DIVULGACIÓN: La próxima erupción del Vesubio

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Hijo de Zeus


por Marcelo Dos Santos (especial para Axxón)
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Como se sabe gracias a la tectónica de placas, los escudos continentales se mueven y chocan entre sí. Así, la colisión de las placas Africana y Eurasiática, en medio del Mediterráneo, es responsable de la mayor parte de los terremotos y erupciones volcánicas de esa región del mundo, particularmente de los de Italia.

Como la Placa Africana es menos densa que la otra, Eurasia se "monta" allí sobre África (ya conocemos este proceso: se llama "subducción") y la empuja hacia abajo, casi hasta el centro de la Tierra. La fricción provocada por un continente al subirse sobre otro calienta las rocas del que queda abajo, a tal punto que se funden y se convierten en magma. El magma se deposita en grandes bolsas denominadas "calderas" y, como es más liviano que la corteza terrestre, intenta encontrar un punto débil en la costra continental para salir hacia arriba impulsado por la presión. Este punto débil por donde escapa el magma es lo que conocemos como "volcán".

Como es de esperar, los volcanes abundan en la zona donde chocan estas placas. Todos se encuentran en Italia, en islas del Mediterráneo, o sumergidos. Afortunadamente, la mayoría de ellos se encuentran "dormidos", pero se sabe que han hecho erupción durante la prehistoria. Ellos son el Arniata (última erupción en el Pleistoceno), Monte Albano (Holoceno), Monte Cimino (hace 800.000 años), Roccamonfina (650.000 años atrás), Ustica (-150.000), Monte Venere (-95.000), Monte Vulture (-40.000), Complejo Sabattini (-40.000), Filicudi (-35.000), Colli Albani (-20.000), Salina (11.000 a.C.) y Panarea (8.000 a.C.).

Los volcanes italianos que han hecho erupción en tiempos históricos son: Vucsini (104 a.C.), Lipari (729 d.C.), Larderello (1282), Ischia (1302), Campi Flegrei (1538), Ferdinandea (1831), Vulcanello (1890), Pantelleria (1891), Vulcano (1892) y Campi Flegrei Mar Sicilia (1911).

Por último, hay tres de ellos que se encuentran activos actualmente en territorio italiano (y europeo), más exactamente en lo que se conoce como "Cinturón de Fuego de la Campania": Vesubio (1944), Etna (2007) y Strómboli (2007). Y es del Volcán Vesubio de quien nos ocuparemos en el presente artículo.


El Vesubio (que significa posiblemente "Hijo de Zeus", en referencia a Hércules) tiene la particularidad de ser el único volcán activo en territorio europeo continental, ya que los otros dos —Etna y Strómboli— se localizan en islas. Se encuentra a poca distancia de la costa, en la Bahía de Nápoles, y a sólo 9 km. del centro de la ciudad.


Nápoles y el Vesubio

Se trata de una montaña admirable por su belleza, recortada sobre la bahía y flanqueada por la ciudad, pero en realidad, su magnífica apariencia esconde a un monstruo inhumano.

Hace 25.000 años el Vesubio no existía, pero toda la región venía manifestando gran actividad volcánica por lo menos desde 400.000 años antes.

Antes de la erupción en que se formó el volcán, hubo una del complejo Campi Flegrei, hace 34.000 años. Luego de 9.000 años de relativa calma, se produjo una gran explosión tipo Plinio (las más severas, como la del Krakatoa) llamada Cordola. Esta capa de lava de 25.000 años forma la base del Vesubio. A partir de allí, el volcán comenzó a formarse mediante lentos y poco violentos flujos de lava con pequeños episodios explosivos intercalados entre ellos. Pero hace unos 19.000 años, el comportamiento del Vesubio cambió, dedicándose a producir cinco grandes erupciones de tipo Plinio, a cual más destructiva.

La primera de ellas se conoce como Erupción del Pomici di Base ("Pómez de la Base") y ocurrió hace 18.300 años. En otra parte hemos explicado cómo se mide la fuerza explosiva de los volcanes: pues bien, Pomici di Base tuvo una potencia de VEI 6, similar a la del Pinatubo en 1991 o la del Krakatoa en 1883. En la explosión de Pomici di Base comenzó a formarse la gran caldera del Somma y el monte Somma en sí mismo, del que hoy queda sólo un fragmento. Luego de la gran erupción, el volcán volvió a su régimen de flujos de lava separados por pequeñas explosiones.


Visión artística de Pompeya poco antes de la erupción

Hace 16.000 años, otra gran erupción, la Erupción del Pomici Verdolini ("Pómez Verde"), alcanzó el 5 de la escala VEI (como la erupción del Vesubio en 79 d.C.). Tras ella, la bestia subió nuevamente la apuesta, con una pequeña erupción sub-Plinio (Erupción del Lagno Amendolare) hace 13.000 años, para continuar con la cataclísmica (VEI 6) Erupción de Mercato (también conocida como "del Pomici Gemelle" o "del Pomici di Ottaviano"). Esta tuvo lugar en 8.010 antes de Cristo (± 40 años). Pero lo peor estaba todavía por venir.

