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Por Silvia Angiola


EL ORFANATO

Dirección:
Juan Antonio Bayona

País:
España, México

Año: 2007

Duración: 100 minutos

Género
Drama, suspenso, terror

Intérpretes
Belén Rueda, Fernando Cayo, Geraldine Chaplin, Montserrat Carulla, Roger Príncep

Guión
Sergio Gutiérrez Sánchez

Producción
Guillermo del Toro, Álvaro Augustín, Joaquín Padro, Mar Targarona

Estreno en cines
13 de marzo de 2008


EL ORFANATO

La llamada "edad de oro" del fantástico español se extendió desde comienzos de la década del '60 hasta finales de la década del '70 y tuvo como protagonistas a realizadores tan populares como Paul Naschy, Jesús Franco, Eugenio Martín y Narciso Ibáñez Serrador. Pese a la respuesta entusiasta del público, el género fue ignorado durante mucho tiempo por la crítica especializada, probablemente por su contenido no realista, su repercusión masiva y los modestos recursos empleados en su producción. En el año 2001 dos películas de terror españolas sorprendieron al mundo por sus cualidades estéticas y por el éxito que obtuvieron en las boleterías. Ambas se caracterizaban por un tratamiento serio, no paródico, del horror, que evocaba las mejores tradiciones góticas de la literatura y de la cinematografía europeas. Ambas contaban con elementos foráneos en su producción y con directores reconocidos por sus trabajos anteriores dentro del género. Con Los Otros, de Alejandro Amenábar, y El Espinazo del Diablo, de Guillermo del Toro, el fantaterror inició un movimiento que lo trasladaría desde la periferia hasta el centro del mercado cinematográfico internacional.

Las razones de este protagonismo son múltiples y complejas. La política de secuelas, precuelas y remakes impulsada por la industria estadounidense ha sumergido al cine de terror en un estancamiento creativo que parece difícil de superar. Alejadas de la violencia pornográfica de los últimos films americanos y de las peculiaridades estilísticas del J-horror, fortalecidas por las nuevas tecnologías y las mayores inversiones y con un ojo puesto en el mercado internacional, las producciones y coproducciones españolas se convirtieron en una nueva alternativa para los fanáticos del género. Se trata de películas maduras, muchas veces con un marco político e histórico relevante, que ponen el énfasis en el desarrollo del relato y en la construcción interna de los personajes. Para ser eficaz, la fábula de terror clásica exige un mínimo de narratividad, un espacio de maduración, que el elemento fantástico aparezca paulatinamente para hacerse cada vez más notorio y que, mientras tanto, surjan las dudas y los cuestionamientos.

El Orfanato, primer largometraje del catalán Juan Antonio Bayona, se convirtió en el mayor éxito de taquilla del cine español en los últimos cinco años, aventajando a las superproducciones norteamericanas Piratas del Caribe: en el Fin del Mundo y Shrek Tercero. La cinta, que no propone grandes novedades ni desde lo formal ni desde lo argumental, recibió siete premios Goya y se estrenó en países como EEUU, Inglaterra, Francia, Corea del Sur, México y Argentina con gran difusión mediática y la aprobación casi unánime de la crítica. Es un thriller gótico que apuesta más al suspenso que al sobresalto, muy influenciado por la visión del fantástico de su célebre productor, Guillermo del Toro, pero sin llegar a la riqueza visual y narrativa que caracteriza a las mejores obras del mexicano.

Laura (Belén Rueda) es una antigua huérfana que compra el edificio donde pasó su infancia con la idea de fundar un hogar para niños discapacitados. Cuando se instala en la casa con su esposo Carlos (Fernando Cayo) y su hijo Simón (Roger Príncep), el niño, que tiene una frondosa imaginación, empieza a jugar con unos amiguitos que nadie más puede ver. Laura se siente perturbada cuando, a través de estos juegos, Simón llega a descubrir cierta información que sus padres le habían ocultado. El chico se muestra más inquieto a medida que se acerca el día de la inauguración del nuevo hogar, hasta que finalmente desaparece sin dejar rastros. Laura está convencida de que la clave del paradero de Simón se encuentra en la historia de la casa y, contra la voluntad de su marido, invita a una médium (Geraldine Chaplin) para que colabore en la búsqueda.

El guión de Sergio Sánchez, pródigo en desvíos y suficientemente ambiguo como para permitir la interpretación sobrenatural y la psicológica, combina la fábula de Peter Pan con los elementos más tradicionales del cine de fantasmas, y concluye en una melancólica reflexión sobre la pérdida, el peso de la memoria y la fuerza del amor materno.

En su exégesis del elemento fantástico El Orfanato remite directamente al discurso que, en la voz del inmarchitable Federico Luppi, abre y cierra El Espinazo del Diablo: "¿Qué es un fantasma? Un evento terrible condenado a repetirse una y otra vez. Un instante de dolor, quizá. Algo muerto que parece por momentos vivo aún. Un sentimiento, suspendido en el tiempo, como una fotografía borrosa, como un insecto atrapado en ámbar". El espectro es esa pequeña voz del pasado que ni la memoria de los hombres ni la Historia con mayúscula llegaron a registrar. Es un reclamo que se niega a desaparecer, que vuelve al presente una y otra vez bajo una apariencia extraña.

El film de Bayona juega con la idea de que la barrera que separa un mundo de otro, el de los vivos y el de los muertos, o el del presente y el del pasado, está en el interior de nuestra propia mente.

                       
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