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AnaCrónicas

por Otis

No han, en esta radiante mañana de temprano estío meridional, transcurrido más que unas pocas jornadas desde la tarde aquélla en que, hallándome yo desplazando mi sutil masa a regular velocidad por sinuosos senderos públicos, movido por el atlético propósito de prolongar la existencia en el tiempo de mi apolínea condición, acercóseme un espigado caballero, vestido todo él de perfectamente emisor negro bajo el inmisericorde espectro solar, quien plantóse impertinente en mi prefijada trayectoria y, con tan socarrón cuanto caricaturesco mohín, preguntóme: “¿Cree que algún día habrá artículos de ciencia ficción en su sección de ciencia ficción?”.
      Por cierto tengo, como que la enana amarilla que refulge ahora en la ventana a mi diestra alúmbrame con especial esmero y a mi egregia persona dedica sus fotones mejores, que habré de ser algún día llamado a dar cuenta de la inmeditada reacción de mi parte de la que el nasal tabique de tal mentado señor fue poco menos que inmerecida víctima; y que tal arrebatado acto habrá de apuntarse entonces en la debitual columna de mi contabilidad existencial. Pues he de admitir que, pese a su inapropiadamente cínica actitud y a su irritante apariencia de stella rockis, aquel inurbano guasón hallábase matemáticamente en lo correcto; puesto que en la feliz media órbita terrestre que toca la existencia de nuestras ya enraizadas AnaCrónicas en el mundo cuasimaterial de las electrónicas ideas, en falta échase un interés mayor por las manifestaciones artísticas del género que beatíficamente nos aglutina. Vano sería ahora señalar con censores índices a los veros causantes de este entuerto, entre cuyos nefandos nombres no se halla humillado el mío mas he de ser forzosamente yo quien, una vez más, salte al ruedo a restituir el honor y el decoro de ésta nuestra sección, la cual desgarrante dolor causaríanos en caso de caer debido a mi hipotética aunque harto improbable desidia en sórdidas e impiadosas manos. ¡No consientan los hados que tal acontezca, e ilumínenme las horoscopeicas estrellas en mi afanoso y noble camino! Es para marcar el acabóse del ya nombrado y contumaz desliz que he enérgicamente resuelto que la presente edición de AnaCrónicas sea consagrada en su casi totalidad (con la siempre honrosa excepción del normativo episodio mensual de la ya por todos vosotros encumbrada epopeya criolla) al tan inicuamente vituperado y sin embargo tan digno género de la narrativa verboicónica, conocida entre el vulgo con los apelativos de “historieta”, “cómic”, “tebeo” y tantas otras variaciones dialectales; así como a sus múltiples vertientes en diversos sustratos. ¡Sea, aquí tenéis lo que con tanto ahínco reclamabais! ¡Ya no os queda acerca de qué plañir, viles mendigos de atenciones, como no sea de vuestras vísceras de regios manjares ahítas!

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