Hacia 1.660 a.C., en plena Edad del Bronce, las faldas del Somma-Vesubio estaban plagadas de pequeñas aldeas de campesinos. Un buen día, para esa fecha aproximada, la caldera del Somma estalló en una colosal erupción VEI 6 que devastó el cono del Somma (la mayor parte desapareció) y cubrió de cenizas un área amplísima. Todo estaba preparado para la gran destrucción, 17 siglos después, de las ciudades romanas de Herculano y Pompeya.


La muchachita que murió en Avellino

Siempre nos llamó la atención que los romanos, tan observadores y analíticos, hubiesen construido sus dos ciudades en la misma base de un volcán tan peligroso. ¿Por qué desestimaron el peligro? La pregunta acaba de ser respondida en el párrafo anterior. La última erupción Plinio había ocurrido en la Prehistoria, por lo que los romanos sencillamente no sabían que el Vesubio era capaz de una erupción de ese tipo. Por eso construyeron allí, lo suficientemente cerca como para que su pueblo fuera devastado por la siguiente expresión Plinio de un monstruo disfrazado de montaña que estaba muy lejos de ser domesticado.

Los que sí se enteraron fueron los granjeros prehistóricos de la Edad de Bronce, y por la vía más dolorosa. Nuestros geólogos siempre se hicieron la pregunta del párrafo anterior, y la respuesta lógica era que si había habido una erupción Plinio anterior a la de 79, tuvo que haber sido en tiempos prehistóricos. Por lo tanto, desde hace mucho tiempo buscaron capas de cenizas más antiguas que las de Pompeya, siempre cerca de las ruinas de esta. Pero tuvieron que esperar a 1987 para encontrar una mucho más vieja, ampliamente extendida hacia el norte del volcán. Se encontraron algunos cuerpos, y siempre se pensó que la zona estaba poco poblada en el siglo XVII a.C.

Pero en mayo de 2001, los arqueólogos desenterraron, bajo un manto de más de un metro de cenizas, el poblado prehistórico hoy conocido como Nola, destruido completamente por la erupción Avellino del Vesubio. Era "Una nueva Pompeya" dijo el profesor Stefano De Caro, Supervisor Arqueológico de la Provincia de Nápoles. Pero en realidad, era "La Pompeya Anterior", congelada en el tiempo por la erupción Plinio que precedió a la de 79.


Primer plano de la joven víctima femenina de Avellino

Nola era un poblado próspero, sorprendido en plena actividad por los flujos piroclásticos del Somma-Vesubio y por la subsecuente lluvia de cenizas que lo sepultó por completo. Las estructuras de madera fueron completamente incineradas, pero la ceniza, humedecida por la lluvia que siguió, produjo moldes completos de cada una de ellas y de todos los objetos que contenían. El molde mide entre dos y tres metros de altura, y es una imagen negativa del pueblo completo. De Caro continúa: "Verlo fue una experiencia emocionante e instructiva. Antes de Nola, lo único que teníamos acerca de las aldeas de la Edad de Bronce eran los pozos donde iban los postes. Ahora tenemos un pueblo entero con todos sus detalles, y en el primer sitio que excavamos encontramos todo, y todo junto: los muertos, los vivos, las viviendas, herramientas, las costumbres, los alimentos. Entre las cosas que hallamos había jamones, un sombrero decorado con dientes de jabalí, y un corral de dos metros de altura conteniendo los restos de nueve cabras preñadas". El corral debe haber servido para proteger el ganado de los perros, y es llamativo el hecho de que las cabras estuviesen atadas. No suele atarse a estos animales, y una de las explicaciones propuestas consiste en que se las amarró para evitar que escaparan. Es sabido que los animales son muy sensibles a los movimientos del suelo, y no es un secreto que antes de cada explosión de Plinio se producen grandes terremotos. "Encontramos hasta una fogata con una cacerola encima. Estaban cocinando. Encontramos la vida en acción", expresa el experto.


Las huellas de dos sobrevivientes que huyeron a la carrera

Cerca del lugar, enterrados en más de un metro de cenizas, los investigadores hallaron los esqueletos perfectamente conservados de una mujer y un hombre, atrapados por los flujos ardientes mientras escapaban de la villa y luego cubiertos por las cenizas.

Pero muchos sobrevivieron: abundan las huellas de humanos y animales que se alejan del volcán a la carrera, detenidas en el tiempo para siempre por la combinación de ceniza y lluvia. La región "poco poblada" ha demostrado haber tenido más de 10.000 habitantes en el momento en que el Somma-Vesubio intentó destruirlos.

La ciudad de Nápoles se encuentra, hoy, en medio del área devastada por aquel cataclismo.


