F i c c i o n e s

INVITACIÓN
Juan Pablo Noroña

Cuba

"Toy like people make me boy like"
Massive Attack

Era un día increíble, de tipo a la puerta. Un hombre alto, moreno, de rasgos afilados. Sus ojos negros me miraron tal como los de un beduino acechando una valiosa caravana. Eso, por supuesto, me gustaba. También me dedicaba un preciso flujo de feromonas, justo lo necesario para mostrarme su interés y motivarme al mismo tiempo. Todo muy correcto y manejable por ambas partes.
      —¿Tu nombre es?
      Él sonrió. Lo hizo exactamente cual debía hacerlo para agradarme, abriendo poco los labios y poniendo amabilidad en los ojos. Me tendió su mano con gesto decidido, y al aceptarla me correspondió su apretón firme y cálido. Maravilloso. Tenía todo lo necesario para atraerme a la primera.
      —Sven Havel.
      —No recuerdo dónde te conocí.
      —El cumpleaños de Hori, anteanoche.
      El cumpleaños de Hori había sido la bienvenida formal de mi nueva comunidad. Pasé revista a los nombres entreoídos. —¡Ah, ya! Eras rubio, más bajo, más... céltico.
      —Entonces me recuerdas.
      —Claro que sí. Rompiste récord de ojos en blanco.
      —No entiendo. —Su expresión de asombro era cómica e indefensa, como me gusta en un hombre.
      —Diez segundos después de comenzar a hablarnos pusiste los ojos en blanco durante más o menos cinco. Te bajaste todo mi fichero apenas conocerme.
      Él puso cara de excusa. —Siento haberte dejado en lapso. Debí haber actuado con más cortesía.
      —Podías haber esperado. Yo no me iba a ninguna parte.
      —Me comporté como un jovenzuelo salvaje. Alguien debió pasarse en el alcohol del ponche.
      Claro que le echaría la culpa al etanol y no a su pene ansioso por conocer cómo propiciarse mis agujeros. El pene debía estar siempre bajo férreo control, so pena de denunciar a su humano como un macho irrespetuoso y falócrata.
      —Todos dicen lo mismo cuando no regulan responsablemente sus hormonas.
      —Pero yo regulo responsablemente mis hormonas. Mira, en verdad me propasé en mi interés por ti sólo porque dijiste algo maravilloso sobre la noche, algo muy poético...
      —Mi poesía está en la red. Pero supongo que mi cuerpo no. ¿A qué le vas detrás?
      Se me quedó mirando por unos segundos, sorprendido por mi defensa agresiva, hasta que un destello de comprensión iluminó su rostro. —Ah, haces esto para mortificarme. Te gusta hacer bromas. Comienzas tus relaciones con extraños de esa forma.
      Lo que más odio de la Red de Socialización Asistida es la manera en que lo hace todo predecible. Sin errores ni malos entendidos, es cierto, pero también sin sorpresas. La información contenida en el fichero de datos y análisis sobre la conducta pública de un ciudadano le permitiría a quien lo accediera manejarse con mapa dentro de una relación interpersonal con él o ella. Eso sin jamás llegar a detalles privados, pues al Sistema Experto de Autoconocimiento le bastaba con estudiar las acciones divulgables y colapsaría antes de comprometer la intimidad de ningún individuo. En un final se garantizaba que los contactos humanos fuesen seguros y pacíficos. Pero nada más.
      —Me atrapaste. ¿Llevas mucho tiempo esperándome aquí afuera?
      —Yo esperaría un día entero.
      —¿Es esa tu forma de cortejar a una chica?
      —¿Quieres descubrirlo?
      Me mordí la lengua para decirle que no esperaba nada fresco ni novedoso de su galanteo si no lo generaba la I.A de Socialización Asistida en red. Él tenía las mejores intenciones del mundo: conversar interminablemente conmigo de temas apropiados y/o proporcionarme cuatro orgasmos diarios. Convenía ser amigable con él.
      —No puedo decirte en público lo que me gustaría saber de ti.
      Eso lo puso feliz. Me había mostrado disponible e interesada y ahora era correcto que él fuese a por todo y más.
      —Me alegra mucho que quieras... conocerme mejor. ¿Puedo sugerir un encuentro para facilitártelo?
      —Y yo puedo aceptar la sugerencia.
      —Hay un café, el "Café Charla", en la esquina norte de la plaza de los Cuatro Mártires. A la hora que tú escojas.
      —Pues mira, hoy no. Mañana, que es feriado. Lo que es hoy creo que terminaré demasiado tarde. Mañana a las nueve de la mañana. Y como no tengo planes para el resto del día, todo queda a las intenciones. ¿Te gusta así?
      —Por intenciones mías, no faltará nada.
      Indudablemente todo se desarrollaría según nuestras intenciones. Nuestros autofenos ordenarían a las respectivas bioquímicas corporales la segregación de las enzimas de ver la vida color de rosa con un ligero tinte de lujuria. También ajustarían la organolepsia a percibir agudamente los placeres y en sordina los desagrados y molestias. Como punto final, al menos yo recurriría a Programación Neurológica Asistida por el Sistema Experto en red con el fin de convencerme de que todo iría bien. No había forma ninguna en que la carne vil o el voluble ánimo pudieran estorbar la voluntad de pasarla exactamente como deseáramos.
      —Nos vemos entonces. Te dejo, forastero. Se me hace tarde para el trabajo.


