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El club del clon
Translated version in Latvian, here

Pablo Capanna

 
 


Si hace apenas cinco años —antes de la oveja Dolly— alguien se hubiese atrevido a predecir que en poco tiempo alguien estaría intentando clonar seres humanos, todos lo hubiéramos tratado de sensacionalista e irresponsable.
     Si además hubiese creído leer en su bola de cristal que entre los candidatos a hacerlo estaría una pintoresca secta que lleva invertidos siete millones de dólares en la construcción de una embajada para extraterrestres, cualquiera le hubiera recomendado leer menos ciencia ficción.
     Desgraciadamente, había quienes la habían leído (de la peor manera posible), o por lo menos habían sucumbido a la influencia de su poderoso imaginario, que vino a colorear sus fantasías de poder y protagonismo.
     De este modo, llegamos, antes de lo pensado, a una situación tan extraña como posmoderna.
     Pocos meses después de Dolly, un autotitulado mesías francés llamado Raël había anunciado desde el Flamingo Hotel de Las Vegas la creación de la primer empresa de clonación humana. Tras ofrecerse sin éxito para clonar al emperador de Japón y asegurarle la sucesión, el 21 de setiembre de 2000 volvió a convocar a la prensa en Montreal para informar que ya cuenta con los fondos, la tecnología y las madres voluntarias para realizar en octubre la implantación del primer embrión humano clonado. El nacimiento se anuncia para el 2002.
     Las fuentes científicas serias dudan que los raelianos tengan la capacidad tecnológica necesaria para cumplir con este anuncio. Quizás resulte tan dudoso como su promesa de que para el 2025 los extraterrestres que nos han creado se darán a conocer de manera oficial.
     Para el 2025 Raël será octogenario, y si los extraterrestres no llegan siempre le quedará la posibilidad de zafar, usando los mismos recursos a que apeló Heng-ming Chen hace tres años. El taiwanés había anunciado que Dios aparecería por la televisión de Texas el 25 de marzo de 1997 y que el mundo acabaría poco después. Al llegar la fecha fatídica, les explicó a los periodistas reunidos que el hecho ya había ocurrido, pero como lo esencial es invisible a los ojos, casi nadie había llegado a darse cuenta.
     El anuncio de la clonación también es perentorio, pero siempre está la posibilidad de postergarlo. En realidad, lo dramático es que los raelianos no son los únicos interesados con capacidad económica suficiente para hacerlo. Lo que no consiga el deseo de inmortalidad que explota Raël, puede lograrlo el espíritu de lucro. Mientras tanto, el debate ético que recién empieza amenaza con verse rebasado.
     Esta suerte de blitzkrieg de la investigación y el desarrollo nos ha llevado a una incómoda situación. Todas las preguntas del tipo "¿conviene desarrollar tal o cual tecnología?" han sido reemplazadas por una exclamación: "¡¿Cómo?! ¿Ya lo hicieron?"

Los raelianos
     Dentro del arcoiris de movimientos religioso-empresarios que han florecido en el marco de la New Age, los raelianos se destacan por una suerte de fundamentalismo seudocientífico que ha puesto a la clonación en el centro de su doctrina. En el frente de su templo canadiense, se levanta un enorme bolillero de colores que representa la doble hélice del ADN.
     Su fundador y Papa es el cantante francés Claude Vorilhon, también llamado Raël, Último profeta o Mensajero del Infinito. Pese a su proclamado ateísmo, él nos informa que "Räel" significa "luz de Dios." Además, el profeta fue concebido en la Navidad de 1945, como hijo de Yahvé y hermano de Jesucristo.
     Vorilhon-Raël se inició como periodista deportivo, corredor de auto y cantautor, con el seudónimo de Claude Celler. Aún sigue cantando, acompañándose con la guitarra y vendiendo inspiradas canciones con letras que seguramente habrán de provocar la envidia de Serrat, Sabina o Blades: "Huelen a miel y canela/ huelen a vainilla y amor/ huelen a miel y canela/ las chicas que siempre amaré"...
     En 1973, cuando tenía veintisiete años y sólo aspiraba a correr en Fórmula 1, Raël tuvo un "encuentro cercano" en Clermont-Ferrand. Al pie de un volcán, encaró al habitual ovni plateado del cual bajó un hombrecito verdoso de ojos almendrados que le reveló el Secreto Final de la vida en la Tierra.
     Dos años después los extraterrestres (ahora llamados elohim) accedieron a llevárselo en plato volador a conocer su lejano planeta. Allí le encomendaron difundir un mensaje de paz y predicar su regreso a Jerusalén en el año 2025, lo cual complicará todavía un poco más la situación del Medio Oriente.
     Raël también pudo hablar con otros fundadores de religiones como Buda, Jesús, Confucio y José Smith, que viven en el planeta de los elohim. En la lista, sorprenden tanto la presencia de un filósofo como Confucio como la de José Smith, el padre de los mormones, de quien Raël también está dispuesto a apoderarse.
     En los veinte años que siguieron a su revelación, sin dejar de cantar y de pasearse por las pistas de carreras con su Mazda Rx-7 Turbo, Raël se dedicó a organizar su religión. Escribió su propia Biblia, llamada El Verdadero rostro de Dios, que se vende on line. Según cifras oficiales, cuenta con más de 50.000 miembros en 84 países, con 25 obispos y 149 sacerdotes, y ha establecido su sede en Canadá. Su solidez financiera proviene de la "donación" del 10% de sus ganancias que aportan sus miembros, lo cual convierte al francés en algo así como la respuesta latina al desafío californiano.