Negativo de una cabaña de Nola conservado por la ceniza

La explosión de Avellino, producida por un cráter que dista más de 2 km del que observamos hoy, destruyó casi por completo la caldera y el cono del Somma. La única parte que persiste puede verse en las clásicas fotografías del volcán (tomadas desde las ruinas de Pompeya) bajo la forma del pico de la derecha, ligeramente más bajo que el cono activo. Entre el Vesubio y el Somma existe un valle, el Valle del Somma, cubierto hoy por 27 aldeas densamente pobladas que totalizan más de 700.000 habitantes.

Luego de la Erupción Avellino, el Vesubio ingresó en un largo período de estallidos más frecuentes pero menos violentos, el último de los cuales ocurrió ya en tiempos históricos, en 217 a.C. Ese año se caracterizó por los terremotos a lo largo de toda la Península Itálica, y se sucedieron extraños fenómenos que fueron reportados claramente por los escritores antiguos. El registro geológico concuerda con ellos: las muestras de hielo de Groenlandia presentan una alta acidez, típica de años con gran actividad volcánica.

Los relatos hablan de una montaña cubierta de viñedos, casas y jardines, incluido un gran cráter rodeado de paredes circulares que fue utilizado como campamento por el ejército de esclavos dirigido por Espartaco en -73. A esas alturas, la erupción de -217 se había perdido en la memoria del pueblo —aunque no de las de los hombres leídos— y los romanos consideraban al Vesubio como simplemente "una montaña". Tenía una sola cumbre —no dos como ahora, hay paisajes pintados al fresco en Pompeya que lo prueban— y ni siquiera el genial general esclavo se dio cuenta de que el gran "circo" de rocas en el cual vivió era el cráter de un volcán.

Pero los libros estaban escritos, aunque pocos los leían. Plutarco dice que, en -217, el cielo "estaba en llamas", y Silio Itálico expresa su asombro de que el Vesubio "tronara y arrojara llamas dignas del Etna". Estrabón dice que las rocas coloreadas de la cima "deben haber sido bocas de fuego", e, inteligentemente, opina que la fertilidad de la región debe agradecerse a las cenizas. Llega a esta conclusión porque en los alrededores del Etna ocurría lo mismo. Vitrubio afirma que el Vesubio solía incendiar los campos vecinos, y que la piedra pómez era originalmente otra especie de piedra "quemada y transformada por sus fuegos". Diodoro Sículo escribe que la Campania se apodaba "La Feroz" porque su montaña (el Vesubio) escupía fuego y había quemado la campiña en los días antiguos.


La erupción de 1767

De manera casi inverosímil, el único naturalista que no menciona la naturaleza volcánica del monte es, irónicamente, Plinio el Viejo.

Para la época de este autor, (79 d.C.), toda la región y las mismísimas faldas del Vesubio estaban densamente pobladas, con viñas, ranchos, granjas, aldeas, pueblos y dos pequeñas ciudades: Herculano y Pompeya. Y la población aumentaba y prosperaba, de la mano de la fertilidad de la tierra debida a las cenizas de la erupción de 217 a.C. El Vesubio alimentaba a sus hijos mientras se preparaba para aniquilarlos.

El 5 de febrero de 62 d.C., un terremoto extremadamente fuerte sacudió la Bahía de Nápoles. La destrucción cundió, especialmente en Pompeya y sus alrededores. Era el primer aviso del despertar del monstruo. Cuentan Tácito y Suetonio que otro más pequeño acaeció dos años más tarde, precisamente en el momento en que Nerón debutaba como actor y cantante en su propio teatro napolitano. El emperador no se arredró por el temblor, hasta tal punto que no interrumpió su canción, impidiendo de este modo que el teatro fuese evacuado hasta que dio fin al último compás. Apenas salió el último espectador, el gran coliseo se derrumbó. Recientemente se ha redescubierto el teatro, sorprendentemente bien conservado, bajo la casa de un particular que vive en pleno centro de Nápoles.

Los terremotos leves comenzaron a sucederse otra vez: Plinio el Joven nos dice que no se les daba importancia "por causa de lo frecuentes que eran".

Era el principio de la catástrofe. En mayo de 79 la actividad tectónica aumentó, prolongándose con esporádicos temblores hasta principios de agosto de ese año. De repente, un buen día, las fuentes y manantiales del área se secaron, mientras que los terremotos recomenzaban el 20 de agosto, haciéndose más y más frecuentes entre ese día y el 24. Los romanos no percibieron las señales de alarma. El 23 celebraron, irónicamente, la Vulcanalia, fiesta en honor de Vulcano, Dios del Fuego, que habitaba dentro del Etna. Por la tarde del día siguiente, 24 de agosto, el Vesubio estalló.

Se trató de una furiosa erupción Plinio que vomitó monstruosas cantidades de piedra pómez, las que llovieron sobre un área enorme ubicada al sudeste del volcán. Los vientos soplaban directamente hacia Pompeya, por lo que más de 4 kilómetros cúbicos de rocas y cenizas se abatieron sobre ambas poblaciones, sepultándolas bajo una capa de más de casi tres metros de espesor. Toda la región fue completamente devastada, las granjas quemadas y los ciudadanos carbonizados o asfixiados.


