El rescate

Andrés Tonini

Cruelty has a human heart,
and jealousy a human face;
terror the human form divine
and secrecy the human dress.
The human dress is forged iron
the human form a fiery forge,
the human face a furnace seal'd
the human heart its hungry gorge.

—William Blake, A divine image

Despiertas.

Tienes frío y estás asustada. No recuerdas nada de lo que ha pasado, ¿dónde estás? No lo sabes. Sólo sabes que tienes miedo y frío. Te descubres desnuda sobre el duro suelo de cemento, desnuda y maniatada. Te duele todo el cuerpo, sientes la boca hinchada y un sabor dulzón en ella, ¿sangre?, quizá, no puedes saberlo. Intentas escupir y entonces te das cuenta de que algo impide tu visión, con desesperación mueves la cabeza y finalmente consigues retirar la bolsa que la cubría. No ha ayudado mucho, la habitación se encuentra a oscuras, no puedes ver si hay ventanas y apenas se filtra un poco de luz por el resquicio de la puerta. Tratas de incorporarte pero no puedes, te mareas y caes. Has hecho ruido, te paralizas, el miedo se apodera de ti, no sabes si te oyeron, porque son ellos, ¿verdad? Agudizas tu oído y te parece escuchar algo al otro lado de la puerta, te arrastras poco a poco, tratando de no hacer ruido, despacio. Tienes miedo, pero necesitas saber quién está ahí, dónde está la luz... Además, la oscuridad te aterra, siempre lo ha hecho, ¿o no?; desde aquel día en que caíste en el pozo seco del rancho del abuelo, y las ratas e insectos sobre ti, sobre tu vestido, en tus piernas y en el rostro, recuerdas cómo pensaste que nunca te encontrarían y que morirías ahí..., hace ¿cuánto tiempo?, no lo recuerdas, todo es tan vago... Pero sabes que te accidentaste... ¿o lo soñaste acaso? No.

Has llegado a la puerta. Escuchas murmullos ininteligibles que paulatinamente van cobrando significado. Discuten, sabes que hablan de ti. Parecen ser varios, al menos tres hombres y... espera, ¿una mujer? Sí, definitivamente hay una mujer entre ellos. Intentas escuchar lo que dicen, pero hablan demasiado quedo, no distingues mas que palabras sueltas. Pero esas pocas palabras son suficientes para aterrorizarte. Hablan de muerte, de tu muerte.

Tus ojos poco a poco se acostumbran a la oscuridad, ya alcanzas a distinguir algo del contorno del cuarto... No, no hay ventanas, tampoco muebles; es una habitación desnuda, como tú. Al recordar tu estado te sientes indefensa y lloras.

Mal hecho, tus sollozos definitivamente han llamado la atención de tus captores, porque son tus captores, ahora lo sabes. Recuerdas que viajabas en un auto y de pronto hay ruido, mucho ruido, humo y gritos; la última imagen en tu memoria es la cabeza de Eduardo estallando y su sangre y su cerebro sobre ti.

La puerta se ha abierto. Te encoges y cierras los ojos, como si de esa manera no te pudieran ver. Ilusa. Sientes un golpe y aterrada gritas que ya no te golpeen, que no harás nada pero que ya o te peguen. Una voz se escucha y ordena que te dejen en paz. Se alejan y te dejan sola. Pisadas y voces al otro lado de la puerta. Escuchas con atención y te parece que se han ido. estás temblando y oyes que la puerta se abre; te encoges esperando el golpe pero en esta ocasión lo que sientes te sorprende, y al comprender lo que significa te asustas más, si tal cosa es posible... Es una mano que suavemente toca tu hombro. Abres los ojos y alcanzas a ver una silueta antes de que la puerta se cierre de nuevo. La mano baja hacia tus senos, haces el intento de retirarte pero es imposible y decides que permanecerás inmóvil; quieres vivir, no importa lo que pase. Sientes cómo la mano pasa de tus pechos a la entrepierna, tiemblas y te preparas para lo que seguirá. La voz te ordena acostarte y obedeces. Escuchas el roce de ropas y pronto sientes un cuerpo sobre ti, es tan pesado que casi no puedes respirar. Las manos atadas a la espalda te lastiman, sientes unos labios húmedos en tu boca, en tus senos... La náusea te invade pero permaneces quieta, paralizada. Con brusquedad te abre las piernas y en un instante sientes fuego entre ellas. Quieres gritar pero el miedo te lo impide y te muerdes los labios, quieres sacudirte, patearlo, quitártelo de encima pero no puedes hacerlo, no quieres que te golpeen de nuevo. Pronto lo escuchas jadear y estrujándote dolorosamente los pechos, termina.

