierra. Es la octava vez que lo lee en tres días. Y como cada vez que lo termina, se siente mejor. Convencido. Besa la medalla que cuelga de su cuello; la medalla del Santo Escriba. Otro motivo para la burla del alemán. Puede escucharlo como si le gritara junto al oído en ese instante:


"¡¿El Santo Escriba?! ¡¿Y se supone que esto es auténtico?! ¡¿Dónde se vio un teclado de computadora en la época de los santos?! ¡Sos un científico! ¡No puedo creer que te vendan estas chucherías!"


Impulsivamente, abre otra vez su archivo y escribe:


Doguels no quería creer. Nunca entendió que soy un científico. Pero que mi jefe es más importante que el suyo. El único que importa.

Sin embargo, aunque no lo supiera, aunque no lo quisiera, Doguels prestó un gran servicio a la Humanidad en el momento de su muerte. Sin posibilidad de reaprovisionamiento, el oxígeno se está terminando. Si Doguels siguiera vivo —o Prokofiev—, todos moriríamos de asfixia casi al mismo tiempo. Semejante confusión e incertidumbre hubiera sido inadmisible para la exactitud que demanda la Misión.


Salva.

Extrae el SAVD y lo sopesa. Es muy liviano. Pero contiene todos los archivos de la Misión. Fotos, videos documentales, enciclopedias enteras. Todo el material de National Geographic, Animal Planet y Discovery Channel. Todas las especies, todas sus fechas de extinción. Desde el arqueopterix hasta la cucaracha común. Millones de fechas. Todas menos una: la de su propia muerte.


Ilustración: Fernando González

Vuelve a poner el SAVD en la lectora y flota hasta la claraboya. La culpa se disuelve en el alivio de la oscuridad del planeta. El sol temprano de la órbita se refleja en los racimos de paneles solares. Un segundo de sombra cruza el resplandor. Afina los ojos y un destello de imagen aparece en su cabeza, una imagen vívida, imposible, aumentada por obra y magia de la memoria: un astronauta flotando alrededor de la estación, el traje reventado, el vacío como remedo de la Brasa, los brazos muertos extendidos, una dolorosa crucifixión en el espacio.

Sacude la cabeza para ahuyentar la imagen. La sombra ya pasó. El resplandor lo enceguece otra vez.

Gira la cabeza. Más allá está la cápsula del Soyuz, el vehículo de escape, el ticket de salida en caso de emergencia. Sólo que ahora no hay lugar adónde ir.

Vuelve a la terminal y escribe en su archivo:


Es increíble cómo cambia la percepción: antes, la estación era una burbuja asfixiante, una prisión fuera del tiempo y del mundo. Hoy es el mundo...


La pantalla se llena de puntos oscuros y el respaldo se apoya en la cabeza de golpe. Sacude la cabeza, borracho. La hora se acerca.

Se abrocha el cinturón para fijarse a la silla. No debe morir flotando en un lugar indefinido de la nave. Bastante le molesta no saber el punto exacto en que la estación estará sobre la tierra. "Órbita geodésica sobre el paralelo 55°; 36 mil kilómetros de altitud" apenas basta para tranquilizarlo.

Escribe y justifica.


La alternativa de un suicidio para conocer la fecha de mi muerte por adelantado fue obviamente descartada. Tal como ocurrió en la Tierra cuando la Iglesia se planteó la posibilidad de matar a los animales en lugar de guardarlos en zoológicos y dejarlos morir. El Hombre —su Misión— no debe alterar los tiempos de la Vida. No debe generar la historia, solo registrarla. El caso de Doguels y Prokofiev es distinto; desviaciones del camino para llegar al destino deseado.


Salva y posiciona el cursor en la última línea del archivo.

El recuadro titila, impaciente.

Sabe que los próximos minutos son fundamentales. Debe usarlos en concentrarse al máximo para que el último rastro de conciencia que precede a la muerte guíe sus dedos sobre el teclado.

La tentación de escribir la hora de cinco minutos más adelante es enorme. Pero su alma —la última— no puede despegarse de su cuerpo cargada de culpa y destinada a vagar sin destino por haber fallado en el instante final. La mirada acusadora de todo el universo se clava sobre él con apenas pensarlo.

Si falla él, no falla un hombre; falla el Hombre.

No.

Cumplirá la Misión.

Anotará la hora exacta; hora y segundos —cruciales para que la Misión no se desvíe de su ruta, tanto como un grado puede alejar a una nave espacial a trillones de kilómetros de su camino— y la computadora lanzará el SAVD en su contenedor de titanio. El Arca de la Misión orbitará la Tierra vacía por siempre, sin tocarla.

Algo le roza la frente. Tira la cabeza hacia atrás para ver las burbujas irregulares, púrpuras, que se alejan flotando apenas.

Destellos de violencia, imágenes de la lucha y el forcejeo con Doguels golpean su cabeza con saña. Levanta la mirada en busca del cadáver que viene en su dirección, flotando detrás de otra constelación de gotas oscuras. Mientras extiende la mano para empujarlo lejos, tiene tiempo para ver que la lapicera aún asoma del lugar en el que alguna vez estuvo el ojo izquierdo del alemán. Se tranquiliza al ver que el empujón envía el cuerpo a través del Zarya.

Se despierta en un cabeceo. No recuerda haber estado a punto de desmayarse. Mira la pantalla, donde la fecha y la hora —incorrectas, claro— brillan, burlonas.


Raza: Hombre. Fecha de extinción: 12-05-04, 15:47:23.


Borra la hora y deja el cursor en su lugar. Mira el reloj de la computadora. Estuvo desmayado durante más de 15 minutos. Decide setear el mecanismo automático para salvar el archivo y lanzarlo sólo hasta dos horas después de que escriba por última vez.

Se acomoda en la butaca y por primera vez en tres días se relaja. Ahora sabe que puede hacerlo. Que si se concentra lo suficiente puede cumplir con la Misión. Puede escribir la hora exacta. Incluso segundos y centésimas.

Pasan los minutos. El cursor parpadea una, dos, ciento treinta y siete veces. Pierde la cuenta. Un vahído repentino desaparece en un segundo.

Levanta la cabeza. El cuerpo del alemán no está a la vista.

Otra vez el cursor. ¿Será un segundo cada parpadeo? No sabe.

Un vahído llega y no se va. Apoya los dedos. Se le enturbia la vista sin cerrar los ojos y muere exactamente a las



HERNÁN DOMÍNGUEZ NIMO

Hernán Domínguez Nimo es redactor publicitario por la simple razón de que donde se siente a gusto es frente a un teclado o un papel. Como nunca se tomó lo literario como una profesión (ya conocemos la situación de la Argentina, donde la CF tiene miles de seguidores pero la industria editorial no lo aprovecha), es de los que escribe y escribe sin pensar que el fin del cuento no sea el hecho mismo de ser escrito. Tiene decenas de cuentos "cajoneados" que nunca se preocupó por hacer publicar. Tres años atrás empezó a enviarlos a concursos de CF del exterior. Un cuento fue finalista en el Terra Ignota de México y posteriormente publicado en la revista 2001, de España. El año pasado, otro cuento suyo fue ganador del Concurso Fobos. En Axxón 141 se publicó, dentro de la sección UFICCION, su relato "No, gracias", una curiosa bifurcación en la vida de Diego Maradona.



Axxón 143 - Octubre de 2004