Visión artística: Pompeya, 24 de agosto de 79

La erupción tipo Plinio duró más de 20 horas, y la lluvia de roca y ceniza fue seguida por los flujos piroclásticos que terminaron lo que aquella había empezado. Los flujos de gas ardiente atacaron hacia el oeste y el noroeste —sectores no tan afectados por la ceniza— destruyendo e incendiando todo a su paso, desintegrando las ciudades de Herculano, Oplontis y Misenum.

Conocemos con tanto detalle la catástrofe porque los naturalistas Plinio el Joven y su tío Plinio el Viejo se encontraban en las inmediaciones del volcán. Se trata de los dos únicos testigos presenciales de que disponemos, y en homenaje a ellos las erupciones de tipo vesubiano se denominan con su nombre.


Víctimas de Pompeya convertidas en estatuas por las cenizas

Plinio el Joven relata pormenorizadamente el episodio en dos cartas al historiador Publio Cornelio Tácito, a pesar de que el naturalista era un muchacho de sólo 17 años en 79. Plinio el viejo se hizo a la mar en la bahía para observar la explosión con detalle, mientras que El Joven se quedó en Misenum, al otro lado de la Bahía de Nápoles, ubicada a una distancia aparentemente segura de 35 km. El tío era, además de célebre escritor y estudioso de la naturaleza, el comandante militar de la flota romana amarrada en Misenum, y su intención al zarpar era, primero, intentar una operación de rescate por mar de las víctimas que serían incineradas de otro modo en la playa al pie del volcán, y, en segundo término, estudiar el fenómeno si había tiempo.

Plinio el Joven dice a Tácito acerca de la columna de cenizas: "No puedo describir su apariencia de mejor modo que definiéndola como un pino, porque eyectó a gran altura materiales en la forma de un alto tronco, que se separaba en la cúspide como formando ramas. A veces brillaba, a veces no, otras veces se teñía de manchas, y estaba más o menos compuesto de tierra y cenizas".



Los restos de una familia entera

Obsérvese que la descripción es similar a la de un hongo nuclear. La columna era enorme, y hoy se calcula que llegó a los 32.000 metros de altura. Luego relata que los flujos piroclásticos bajaron rodando desde lo que quedaba de la cima de la montaña cubriendo todo lo que se hallaba en su camino, corriendo incluso sobre el mar cuando superaron la costa de la bahía. Estos flujos, formados por gases ardientes, escondían en su interior grandes masas de rocas y escombros, que quemaban, demolían y aplastaban, todo a la vez. La nube de ceniza tenía una temperatura de 850° C al salir de la boca del volcán, habiéndose enfriado a 350° C cuando llegó a Pompeya, bajando luego a 340 y 240° C en otras áreas y llegando a 180° cuando alcanzó los puntos más lejanos de su recorrido.


La erupción de 79

La tierra temblaba mientras los flujos piroclásticos destruían toda vida en la región circundante, y los terremotos eran aterradoramente intensos.

Mientras Plinio el Joven observaba, las autoridades de la ciudad ordenaron la evacuación de Misenum. Tuvo mucha suerte. Minutos después de su huida, grandes láminas de ceniza comenzaron a caer en la ciudad, el sol fue ocultado por la nube y se hizo de noche, y, finalmente, un temblor submarino en la caldera del volcán se llevó el mar muy lejos, dejando el lecho al descubierto, y luego lo devolvió bajo la forma de una gran tsunami. El muelle donde hasta poco antes el joven naturaliza había estado de pie, y con él todo el resto de la ciudad, fue engullido por las aguas y Misenum fue destruida también.


Víctima congelada en plena plegaria. Sus dioses no escucharon

Mientras tanto, la flota comandada por Plinio el Viejo intentó aproximarse a la costa del otro lado de la bahía, pero las masas de piedra pómez flotante, la constante lluvia de cenizas y las rocas que caían del cielo se lo impidieron. Los muelles estaban bloqueados por las rocas que habían caído, y no pudieron desembarcar. Para colmo, los cambios atmosféricos provocaron una rotación del viento —ahora soplaba hacia el sur—, que terminó alejando los buques de la costa. Plinio el Viejo dirigió a los navíos en esa dirección, para conseguir finalmente desembarcar en Stabiae (hoy Castellamare di Stabia), a sólo 4,5 kilómetros de Pompeya. Plinio y su amigo Pompaniano observaron llamas bajando de la cima de la montaña —los flujos que destruirían Pompeya y Herculano instantes después— y de inmediato sufrieron una terrible lluvia de piedras y pómez que los decidió a huir del lugar sin poder siquiera acercarse a los sobrevivientes que deseaban evacuar. Consiguieron retirarse a la mañana siguiente, porque las rocas seguían cayendo y el edificio donde se habían refugiado se derrumbaría de un momento a otro. Sólo consiguieron llegar a la playa cubriéndose las cabezas con almohadas debido al diluvio de peñascos. Había tanta ceniza en el aire que no se podía respirar, y, aunque era temprano, la nube los obligó a buscar linternas y antorchas para poder encontrar los buques.