Después de un momento se retira de ti y lo escuchas vestirse. Al cabo de un instante abre la puerta y al hacerlo alcanzas a verle el rostro y él se da cuenta. Sabes que ha sido un error, que ahora tendrán que matarte. En cuanto la puerta se cierra vuelves el estómago. Otra vez la oscuridad, de nuevo te arrastras a la luz, lo que sea pero no esta oscuridad. Te colocas bajo la puerta y después de un rato alcanzas a ver algunas sombras al otro lado. Sí, los otros han regresado y pronto se inicia una discusión. Parece que no saben qué hacer contigo, la mujer quiere matarte, dice algo de una trampa, un señuelo; que todo ha sido inútil, que ha sido un engaño, no entiendes bien de qué se trata, sólo que ella quiere matarte, ella es tu enemiga. Los demás la apoyan, pero, espera... Alguien se opone, reconoces la voz y descubres asombrada que se trata del tipo que te violó, el mismos al que le viste la cara y al único que podrías reconocer si sobrevives. Y a pesar de eso él te defiende, dice que no son asesinos, que luchan por una causa, un ideal... Te juras que pase lo que pase jamás lo denunciarás. Te das cuenta que gracias a él continúas con vida.

Pero los demás no están convencidos. La mujer parece ir ganando la discusión, que poco a poco sube de tono. Él te defiende, implora que te dejen vivir un poco más, que todavía es muy pronto para tener éxito. ¿Éxito?, no sabes a qué se refieren, ni te importa, sólo sabes que han decidido no matarte aún. Estás viva y sólo eso importa.

Continuas escuchando, aparentemente la mujer se ha retirado, pues ya no la oyes, o tal vez sólo se ha dormido, no lo sabes. Ignoras qué es lo que quieren de ti, para qué les podrías ser útil, y entonces recuerdas quién eres. Y maldices a tu padre.

La puerta se abre y alguien entra. Una sombra. No distingues sus rasgos pero sabes quién es. Es él. Quisieras decirle que aprecias su intento de salvarte la vida, que le agradeces, pero entonces recuerdas el dolor en tu sexo y le odias por ello. Se acerca y te arroja un zarape. Se retira, pero titubea y regresa para desatarte; algo dice acerca de estar avergonzado, de no saber que eras virgen, ¿virgen?, no eres virgen desde hace muchos años... ¿o no? Pero no lo escuchas, ¿qué importancia tiene eso ahora? No soportas más y te arrojas a sus brazos.

Él está sorprendido. Jamás hubiera esperado esta reacción. Tú sólo lloras y lo abrazas, sabes que sigues viva por él y solamente eso importa. Te aparta con cierta rudeza y temeroso dirige la vista a la puerta entreabierta; no, nadie los ha visto. Se incorpora y desaparece.

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Ilustración: Valeria Uccelli

Estás sola otra vez. Con una esquina del zarape te limpias el vómito seco y la entrepierna. Asombrada descubres sangre en ella. después, te envuelves en la cobija y tratas de dormir. Imposible, ¿quién podría hacerlo en este estado? Te limitas a dormitar, sollozando y temblando. Pasan las horas. Quisieras estar en tu casa, con tus padres, con Eduardo. Pero Eduardo está muerto, por eso es que estás desnuda, porque trozos de Eduardo estaban sobre ti. Lloras.

