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Fantástico desencantado: los nietos de Julio Cortázar
por Elsa Drucaroff

 

Participar en este homenaje es pensarme. Voy a empezar por ahí, porque si nunca defendí una crítica neutra o "científica", ejercerla con Julio Cortázar sería traicionarme, probablemente traicionarlo. Como corresponde a una adolescente de los 70 en Argentina, a los 16 años descubrí los cuentos fantásticos de Cortázar y supe, igual que tantos, que tocaban mis entrañas, que decían algo que yo siempre había sabido sin saber. Como también corresponde, casi en seguida me abalancé sobre las novelas, y fui lo suficientemente snob como para querer integrar el Club de la Serpiente, lo suficientemente honesta como para estudiar aplicadamente el manual de saberes que Cortázar desplegaba con generosidad, invitando a participar a todo aquél que se sintiera interpelado, y (dado que era lectora, no lector) lo suficientemente despectiva conmigo y mis hermanas como para desear parecerme, ser la Maga.

También corresponde, supongo, crecer y matar al padre. Correspondió entonces reprocharle el consumismo exhibicionista de bienes culturales, su convicción de que las mujeres no valen cuando son gordas, viejas o frígidas, pero sí cuando se ofrecen a ser pisadas como puentes por varones cazadores de verdades metafísicas, sí cuando los acompañan incondicionalmente (maravillosamente putas, maravillosamente madres), dejando a sus propios hijos morir en las cunitas. Y correspondió descubrir que si la señora de Cinamomo no come pepino porque le repite, tiene sus razones; que es sabio que la mamá de Pablito se preocupe por si la frazada abriga bien al nene, que en su odio y envidia a la señorita Cora hay dolor, queja política, de género, que debe escucharse. Hubo entonces una relectura que produjo un artículo crítico, casi un ajuste de cuentas.1 Y después, el querido padre se quedó juntando polvo tristemente en un estante de mi biblioteca, olvidado todo lo que se puede olvidar a un padre, que no es tanto. Mi profesión me obligaba a visitarlo cada tanto. ¿Por qué?, me preguntaba. Tuve que admitir que nadie se libra así nomás de un padre verdaderamente grande.

Y de esto quiero hablar. Del Cortázar que permanece. Quisiera precisar, ahora sí objetivando, asumiendo el rol crítico, algo que él aporta y que la narrativa de hoy, la de este sombrío comienzo de siglo, desoye y oye simultáneamente.

En este último año leí narrativa fantástica muy reciente, de escritores de la última década. Me voy a referir a cuatro libros valiosos y diferentes: El núcleo del disturbio, cuentos de la joven Samanta Schweblin, Playa quemada y Marvin, cuentos de Gustavo Nielsen, La asesina de Lady Di, una novela de Alejandro López.2 Todas obras fantásticas y sin embargo, en una primera lectura, escritas casi siempre lejos de Cortázar. Releo los cuentos de Cortázar para precisar por qué. Comienzo revisando la definición misma de lo fantástico.

Mal que le pese al antiguo estructuralismo de Todorov,3 lo fantástico no es un género. Algo así dicen Bessière, y más ambiguamente Jackson.4 Lo fantástico es una irrupción, como tal puede aparecer en cualquier género y jaquearlo. ¿Irrupción de qué? De lo no normal en lo normal, de lo que no puede ser en lo que es, de lo que altera los postulados lógicos, se ha dicho.5 Sin embargo creo que no se trata de normalidades o leyes lógicas del mundo sino de la verosimilitud, simplemente. Adentro del universo de Bugs Bunny, lo fantástico no irrumpiría porque un conejo hable, irrumpiría por ejemplo si ese gracioso, disparatado conejo parlanchín cayera gimiendo, cubierto de sangre, traspasadas las vísceras por una bala de Elmer. Eso, algo tan lógico después de todo, sería lo que pondría en jaque las leyes del universo construido, eso produciría el frío perturbador.