El Vesubio visto desde las ruinas de Pompeya. La cima más baja (a la derecha) es la parte sobreviviente de la gran caldera del Somma, destruida por la Erupción de Avellino

Pero los terremotos y maremotos hacían imposible embarcarse, y mucho menos zarpar. En medio del caos, Plinio el Viejo cayó al piso y murió, posiblemente alcanzado por una roca o envenenado por los vapores sulfurosos que llegaban desde el Vesubio.


La infortunada muchacha pompeyana conocida
como "La Dama de los Anillos". Obsérvense
las joyas en sus dedos y junto a ella

Su sobrino encontró su cuerpo recién el 26 de agosto, cuando la nube se había disipado lo suficiente como para permitirle emprender su rescate. La otra única persona famosa que falleció fue el hijo del procurador romano Antonio Félix y la princesa hebrea Drusilla, un hombre llamado Agrippa.

No podemos asegurar cuántas personas murieron por el horrible fenómeno volcánico. Poseemos los moldes en ceniza de 1.150 cadáveres en Pompeya y de 350 en Herculano. Seguramente hubieron muchos más cuyos cuerpos fueron directamente volatilizados por los flujos piroclásticos y no dejaron ni siquiera sus esqueletos. Para dar una idea, Pompeya tenía 25.000 habitantes y Herculano unos 5.000.


Alarido silencioso

Después de la destrucción de las villas, el emperador Tito ordenó inteligentemente no reconstruirlas. La erupción desvió el río Sarno y elevó la costa, de tal modo que Pompeya, por ejemplo, que estaba junto al mar y al río, quedó lejos de ambos, en medio de un desierto de cenizas, sepultada, y fue olvidada hasta su descubrimiento en el siglo XVIII. Las laderas del Vesubio, antes cubiertas de árboles y viñas, eran ahora sólo una masa de roca desnuda.


El Vesubio visto desde Sorrento

Los romanos se alejaron de él, pero el Vesubio no volvió a alcanzar la paz. Hizo erupción en 203, de la cual da testimonio el historiador Casio Dio, y de nuevo en 472, arrojando cenizas hasta Constantinopla, en territorio de Turquía. Hizo varias erupciones en 512, de tal magnitud que dejó a muchos campesinos sin casa ni trabajo, y debieron ser protegidos por el rey Teodorico. Volvió a manifestarse en 787, 968, 991, 999 y 1007, hasta que en 1036 su comportamiento comenzó a cambiar: en esa erupción, en vez de arrojar cenizas hacia arriba, liberó grandes flujos de lava. Luego, se tranquilizó a fines del siglo XIII.

No hay cosa más peligrosa que un volcán que se llama a silencio durante siglos. El Vesubio durmió desde el siglo XIV hasta el XVII, y su historia de violencia y muerte fue olvidada. Para 1630 los pobladores, tentando a la bestia, habían cubierto nuevamente sus laderas con viñedos, aldeas y casas con jardines, a tal punto que el mismísimo cráter se llenó de bosques. No sabían que se estaban suicidando.

En diciembre de 1631, luego de más de 300 años de calma, el Vesubio volvió a la vida de manera trágica. En una erupción de tipo vesubiano (sub-Plinio, es decir, sin el lanzamiento de grandes masas de roca, cenizas y flujos piroclásticos), grandes oleadas de lava ardiente sepultaron las aldeas y campos de las laderas, matando a más de 4.000 personas. Los sobrevivientes fueron despellejados y quemados vivos por océanos de agua hirviente proveniente del corazón de la montaña. A partir de allí el Vesubio ya nunca volvió a dormirse: hizo erupciones continuas, las peores de las cuales ocurrieron en 1660, 1682, 1694, 1698, 1707, 1737, 1760, 1767, 1779, 1794, 1822, 1834, 1839, 1850, 1855, 1861, 1868 y 1872. Cinco de estas erupciones fueron submarinas (bajo la Bahía de Nápoles, con tsunamis, retroceso de la línea costera y columnas de cenizas de más de 14.000 metros de altura).


La erupción de 1822 según los ojos de un artista

Pero el Vesubio no se detuvo allí: duerme pero no se desactiva, y su actividad continúa hasta el día de hoy.


La primera erupción del siglo XX fue enormemente destructiva y ocurrió en 1906, porque se trató del evento de tipo vesubiano que produjo la mayor cantidad de lava jamás medida en el Vesubio. Murieron más de 300 personas. Volvió con erupciones strombolianas en 1926 y 1929, para tener otra más severa durante la Segunda Guerra Mundial.