Ilustración: Valeria Uccelli

Esa noche tuve la misma pesadilla de años. Yo entraba en alguna especie de fábrica y caía en manos de dos operarios vestidos con ropas de protección ABC. Uno tenía una gran I sobre el pecho y otro una A. Sacaban sendas hojas láser y comenzaban a rebanarme pedazos. El dolor era insoportable, pero no podía moverme, en parte por debilidad, en parte por una música suave que de algún modo se materializaba y me sujetaba. Cuando terminaban de cortarme, comentaban sobre si ajustaba o no, y me introducían por un agujero cuadrado en la pared. A partir de allí perdía toda sensación excepto el tacto y me parecía estar incrustada en un espacio exactamente de mi forma. Me desperté temblorosa y cubierta de sudor.
      Estaba muy mal.
      La regulación de mi neuroquímica no bastaba para estar bien al otro día. Para no golpearme la cabeza contra las paredes le ordené a mi cuerpo dormir como una piedra y pedí una sesión matutina con el Sistema Experto de Autoconocimiento. Esta vez incluso lo dejaría trabajarme directamente en la memoria orgánica, por Interfase Sináptica Directa, sin verbalización ni monitoreo consciente. Pero era su última oportunidad de probar que era experto en mí además de en todo el mundo.

A las nueve de la mañana una ligera brisa algo pasada de nudos agitaba los toldos del "Café Charla". Podía desatarse un huracán, si a mamá Naturaleza le daba la gana. Yo estaba allí contra demasiados vientos y mareas. Venía a aprovechar las cualidades humanas de Sven y su voluntad de agradarme. Me ordenaría a mí misma ser feliz junto al único tipo al cual no habían ahuyentado mis antecedentes excéntricos y asociales. Si quedaban grietas en el edificio de mi estabilidad, ahí estaba otra vez el Sistema Experto, capaz de poner todos los calzos y rellenos necesarios.
      —Hola. Siento llegar tarde.
      —No es nada. Te ves bien.
      Según mi gusto estaba para comérselo.
      —Tú también. Qué bueno que te veo igual que ayer.
      —¿Cómo osas decir eso, patán? Esta dama estrenó este vestido para ti.
      —No me refiero a eso. Es que muchas mujeres acostumbran ajustarse al gusto de uno. Algunas lo hacen de un día a otro, otras poco a poco. Pero lo hacen.
      —Bueno, todavía no he querido descargar tu fichero, así que mal podría modificarme el busto, la cara, la figura, las medidas de mi vagina, o cualquier otra cosa que no hubieras querido diferente hoy.
      —Pero no lo habrías hecho. Tú sólo cambias tu feno por gusto propio.
      —No exclusivamente. De cualquier manera, eres contradictorio.
      —¿Porque me puse a tu gusto? ¿Vas a protestar por eso?
      Me reí. En efecto, nunca en la vida me quejaría del uso tan exquisito de un autofeno. Sven había moldeado su estructura corporal, sus maneras y lo más visible de su temperamento en una obra de arte diseñada sin más público que yo en mente.
      —En lo más mínimo. Pero a ver, por qué esas mujeres se fenoregulan para ti, si no te gusta.
      —No lo sabían. Yo mismo no lo sabía hasta que hace dos semanas salió en una sesión de Auto conocimiento. El Sistema Experto me confirmó que era un sentimiento válido, no un capricho ni una pose.
      —¿Y por qué no te gusta? ¿No te interesa el físico?
      —Me importa lo suficiente. Pero muy poco en comparación con la espiritualidad. Es que cuando una mujer se modifica a mi gusto, parece que pensara que sólo me interesa su cuerpo.
      —Ya. ¿Sabes que eres el primer hombre en mi vida que se toma tantas molestias conmigo? ¿Tú no serás un algún tipo de caso desesperado?
      Él se quedó mirándome fijamente, sin decir una palabra. De seguro Socialización Asistida le habría advertido de mi sinceridad, pero el hecho manifiesto quizás lo chocaba un poco.