Postulo que en narrativa lo fantástico es negatividad, pura negatividad que se ensaña sobre el verosímil y jaquea el mundo construido, las leyes en las que nos apoyamos para creerlo. Como Cortázar señaló, nuestra literatura rioplatense dio grandes escritores fantásticos: Quiroga, Felisberto, Borges, Onetti.6 Pero él, ¿cómo se coloca en esa serie? Ya lo señaló Noé Jitrik a fines de los 60: en él, lo fantástico irrumpe desde el interior,7 estalla vomitado como un conejo desde alguna entraña, y ocupa la vida más cotidiana. Agregaría a esta precisa dirección de adentro a afuera, el factor violencia. En Cortázar lo fantástico golpea la escritura como el chicotazo de una rama húmeda la mejilla, la toca como el acero helado y asesino toca el cuello del lector relajado en un sillón. Y éstas no son sólo imágenes de "Continuidad en los parques";8 son una poética que lo distancia de los otros; por ejemplo de Borges, donde no sólo lo fantástico es la amenaza desde afuera, como señaló Jitrik,9 sino que —hay que agregar— irrumpe perturbadora pero serenamente de la mano de la especulación, de la teoría. Expulsión violenta, así ingresa lo fantástico en el verosímil casi siempre costumbrista, cotidiano, que privilegia Cortázar. Ahí la primera diferencia.

Volvamos a los tres escritores nuevos. ¿En qué se alejan de Cortázar? ¿En dónde lo retoman? Retoman su violencia, no su escritura de la violencia. Cortázar hizo de la veloz sucesión metonímica un estilo. En esa sucesión sintáctica falsamente descuidada, en ese borbotón preciso, como un dato más, casi inadvertido, estalla lo fantástico. Los ejemplos son muchos.10

No es el recurso narrativo de Cortázar lo que retoman los escritores que nombramos, sí su violencia. Y aunque desde los recursos se vea más influencia de Borges, su fantástico tiende a Cortázar en este aspecto fundamental. Se trata de una violencia sin embargo desoladora. ¿Por qué? Para entenderlo, es inevitable retornar a Cortázar y más atrás, a lo fantástico como irrupción en la literatura.

Los que lo estudiaron lo definen como la trascendencia y el más allá de una sociedad sin religión, donde Dios ha muerto11; o como la emergencia de lo siniestro, de lo Real inaprehensible, que aparece y disuelve toda la consistente organización imaginaria que nos permite sobrevivir12; o la irrupción de los deseos inconscientes que se realizan ominosamente afuera13; o la queja del artista burgués, lúcido y sensible, ante el caos, el anhelo de orden en una sociedad donde la amenaza es constante. Con matices, los relatos de Cortázar pueden adaptarse a todas estas afirmaciones, pero sin embargo hay algo completamente nuevo: la esperanza.14

La palabra aparece en "El perseguidor", en boca de Bruno, para referirse a la búsqueda de Johnny Carter: "la realidad se le escapa y le deja en cambio una especie de parodia que él convierte en una esperanza".15 Es la esperanza que transmite la música de Johnny, la de poder entrar a la otra zona, a la "otra cosa que no alcanzamos y que está ahí al alcance del salto que no damos" (Rayuela).16

No hay anhelo por el orden en el fantástico de Cortázar, hay anhelo de desorden. Un deseo genuino, existencial, profundamente revolucionario, que el mismo escritor reconoce como parte de su biografía. Lo fantástico, dice, es un "sentimiento" que lo "acompañó toda la vida" , es la certeza de que existe "una realidad misteriosa y fantástica que vale la pena explorar". Vale la pena, incluso si se sufre. A diferencia de grandes escritores de literatura fantástica como Poe o Borges, Cortázar no conjura con sus relatos el terror al caos, anunciándolo a pesar de sí mismo, fascinado con su propio terror. Cortázar hace del desorden una causa política.