Foto de la erupción de 1944 tomada por
el observador de cola de un bombardero B-25

El 6 de enero de 1944 el cráter se llenó de lava en ebullición y los derrames subsiguientes destruyeron las aldeas de Ottaviano, Massa di Somma, San Sebastiano al Vesuvio y parcialmente a San Giorgio a Cremano, todas ellas ubicadas en el valle que se forma entre el cráter del Vesubio y el arco remanente de la caldera del Somma. En ese estrecho espacio se encontraba también acampado un grupo aéreo norteamericano, que perdió bajo la roca fundida 88 bombarderos B-25. Los volcados de lava duraron hasta el día 23 de febrero, en que cesaron misteriosamente para volver el 13 de mayo. A partir de allí se sucedieron varias pequeñas explosiones durante cinco días, para concluir con un enorme estallido el día 18, iluminando el cielo de Nápoles con su resplandor ardiente. En esa ocasión murieron 26 personas.


Vesubio, 1944

Desde entonces, el volcán ha estado silencioso pero no inactivo. Pequeños terremotos se suceden, el nivel de la costa de la Bahía de Nápoles sube y baja al ritmo de la presión interna de la caldera que se halla bajo ella, y los gases de las fumarolas se modifican, mientras el coloso durmiente se prepara para un nuevo, funesto despertar.

Los períodos de latencia del Vesubio han sido, durante los siglos pasados, bastante breves. En promedio, ha venido produciendo erupciones strombolianas o vesubianas cada entre 18 meses y 7 años y medio. Ello significa que la presente falta de actividad eruptiva es la más larga de los últimos 500 años. La tendencia histórica del Vesubio siempre ha sido producir grandes erupciones tipo Strómboli tras largos silencios, y enormes explosiones de Plinio cuando ha pasado mucho tiempo desde la Plinio anterior. Pues bien: han pasado más de más de 64 años desde la Strómboli de 1944, y 1929 años desde la última Plinio.


Soldados norteamericanos huyendo del Vesubio

Si bien es posible que la próxima erupción no sea inminente, hay que tener en cuenta que las escasas 30 o 40 mil personas que vivían en torno del monte en tiempos de Nerón han sido reemplazadas por 700.000 que habitan las 27 aldeas actuales ubicadas en su base y los más de 3.000.000 de habitantes de Nápoles en sí misma.

Ya hemos notado que la zona a ser devastada por una explosión Plinio depende fundamentalmente de la dirección de los vientos. La erupción de 79 destruyó Pompeya (ubicada al sudeste del cráter) porque los vientos soplaban del noroeste. Pero la Erupción de Avellino incendió, devastó y cubrió de cenizas toda la región que actualmente ocupa la planta urbana de Nápoles y el Gran Nápoles, porque el viento soplaba en la dirección contraria. Y el problema es que, si bien podemos predecir que se producirá una nueva erupción y de qué tipo será, nadie en el mundo puede decir hacia qué lado soplarán los vientos ese día. La vida o la muerte de millones de napolitanos dependerá, cuando la explosión ocurra, sólo de una cuestión meteorológica.

Hasta los hallazgos en Nola en 2006, la distancia a la que se encuentra Nápoles del cráter (6 km) se consideraba segura. Pero, como hemos visto, el poblado prehistórico destruido por Avellino se encuentra a más de 9 km del Vesubio. De un plumazo, un sólo descubrimiento ha borrado la falsa sensación de seguridad que tradicionalmente han sentido los pobladores de la región y que tanto duelo y luto les ha causado. Hoy sabemos que esa seguridad es una mera ilusión. La Erupción Avellino, en realidad, arrasó áreas que rebasan el extremo opuesto de la zona urbana napolitana.


La terrible erupción de 1906

A partir de los estudios efectuados en Nola, se ha demostrado que las rocas y losas de piedra pómez cayeron del cielo a 150 km/h en lo que hoy es pleno centro de la ciudad, que la noche nuclear duró semanas, y que miles y miles de kilómetros cuadrados al noroeste del Vesubio se convirtieron en interminables desiertos de ceniza que se mantuvieron inhabitables durante más de dos siglos.

El geólogo y vulcanólogo Michael F. Sheridan, de la Universidad de Buffalo, lo expresa de la siguiente manera: "Hasta el descubrimiento de Nola, no sabíamos que Nápoles estuviera tan amenazada. Nunca habíamos encontrado evidencia de semejante grado de destrucción en la zona que hoy es área urbana". De hecho, es la mayor aglomeración urbana del sur de Italia.

Y las nuevas investigaciones demuestran que la próxima vez el Vesubio no será tan cariñoso como lo fue en 1944. Su caldera está mitad bajo la bahía y mitad bajo la ciudad y el volcán, y toda la región flota sobre un manto de magma de más 400 km2.

Hay maneras de comparar la actividad de los volcanes. Si bien es cierto que el Vesubio no es el más activo del mundo, sí es uno de los que más magma ha vomitado. Y es el único que tiene casi 4 millones de personas a su alrededor.