Te dices que esto no puede estar sucediendo, tiene que ser una pesadilla, un mal sueño. Sí, eso es, todo es una pesadilla y pronto despertarás. Tu madre se acercará y te despertará con un beso, como cuando eras niña, y tu padre te llevará en brazos hasta el comedor y habrá hot cakes y leche fría para desayunar, y más tarde llegará Eduardo por ti y te invitará a salir y esa noche harán el amor, como aquella primera vez...

Pero la puerta se ha abierto nuevamente y puedes ver que no es un sueño, es real. Cierras los ojos, vencida. Alguien se acerca, te arrastras a un rincón, no sabes quién es. ¿Habrán decidido matarte?... Pero calma, no, ya reconoces la voz, es él. Se acerca y te acaricia el pelo. Sientes caer una gota de humedad en tu pecho, ¿una lágrima? Con coz entrecortada dice que han decidido matarte. Te ejecutarán al amanecer.

No te has dado cuenta en qué momento se ha ido, ni tampoco sabes cuánto falta para que amanezca. Estás desorientada y no puedes pensar con claridad. Al otro lado de la puerta están discutiendo. La mujer dice que ya te han dado demasiado tiempo, que ya es hora de acabar contigo o será muy tarde. Los demás la apoyan. Él está solo y sabes que no tiene muchas posibilidades. ¡Lucha!, ¡haz algo!, ruegas, y como si hubiera escuchado tus súplicas intenta resistirse, lo sabes por el ruido y los gritos. Pero la pelea no dura mucho.

Vas a morir pronto.

Te alejas de la puerta. Quieres esconderte, desaparecer, volverte invisible, lo que sea. No quieres que se abra pues sabes que esta vez la muerta entrará por ella.

Y entonces escuchas el ruido. Al principio no sabes qué significa ese alboroto, luego reconoces el rugir de los helicópteros, las sirenas y el estruendo de armas de fuego. Escuchas aterrada los gritos de tus secuestradores. Después, silencio.

La puerta se abre de golpe y la luz de las linternas te ilumina. Sabes que son tus salvadores, los reconoces por el uniforme de combate que visten y ansías saltar a sus brazos. Pero no se mueven, son dos los policías que te apuntan mientras se miran entre sí, titubeando, sin saber qué hacer. "Aquí estoy", gimes, "ayúdenme". Te ven y enseguida apartan la vista, como avergonzados, como si no supieran qué pensar. Bruscamente son apartados por un oficial. Reconoces la voz tras el pasamontañas, es López, el hombre de confianza de tu padre. Suspiras aliviada y te incorporas lentamente, finalmente te sientes a salvo. Mientras avanzas hacia él le observas reprender duramente a sus hombres. "Ah, qué López, siempre tan estricto", te dices casi divertida, estás tan feliz de verlo... Pero hay algo que no está bien, algo dice sobre testigos. Te detienes y le miras a los ojos. Él no aparta la mirada. Nunca le habías visto esa mirada, tan dura y tan fría. Un escalofrío te recorre la espalda y te envuelves más en la cobija... ¿De qué está hablando?, ¿órdenes del Procurador? ¡Si el Procurador es tu padre, por Dios!, ¿qué dice?, ¿sin testigos? ¡Pero si tú eres la rehén! ¿De qué diablos está hablando?

Lo último que ves es a López apuntando a tu cabeza mientras le escuchas decir:

—¡A la chingada con esto, sólo es un pinche clon!

Y antes de morir te das cuenta de que nunca habías vivido.


Andrés Tonini declara ser "sólo un aficionado, no un escritor". Tiene publicado en la página de "Realidad Cero On-Line", de Benitez, "Al cielo por un momento", que apareció en el número 3 del fanzine Nahual. También publicó este cuento (El Rescate) en Asimov 9. Es estudiante de biología y trabaja en una empresa de desarrollo. Lo presentamos por primera vez en Axxón.