      —No soy un caso desesperado. Simplemente estoy haciendo mi mejor esfuerzo. Estoy muy interesado en ti. Comenzó cuando dijiste aquello sobre la noche. Además creo que eres muy... particular. Diferente, especial. Las personas así no necesitan un cuerpo para atraerme. ¿Qué es un cuerpo?
      En verdad, un cuerpo es nada. Es sólo el fenotipo, el cual a su vez es arcilla para las nanomáquinas capaces de manipular el más recóndito proceso biológico según las órdenes del autofenoregulador. Basta expresar un deseo consciente y articulado y el artilugio maravilla le hace entender a cada una de sus miríadas de minúsculas subordinadas la parte que le toca en cumplirlo y mantenerlo. Únicas fronteras, la viabilidad biológica y el sacrosanto genoma, intocable por ley.
      —Bueno, si no es el cuerpo, no sé qué me encuentras. Verdad que soy diferente, pero la diferencia es que eventualmente todos me declaran insoportable e intratable y me recomiendan terapia. Es que no me cae bien casi nadie, y no consigo ocultarlo ni con Socialización.
      —Quizás tengan razón sobre la terapia.
      —Odio dejarme trastear por el Sistema Experto. Y no estoy segura de que todos deban caerme bien. Me es difícil hacer el esfuerzo de tratar a alguien como esa persona quisiera sin estar segura de que vale la pena. Y como esta forma de ser ahuyenta a la gente, y es tan incorrecto estar con alguien sólo por el sexo, no he tenido muchos compañeros. ¿Oye, tú no serás algo así como un buen samaritano?
      —¿Siempre eres así de suspicaz? Creo recordar otras características en tu fichero. Ingenio, buen humor, creatividad. ¿Por qué no hablas de ti? ¿De tu poesía?
      Mi poesía. Hace algún tiempo encontré unos poemas anónimos en la Red, y me hicieron reír y llorar como nunca en mi vida, así de buenos y próximos a mí eran. Pero más me reí y lloré cuando los reconocí como mis primeros y olvidados. Mis poemas no los he querido compartir ni con el Sistema experto, y doy gracias a los Cuatro Mártires por el slogan "privacidad es prioridad". Se necesitaría bastante tiempo para que yo leyese mis poemas a Sven.
      —Por tu silencio veo que no te gusta el tema. Mira, hablando de poesía, un amigo mío, biólogo como yo, hizo un drama sobre la vida de Russell. Está disponible en la Red en forma de guión para holoteatro. ¿Tu terminal o la mía?
      —¿Una obra sólo sobre Russell?
      —Los otros tres también son reflejados. Está buena, créeme. Creación Asistida se la evaluó de sentida, muy personal, y llena de recursos. Se hace eco de nuevas evidencias sobre la personalidad de Russell. Siempre se le ha visto como un improvisado, un tipo de destellos, irregular. Pero eso es una distorsión de sus contemporáneos, que adoraban las personalidades desbalanceadas y con capacidades descompensadamente desarrolladas en una única dirección. Se ha investigado que él no era así.
      —¿Y qué pasa en la obra?
      —Bueno, se le ve yendo cada mañana al laboratorio, trabajando con tesón, un paso cada día. Haciendo las cosas en equipo, sacando lo mejor de sus colaboradores. Compartiendo cada éxito con su familia. Motivado y consciente acerca de la importancia de sus investigaciones.
      Magnífico. Iría a ver un bodrio correcto y de correcta factura hecho entre un biólogo con inquietudes dramatúrgicas y Creación Asistida. Sin embargo, valía como excusa de la compañía de Sven y una oportunidad de estar a solas con él.
      Al irnos pasamos cerca de las estatuas de los Cuatro Mártires y me aproximé a ver la tarja. Sentía curiosidad, pues en cada ciudad ponen algo ligeramente diferente.
      A Russell, Godaut, Chen, Osmendi.
      Creadores del Autofenoregulador y la Interfase Sináptica. Brutal e inútilmente asesinados por la Iglesia de los Patriarcas Arios y las corporaciones de fármacos y cosméticos para impedir que divulgaran su invento en bien de la humanidad. Desde hace 60 años vivimos en un mundo feliz gracias a ellos.