La exploración de lo fantástico como acción política está programáticamente desplegada, por ejemplo, en 62. Modelo para armar y se afirma de un modo a mi entender ingenuo, fallido en términos literarios pero indudablemente honesto, sobre todo arriesgado, en Libro de Manuel. Por supuesto, todo esto ya estaba en los sueños de algunos surrealistas: tanto la conjunción arte - fantástico - vida, como la más arriesgada: arte - fantástico - acción política. Pero eso que ciertos surrealistas proclamaron más que lograron, e intentaron desde la poesía, en Cortázar es una poética que produjo otro modo de narrar, relatos de notable consistencia textual y extratextual, extraordinario poder de seducción e influencia en la vida misma de sus lectores. Esto fue, para volver a mi propia vida, lo que el padre Cortázar dijo a mis entrañas y a mi generación: que ese sentimiento de que debajo de tanta mentira establecida había otra realidad —tal vez más peligrosa, pero deslumbrantemente verdadera— no era ni locura, ni necedad, ni infantilismo; era un camino que valía la pena.

La "zona sagrada" que irrumpe (como la llama Jitrik) no es solamente una amenaza, aunque amenace. También es una meta. Puede transformar el mundo al que estamos condenados, donde lo horroroso son las normas de pacotilla. A veces son los personajes los que persiguen anhelantes el desorden, otras es el mismo texto que convoca al lector textual a identificarse con la persecución, incluso si los personajes no se atreven. Siguiendo a Pizarnik, leer "El otro cielo" es desear que el empleado bancario elija a Josianne y al París macabro de Laurent antes que al Buenos Aires insulso; leer "Cartas de mamá" es desear que Nico llegue por fin a París y, aunque nos aterre, los tres se miren cara a cara y ocurra lo que tenga que ocurrir. Este fantástico que anhela más que conjura es diferente de todos los otros; de Borges y también de Felisberto (donde el caos acompaña a un narrador resignado, como una enfermedad), o de Onetti (donde lo fantástico es la grieta por la que Brausen se sumerge en su propia creación para salvarse melancólicamente a sí mismo, y ni siquiera). Lo fantástico en Cortázar es una utopía no ingenua ni irresponsable, asume los precios y riesgos, pero no renuncia. Así está planteada explícitamente en Rayuela y en 62. Modelo para armar.

Volvamos entonces a este tiempo en el que Cortázar cumpliría 90 años. A estos tres narradores del siglo XXI, a su violencia fantástica desoladora. Llega porque sí, de pronto, como una bofetada en medio del relato; o está desde el comienzo, indicando agresivamente que ese mundo es absurdo sin paliativo; pero nunca señala una utopía. Nada hay seriamente en juego cuando la grieta fantástica irrumpe, incluso si es serio, incluso si es peligroso. Por eso, tan lejos de Cortázar, es difícil identificarse con los protagonistas que experimentan lo fantástico, y en cambio podemos deleitarnos con la distancia muchas veces socarrona con la que los autores cuentan sus desventuras.

Veamos por ejemplo "Hacia la alegre civilización de la Capital", de Schweblin: Un oficinista atrapado en una desierta estación de campo porque el boletero rehusa darle cambio. Trenes que pasan de largo porque el boletero no hace señas. Para qué, si no hay pasajero con boleto. El protagonista prisionero, resignado, se suma a la curiosa familia del boletero y su maternal esposa, integrada por otros trabajadores de ciudad igualmente presos. La lejanía con Cortázar es inmensa: la normalidad perdida, el mundo de la ciudad con esposas, hijos, dinero, trabajo, que en Cortázar es siempre insatisfactoria rutina, acá se añora. Los hombres lloran, no llora la voz que narra, lúcidamente ajena, apenas socarrona, apenas irónica. Y en cuanto a este lado ominoso que un azar les ha permitido transitar, también es rutinario y estúpido: papá Pe y mamá Fi, los boleteros, enseñan a trabajar el campo y preparan deliciosas tortas que ofrecen en escenas artificiosas, irrisorias, de felicidad familiar. Queda el escape heroico, y ocurre. Pero tanto heroísmo no vale la pena porque cuando por fin los oficinistas logran detener el tren y huir, también por fin bajan del tren los oficinistas que querían llegar y no podían, y el andén, que "ha sido para ellos un sitio de amargura y miedo", "sin embargo ahora se asemeja a la civilización alegre de la Capital. Una última sensación común a todos es de espanto: intuir que al llegar a destino ya no habrá nada".