Sheridan afirma: "Los modelos computacionales muestran que la fuerza de impacto y la tasa de sedimentación de los flujos piroclásticos causarán una total devastación y mortalidad en un radio de 12 km alrededor del volcán. Esto será así porque la onda expansiva de los flujos excederá incluso la resistencia estructural de los edificios". Esto implica que aún los edificios antisísmicos serán aplastados por la fuerza de los gases.

No es una idea agradable, porque, recién ahora, comprendemos que la próxima erupción no será una suave erupción de tipo hawaiano, ni una sencilla explosión Strómboli como la de 1944, sino que la que viene será una Plinio.

Sheridan continúa: "La erupción de la Edad de Bronce ocurrió hace 4.000 años, y la de Pompeya hace 2.000. El Vesubio produce una gran Plinio cada aproximadamente 2.000 años".

El lector preguntará: ¿cómo pueden estar tan seguros? Primero, porque Sheridan es el vulcanólogo que más ha estudiado el Vesubio, y lo conoce muy bien desde su nacimiento hace 25.000 años. En segundo lugar, porque la composición de los gases que liberan las fumarolas del volcán cambia de modo muy característico antes de producir una erupción de Plinio, y estos cambios son muy diferentes de los que preceden a una erupción tipo hawaiano o stromboliano. Es verdad que en las dos últimas Plinio del Vesubio no estábamos allí con nuestra tecnología para evaluar la composición de sus gases ni los del Krakatoa, pero sí hemos estudiado cuidadosamente las dos últimas grandes Plinios de nuestro tiempo: el Santa Helena y el Pinatubo. Y el Vesubio se está comportando exactamente igual que ellos antes de sus erupciones de Plinio. En pocas palabras: la próxima erupción del Vesubio será, por lo menos, tan poderosa como la que destruyó Pompeya. Y podremos darnos por satisfechos si el viento no sopla hacia Nápoles como ocurrió en la Edad del Bronce.

Las expectativas no son auspiciosas: el profesor Giusseppe Mastrolorenzo, colega de Sheridan en el Observatorio Vesubio, ha pasado muchísimos años monitoreando día a día el comportamiento de la fiera: "Como las crisis volcánicas empiezan repentinamente, dejando sólo un par de semanas de margen para implementar los planes de evacuación, es importante tratar de utilizar todos los datos disponibles para pronosticar los eventos futuros". El problema es que sólo comenzará a haber sobrevivientes a más de 15 kilómetros del cráter, pero todo dependerá de si se puede evacuar a los que viven a menos de esa distancia. Incluso a una distancia supuestamente "segura", mucha gente morirá por inhalar ceniza, compuesta en realidad por minúsculas rocas afiladas.


Sorprendente imagen de satélite: Nápoles rodea al Vesubio por todos lados

"La próxima erupción será mucho mayor que las que estábamos previendo. Estas eran como la de 1631. Pero ahora estamos obligados a considerar el peor escenario posible, y eso implica desarrollar un plan de evacuación para 3 millones de personas. Ellos deberían eventualmente regresar a sus hogares, pero lamentablemente no tendrán ningún lugar adonde regresar. La pregunta es: ¿dónde pondremos a toda esa gente y durante cuánto tiempo deberemos seguir considerándolos evacuados?". Todos los que están dentro de la zona roja (los famosos 12 km) tienen escasísimas chances de sobrevivir a una Plinio del Vesubio. Y además, la erupción, sin ser inminente, no está muy lejos. Dice Sheridan: "Usando los tests estadísticos standard, hay más de un 50% de probabilidades de que ocurra una gran explosión durante el año que viene (se refiere a 2007). Con cada año adicional que pasa, la probabilidad crece. Basándome en la experiencia del huracán Katrina, puedo afirmar que es imprescindible considerar cuidadosamente el suministro de vivienda, agua, alimentos y establecer las rutas de escape antes de emprender una evacuación de esta magnitud. Además, hay que preparar lugares que estén fuera de la zona de peligro para alojar a esa multitud, bien lejos del volcán. Uno no debería mudar tanta gente en dirección al rostro del desastre", dice. Y prosigue: "Los gobiernos tienen una tendencia innata a subestimar lo que los geólogos llaman el `máximo evento probable´. Esto ocurre porque no quieren pagar el costo político de hablar del peor peligro posible, lo que equivale a ser heraldo de malas noticias. Y ningún gobernante quiere dar malas noticias a la gente", concluye con seriedad.

Pero: ¿En verdad hay un plan?

Sí, lo hay. El gobierno italiano desarrolló, a partir de 2004, un plan de evacuación que, en teoría, le permitiría evacuar la zona con tan sólo 20 días de alerta. También puso en marcha un proyecto para pagar 46.000 dólares a cada poblador que aceptara abandonar su hogar en la zona roja y mudarse a un sitio más seguro. Como es de esperar, esto fue aceptado por muy pocos.