Vimos la obra en mi casa. Era algo sobre el esfuerzo continuado, las buenas intenciones y la calidad de vida como verdaderos motores del desarrollo humano. Redondeaba la idea a través del único personaje negativo, un tipo que se autotitulaba genio, a pesar de ser un inútil intelectualmente improductivo, además de intratable, insoportable, insensible, irresponsable e inestable. Resultaba ser víctima de un hogar disfuncional y un terrible complejo a causa de sus piernas y su nariz. Por desgracia, Sven me impidió manipular los rostros de las holofiguras, con lo cual nos hubiésemos reído de lo lindo.
      —Es una porquería.
      —Vamos, vamos. No has observado bien los valores.
      —No tengo ganas de conectarme a Apreciación Asistida tan temprano en la mañana. Y es una porquería porque... no sabría decirte. Gracias a Creación Asistida, le faltan errores que te salten a la cara. Pero igual lo es.
      —Eso es muy subjetivo.
      —Es tan mierdera como todo lo de Creación Asistida. Dile a tu amigo que a Tespis no le gusta el sexo anal, que no insista en hacérselo.
      —Si estás tan prejuiciada con Creación Asistida, mejor no te muestro mi cerámica.
      —No estoy prejuiciada con tu cerámica. Quiero verla y tomar té en ella, si sirve. Pero esa obra de tu amigo sólo da para burlarse.
      —Él canalizó energías y emociones muy importantes en ese guión.
      No estaba disfrutando la conversación, por tanto di los pasos necesarios para ponernos en un estado más placentero. Lo dejé agotado y durmiendo. Después de dos horas de ejercicio... intenso.
      Me levanté y fui al baño apenas tuve voluntad para apartarme de su cuerpo. Me gusta estar limpia y sin sudor en la piel. Aproveché para admirarme en el espejo. Todos son felices simplemente con tener la apariencia deseada, pero la mía es fruto de mi objetivo buen gusto, exigente como no lo es ningún ego. De vuelta escogí alguna ropa masculina para reemplazar la de Sven. Siempre mantengo bastante en el ropero, por si me da por una fenoregulación radical. Sven ya estaba despierto.
      —No me gustó que cortaras la conversación de esta manera.
      —Estabas empeñado en hablar de esa porquería.
      —Era un sujeto de comunicación tan bueno como cualquier otro, para empezar.
      —Si el sujeto es una mierda, nos comunicamos mierda.
      —Bueno, olvídate de la obra. Lo que hiciste no estuvo bien.
      —Vaya una sorpresa. Pues no decías eso.
      —Liberaste tantas feromonas que me hiciste perder el control.
      —Podrías haber regulado tu receptividad. Sabes, no puedes tener una erección como esa completamente contra tu voluntad.
      —No conviertas el sexo en química. No es correcto usar sexualmente a otra persona, menos sin su voluntad expresa. Yo no quería esto tan pronto. Espero una relación profunda. Ambos lo necesitamos.
      Me senté en la alfombra dándole la espalda. Era algo molesto encontrar aquella compatibilidad sexual mezclada con tanta seriedad. Tampoco me gustaba la frase "ambos lo necesitamos".
      —Oye, y si te dijera que no deseaba de ti más que esto.
      —Eso es mentira. Si fuera verdad, sería un intento de reducir a lujuria ocasional tus reprimidos deseos de un compromiso.
      —No ocasional. Si va a ser así de bueno, mejor dejarlo regular.
      —No seas infantil. Somos adultos. Ya los dos pasamos la etapa de exploración sexual. Necesitamos exploración sentimental.
      Sven quería ser mi príncipe azul.