Nada. Nada que buscar ni que explorar, tampoco nada valioso que proteger, nada del lado de acá, del preciado orden. Ni anhelo de orden ni anhelo de desorden, constatación de un vacío que cubre todo. La grieta fantástica lleva a algo que no es mejor ni peor, quedarse o dejar "la zona" es lo mismo. La única certeza es la lucidez de saberlo.

Es difícil no leer en este fantástico profundamente desencantado la dolorosa denuncia de un tiempo donde no se concibe futuro ni mejora posible. La otra línea de fantástico argentino reciente, de la que me ocuparé ahora, también puede leerse desde nuestra historia reciente, desde la Argentina que las generaciones anteriores hemos dejado a los nuevos. Es un fantástico "de los muertos vivos", integrado por ejemplo por cuentos de Nielsen o la novela de López, La asesina de Lady Di. En Cortázar hay a veces muertos que retornan y en alguno de ellos, retorna en la culpa de los vivos. Pero entonces la culpa construye una zona sagrada que valdría la pena aunque los cobardes no lo hagan, aunque los que lo hacen, incluso mueran. En estas obras, en cambio, la culpa es prohibición y destino que se acepta, con o sin razón.

Hay razón lógica en La asesina de Lady Di. La protagonista, antes de matar a Lady Di y a otras, cometió su crimen fundante: mató a su hermana. La bella, la inteligente, la triunfadora, la amada, ésa murió en manos de la gordita perdedora y patética que relata la historia. Y así como el fantasma de la bella reaparece en el libro y señala con dedo acusador, así la gordita misma, hecha fantasma, será la voz que ha escrito el libro, también ella asesinada por sus crímenes en un acto de justicia. De este modo, como señalo en otro lado: "un espectro acaba de lograr nada menos que lo que aún no pudo hacer nuestra sociedad: confesar sus culpas, castigar a los culpables." 17

Lo fantástico está puesto, en La asesina de Lady Di, al servicio del crimen pero también de la justicia, del desorden y de la ley. Pero así como no hay nada grandioso en el orden, tampoco lo hay en el desorden. La narradora mata con potencia fantástica para conseguir tener un hijo con Ricky Martin, ésa es su trascendencia. La violencia del fantástico de Cortázar está, pero como en Schweblin es desoladora. No hay una verdad interior capaz de convertirse en "zona sagrada". Hay nimiedad, es una violencia porque sí, aunque tenga motivo.

Y la burla que podría haber producido en Cortázar una voz como la de la cholula de Ricky Martin, acá no existe. Ni burla, ni miedo, ni complicidad: interés dialógico, lúcida distancia respetuosa entre el autor textual y su narradora idiota, brillante, alucinada por la televisión.

Pero hay algo más: "ningún referente junta la novela con nuestro pasado político, y sin embargo sus obsesiones lo conectan con otras obras" que dejan leer, en serie, "el trauma de los desaparecidos" .18 Es notable cómo recurre en la nueva literatura argentina la situación de dos hermanos o hermanas, con uno ausente o perdida.19 "Pareciera que muchos escritores que vinieron después de la masacre tienden a confrontar con una sombra, un hermano, un amigo que falta, en una relación marcada por la culpa y la competencia. El mundo está agujereado, le falta un pasado comprensible detrás del límite de horror que es 1976, le faltan (o mejor, le sobran) treinta mil que nunca crecieron, treinta mil jóvenes perfectos, modélicos, ejemplos atroces, inimitables si se quiere no morir".20