Puede volver a suceder

Pero el plan de evacuación adolece de muchas fallas:

Primero y principal, es muy improbable que la población de la zona de riesgo permita que se la desplace por las buenas. Los antecedentes históricos demuestran que la evacuación de millones de personas sólo puede hacerse a punta de fusil, porque ellos creen —con todo derecho— que el abandono de sus hogares los arruinará por causa de los saqueos, y, si se han intentado evacuaciones anteriores que resultaron ser falsas alarmas, han perdido comprensiblemente la fe en los geólogos y los gobernantes. Nada ha sucedido, y sin embargo los ladrones han robado sus propiedades. ¿Por qué habría de ser diferente en la siguiente ocasión?

En verdad, esto ocurrió en 1984. Ante señales alarmantes provenientes del complejo volcánico de Campi Flegrei, el gobierno napolitano evacuó a 40.000 personas, pero la erupción no se presentó. Este tipo de precedentes no reafirman la confianza de sus pobladores en que su gobierno sepa lo que está haciendo. Aquella evacuación se hizo con mucha antelación.


Demasiada gente demasiado cerca

Pero si se espera a que las señales sean claras, la catástrofe puede ser inminente, y el plan comenzar demasiado tarde. Es un dilema insoluble para las autoridades: ¿comenzar rápido y que luego no suceda nada o empezar tarde y arriesgarnos a una espantosa mortandad? Hasta la fecha, nadie ha encontrado una respuesta a esta pregunta.

En segundo lugar, nadie puede asegurar que el Vesubio tendrá la gentileza de avisar a los científicos con los 20 días de anticipación que el plan considera. Es cierto que hay señales muy claras antes de las grandes erupciones, pero ciertamente no se puede obligar a una montaña a que cumpla las condiciones escritas en un papel. ¿Y si la catástrofe es súbita? Digamos, ¿qué pasa si los temblores y demás avisos comienzan sólo con, por ejemplo, 72 horas de anticipación?


El cráter del Vesubio

Tercero: las vías, calles y caminos de escape ciertamente estarán bloqueados. La razón de esto es que, si bien los edificios en el centro de Nápoles son antisísmicos, esto no ocurre con los suburbios pobres y por supuesto no con las aldeas ubicadas en las laderas del volcán. Ello implica que, rodeadas de casuchas y construcciones de adobes, o con materiales superiores pero sin tecnología antisísmica, todos o la mayoría de los caminos de fugas se hallarán cubiertos de edificios caídos incluso antes de la erupción, por los sismos que la precederán.

Por último, y lo más importante: ¿Por qué el gobierno italiano asume que la erupción será como la Strómboli VEI4 de 1631? Estamos ya en la fecha de padecer una enorme explosión de Plinio con potencia VEI6 (100 veces más destructiva que la de 1631). El volcán se comporta en consecuencia: como hemos dicho, la composición de sus gases y otros fenómenos prácticamente garantizan que la próxima erupción será pompeyana... o tal vez peor.


Invitación al desastre: las laderas del volcán están hoy
plantadas y habitadas igual que bajo Nerón

Para complicar las cosas y dar por tierra con todos los pronósticos optimistas, la situación exacta a la que se enfrentará Nápoles y su zona de influencia será determinada por factores inmanejable e impredecibles, como por ejemplo las condiciones del viento. Como se ha explicado, un viento del norte podría matar unas pocas personas, pero una súbita rotación al sur arrasaría Nápoles entera. Y nadie puede predecir eso.

A pesar de todo, nos quedamos con una de las frases del profesor Sheridan, impresionante por lo ominosa y terminante. Si se produce una erupción Plinio con viento del sur, los 3 millones de habitantes de Nápoles se convertirán en refugiados eternos: "No habrá ningún lugar adonde regresar". No olvidemos que Avellino arruinó la región entera durante siglos. Por lo mismo, es necesario que el gobierno italiano contemple otorgar viviendas, tierras y trabajo permanente a los evacuados en una zona segura. ¿Y qué región, provincia o ciudad italiana estarían en condiciones, en medio de la presente crisis mundial, de aceptar a varios millones de inmigrantes obligados y perpetuos que han perdido todo para siempre? La respuesta a esta pregunta no es ni fácil ni simple, y sólo el futuro podrá contestarla.


El cráter del monstruo, hoy

En definitiva, los científicos creen que estamos ante una catástrofe de magnitud bíblica. Si bien puede suceder en 6 años o en 60, están seguros de que ocurrirá dentro de este siglo. Y si los planes de seguridad no se ajustan de inmediato, los italianos modernos comprenderán lo que sufrieron los habitantes prehistóricos de Nola o los romanos de Pompeya. Esperemos, contra toda esperanza, que los dioses no les hagan pagar el precio de haber dormido, durante siglos, sobre la falda del temible y sanguinario Hércules, el destructivo hijo de Zeus.



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