      —¿Realmente? ¿Con qué propósito? Mira, nos gustamos, y podemos hacernos compañía. ¿Qué más quieres?
      —Tienes problemas, Daisy. Graves. Yo quiero ayudarte. Necesito ayudarte, si vamos a ser honestos.
      —¿Cómo es eso?
      —Descubrí, por Autoconocimiento, que no me aporta nada ninguna relación si yo mismo no aporto algo necesario y fundamental a otra persona. Y tú necesitas estabilidad emocional.
      —Me voy. Ninguno de los dos tiene nada que hacer aquí. Cuando vuelva, no quiero encontrarte.
      —¿Adónde vas? ¿A escribir poemas tristes? He visto los pocos que pusiste con tu nombre en la Red. Son realmente buenos. Mucho más que los holoteatros de Roger o mi cerámica. Pero son tristes. No te hacen bien. Disfrutas demasiado su tristeza. Necesitas algo que te haga bien.
      Sven quería hacerme el bien. Por supuesto. Él nunca haría nada por malo. Nunca había sufrido ningún daño que no reparase, ni había sentido miedo o dolor. Rebosaba autoestima y buenas cualidades, la felicidad era su estado natural. Todas esas características tienden a usar a unas personas para propagarse a otras. Por ejemplo, a mí.
      —Sven, voy a ser honesta contigo. Soy un bicho raro. Como no me gusta el Sistema Experto, nunca sabré por qué ni cómo remediarlo. Como bicho raro, estoy sola. Y tú no eres mi príncipe azul, pero hubieras sido buena compañía. Al menos, agradable. Mis planes eran convivir contigo a golpe de autofeno y Redes de Asistencia. Iba a hacer concesiones con tal de no estar sola. Pero tú quieres demasiado.
      —No quiero demasiado. No te entiendo.
      —No pongas los ojos en blanco. Ninguna Red de I.A de Asistencia funciona conmigo. Sven, lo necesario y fundamental que querías aportarme era hacerme ajustada y contenta como todos. Cambiarme por una mejor Daisy. ¿Verdad?
      —Espera, lo estás malinterpretando.
      —No me gustan tus planes conmigo. Me gustan mis poemas. Mi único problema es la soledad. Nadie me entiende, eso es todo. Ahora vete, por favor.
      Él comenzó a balbucear su perplejidad. Quizás creía estar herido o adolorido.
      —Sven, vete. No te va a pasar nada si das la vuelta y te desapareces de mi vida. El Sistema Experto te dará un buen masaje y te pondrá en la mejor forma emocional posible. Vas a tener un pico de euforia y deseos de vivir cuando él te suelte.
      —¿No sientes ningún respeto por los sentimientos ajenos?
      —Sven, no seas ridículo. No tengo ningunas ganas de hacerte daño, pero, por favor, vete y no vuelvas a buscarme. Y si le coges gusto a eso de ser rechazado por mí y que después te arregle Autoconocimiento, te acusaré. Te sorprenderá saber cuán criminal puede considerarse el instinto de reproducción en ustedes los hombres.
      Sven finalmente se fue. Yo me quedé, como siempre, sola como la una. Hasta el día de hoy no sé si hice bien.


JUAN PABLO NOROÑA

Juan Pablo Noroña Lamas nació en Ciudad Habana en 1973. Es redactor-corrector emisora Radio Reloj. Ha realizado estudios que le han permitido alcanzar una licenciatura en Filología. Obras publicadas: Cuento en la antología Reino Eterno, Letras Cubanas, 2000; varias colaboraciones en el fanzine de Literatura fantástica MiNatura. "Hermano cósmico" en La Guayaba Mecánica. Premios y menciones recibidos: 1er. Premio Concurso de Cuento Breve Media-Vuelta, finalista Concurso Dragón, Cubaficción 2001. Axxón ha publicado su cuento Hielo en el número 136.


Axxón 140 - Julio de 2004
Ilustró: Valeria Uccelli