Algo semejante puede leerse en "Playa quemada", de Nielsen, quien ha escrito muchos cuentos con "muertos vivos" . Un hermano que busca a su hermana en una playa ennegrecida, cubierta de lava, la encuentra entre otros bañistas petrificados. A diferencia de Cortázar, donde es el acontecer mismo lo que irrumpe como el acero en el cuello, acá el horror está violentamente instalado desde la primera línea, es parte de las reglas del juego. Más que el desastre, son las huellas del desastre (los olores nauseabundos, los cuerpos rígidos) lo que aterra. Habrá acontecimiento, sin embargo, y el horror vuelto verosímil se abrirá para que entre lo fantástico: la estatua negra que es su hermana muerta se está moviendo. El narrador hermano se sumergirá aterradoramente en ese movimiento hasta perderse. Pero sin embargo no lo logrará. Si la otra zona convoca y en ese sentido el hermano es cazador, como dice Pizarnik que son los protagonistas de Cortázar, ésta es una convocatoria horrible que no conduce a ninguna verdad. Viene de afuera, lleva al fracaso y al ridículo. Por eso al final, cuando queda claro que su hermana muerta, como todas las otras víctimas del desastre, busca sumergirse en el mar, el narrador se tirará también —vivo y vestido—, y sólo consigue hacer reír a quienes lo observan:

"mi cara roja, mi nariz roja, partida contra el fondo de arena, en sangre brotando entre mis dedos cuando la vergüenza me la tapa. Sentado en esta orilla, mojado y ridículo. Como uno de afuera. Una visita.

Como alguien que todavía no merece entrar en esta tierra."

Merecer, ahí hay una clave. Ni la hermana gorda y fea ni el hermano vivo merecen entrar a donde están sus muertos. ¿Qué zona sagrada, qué orden otro, qué búsqueda romántica o vanguardista puede emprender quien no merece entrar en esta tierra? En ese punto Cortázar no es padre de Nielsen, ni de Schweblin, ni de López; en ese punto es padre mío y de muchos, pero no de ellos.

Los nuevos viven la misma certeza audaz de que hay otro lado, pero la viven en un mundo demasiado distinto, un mundo que se emperra en demostrarles que es una certeza inútil, sin el menor sentido.



NOTAS

1 Drucaroff, Elsa, Macchi Fernanda y Andrada, Ricardo. "Rayuela: el sacrificio al otro lado". En: Literatura e identidad latinoame­ricana - Siglo XX. IV Simposio internacional de literatura. Bs. As., Instituto Literario y Cultural Hispánico, Juana Arancibia Editora, 1991.

2 Schweblin, Samanta. El núcleo del disturbio. Bs. As. Destino, 2002. Nielsen, Gustavo, Playa quemada, Bs. As., Alfaguara, 1994. Nielsen, Gustavo, Marvin, Alfaguara, 2003. López, Alejandro. La asesina de Lady Di, Bs. As., Adriana Hidalgo, 2003.

3 Todorov, Tzvetan. Introducción a la literatura fantástica, Bs. As., Tiempo Contemporáneo, 1972.

4 Bessiere, Irène. Le Récit fantastique: la poétique de l"incertain, París, 1974. Jackson, Rosemary. Fantasy: literatura y subversión, Bs. As., Catálogos. 1986.

5 En bibliografías ya citadas, y además: Rabkin, Eric S. The Fantastic in Literature, Princeton (New Jersey), Princeton University Press, 1976.

6 Cortázar, Julio. "El sentimiento de lo fantástico", en su Obra Crítica / 1, Bs. As, Alfaguara, 1994.

7 Jitrik, Noé. "Notas sobre la ‘zona sagrada" y el mundo de los otros en Bestiario de Julio Cortázar, en Jitrik, Noé, Pizarnik, Alejandra y otros, La vuelta a Cortázar en nueve ensayos. Bs. As., Carlos Pérez Editor, 1968.

8 Cortázar, Julio. Final de juego, Bs. As., Sudamericana, 1964.

9 Jitrik, Noé. Op. cit.

10 En el cuento "Las armas secretas", el texto es monólogo interior libre de Pierre, que espera a Michele en su casa mientras piensa, derivando de una cosa a otra. Y así salta lo ominoso, de repente, simplemente un sintagma que se percibe absurdo, asociación que nada tiene de terrible salvo que no se entiende por qué aparece y por qué asusta: la letra exacta de una canción en alemán, idioma que Pierre desconoce, el nombre de una localidad en donde no estuvo, lo que viene —comprenderá finalmente el lector— del otro tiempo y de otro espacio, del soldado nazi violador, ya muerto, que Pierre no sabe que existió. En la sucesión sintagmática, en la plena metonimia, una palabra tiembla y hace temblar todo el verosímil realista psicologista. (Cortázar, Julio. Las armas secretas, Bs. As., Sudamericana, 1964) También ocurre en el sintagma el tránsito del protagonista de "El otro cielo" entre Buenos Aires y París, de una época a otra, y la oración, la lengua, se vuelve ella misma pasaje, como señala agudamente Alejandra Pizarnik ("Nota sobre un cuento de Julio Cortázar: El otro cielo", en Jitrik, Noé, Pizarnik, Alejandra y otros. Op. cit.) También en la sucesión del discurso, rompiendo cualquier norma sintáctica, irrumpe el escalofriante "y doce pisos", en "No se culpe a nadie" (Cortázar, Julio. Final de juego, op. cit.): es metonimia pura la que cuenta que quien se quiso poner un pullover está cayendo al vacío.

11 Vax, Louis. El arte y la literatura fantástica, Bs. As., Eudeba, 1965.

12 Campea en muchos teóricos la lectura psicoanalítica de lo fantástico, a partir del artículo de Sigmund Freud "Lo siniestro" (en su Obra Completa, Tomo III, Madrid, Biblioteca Nueva, 1972), y de la relectura de Jacques Lacan de lo siniestro en El seminario 2. El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica, Bs. As., Paidós, 1995.

13 Véase todo el estudio de lo que él llama los "temas del yo" y "temas del tú", en Todorov, Tzvetan. Introducción a la literatura fantástica, op. cit.

14 Es cierto que ésta es una palabra sin prestigio en Cortázar. Él la insulta ("puta vestida de verde"), no sólo —como misógino— porque se acuesta con cualquiera, sino sobre todo porque cobra muy caro. Pero esa esperanza despreciable es otra, es la que anuda por ejemplo relaciones de pareja que deberían terminarse, la inmensa trampa del amor. No es la que promete, cuando irrumpe, lo fantástico.

15 Cortázar, Julio. Las armas secretas, op. cit.

16 Cortázar, Julio. Rayuela, Bs. As., Sudamericana, 1962. No se puede decir que el relato "El perseguidor" sea estrictamente fantástico porque su verosmilitud no se quiebra en ningún momento. Sí se puede decir que la zona que habita Johnny Carter es fantástica, que su martirio es vivir en esa zona cuando todos los demás, el narrador, sus amigos, mujeres, público, comparten con los lectores el lado "normal". "El perseguidor" temariza lo fantástico aunque no lo sea y en ese sentido expone una poética y un ejemplo de vida.

17 Drucaroff, Elsa. "Fantasmas en carne viva. Narrativa argentina joven", Boletín de Reseñas Bibliográficas, 9/10 (Número aniversario dedicado a la narrativa latinoamericana actual), Buenos Aires, Instituto de Literatura Hispanoamericana, Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, 2004 (en prensa). Una versión muy abreviada de estas ideas aparece en "Qué escriben los jóvenes", revista Eñe de Cultura, Clarín, 15-5-2004.

18 Ibídem.

19 "las mellizas Hoberol (una muerta); los dos jóvenes narradores —"brothers"— en Memoria Falsa, de Apolo (dos "hijos" en competencia: el hijo incestuoso, el hijo amigo; el hijo apropiado, el "hijo" presente; uno buscando al otro, combatiendo con el otro, encontrándolo o matándolo); el amigo vivo y traidor, y el muerto desaparecido que aparece, de Aún; el hermano vivo y el hermano muerto, el hijo malo y el hijo bueno, en Las islas, de Gamerro." Drucaroff, Elsa. Ibidem.

20 Ibidem.

Axxón 155 - octubre de 2005

 
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