Los Padres Clonadores
     Si los primeros "arrebatados" por ovnis, en los años 50, hacían espeluznantes profecías sobre la energía nuclear, Raël está obsesionado por la biotecnología y desde 1997 por la clonación.
     Raël nos revela que la palabra elohim, que al comienzo de la Biblia se usa para referirse a Dios, es un plural: nada nuevo para cualquiera que haya leído algo sobre el tema de los dos redactores del Génesis. Pero según el francés, el plural ha sido escamoteado por los malintencionados de siempre. Para él, "elohim" significa "aquellos que vinieron del cielo".
     De aquí arranca el "creacionismo científico y materialista" de Raël. Tanto la Biblia como Darwin están equivocados. Nunca existió un Dios creador, pero tampoco hubo procesos evolutivos. Toda la vida (incluyendo dinosaurios, priones, hombres, rotíferos y osos panda) ha sido creada en laboratorio por los extraterrestres hace apenas 25000 años, y difundida repentinamente gracias a la clonación.
     Sin embargo, aun suponiendo que los elohim se hubiesen tomado el trabajo de crear todas las especies, incluyendo las extinguidas, sólo para revelárselo a un corredor francés, el problema sigue abierto: ¿ Qué dios inteligente o qué evolución ciega ha creado a los elohim? ¿Por qué los animales y plantas son distintos, si todos han sido clonados de un mismo prototipo?
     Pero Raël no se limita a proponer nuevas lecturas de la Biblia. Entre las "pruebas científicas" que ofrece, la más "fuerte" es la existencia del gen p53. Si existe en las células un mecanismo como este, destinado a impedir las mutaciones, dicen los raelianos, su mera presencia prueba que la evolución es imposible. Para su desgracia, se ha descubierto que el propio p53, antes vinculado con el cáncer y ahora considerado anti-oncogénico, es capaz de mutar.
     Según Raël, todos los profetas, sabios y filósofos, han sido clonados por los elohim antes de ser retirados de la escena. Jesús resucitó como un clon de sí mismo y Raël también lo hará.
      "¿Quién quiere morir a los 35 años?" pregunta el cincuentón Raël en sus seminarios. Como no hay Dios ni alma, la clonación es el único camino para la inmortalidad. Gracias a ella, pronto podremos levantarnos de la muerte con un cuerpo nuevo, con la misma sensación de quien despierta de un sueño reparador.
     Claro está que aun hay algunos "pequeños" pasos por cumplir. En primer término, habrá que aprender a clonar personas adultas, y no embriones. Por si esto fuera poco, habrá que transferirles todos los recuerdos del donante; una idea que no es patrimonio exclusivo de personajes pintorescos como Raël. Pero aún estamos muy lejos de intentarlo siquiera.

Visite Ovnilandia
     Desde 1997, los raelianos tienen su Meca en Valcourt, a una hora de Montreal. Allí está el complejo Ufoland, definido como "centro de estudios del fenómeno extraterrestre", donde reciben miles de visitantes por año.
     Además de ser "el edificio más grande del mundo construido con fardos de pasto comprimido", entre sus atracciones cuenta con una réplica del plato volador que vio Raël (siete metros de diámetro, con escalerilla y extraterrestre de tamaño natural) y un colorido monumento al ADN de ocho metros de alto. El complejo recuerda las maquetas de Trumbull para el filme "2001, odisea del espacio" una estructura toroidal donde se insertan dos esferas, coronado por un cuenco donde está por posarse el ovni.
     Sobre el domo del frente se destaca el inquietante símbolo del raelismo: una estrella de David con una esvástica dextrógira en su interior. No se descarta que el profeta haya buscado la síntesis entre las raíces bíblicas y el símbolo solar pagano, pero como a los nacidos en el siglo XX (incluyendo a los judíos raelianos) la esvástica nos cae mal, el signo fue suavizado, curvando los brazos de la esvástica hasta convertirla en una suerte de hélice.
     Esto se complica con la circunstancia que hace de Raël un decidido partidario de la eugenesia. Más de una vez tuvo que salir a aclarar que su eugenesia se diferencia de la que auspiciaban los nazis, porque no aspira a mejorar una sola raza sino a perfeccionar la especie.

Meditación para swingers
     Según Raël, los problemas del mundo actual (suicidio, droga, delincuencia juvenil) se deben a una profunda carencia espiritual, que las grandes religiones históricas no pueden colmar y la acción de las organizaciones anti-sectas impide resolver. La solución está en su "religión atea" o en una suerte de "hágalo Ud. mismo."
     Partidario de la libre empresa, en julio del 2000 Raël instituyó un modesto premio de U$S 2000 para quien proponga una nueva religión o filosofía. Algo bastante extraño para quien se proclama mesías del milenio y cobra diez veces más por una clonación. Pero quizás su política sea similar a la que cultivan las multinacionales, cuando invierten en la compra de patentes para neutralizar la competencia.
     Para poder ser competitivo, Raël también tuvo que ofrecer su propia "meditación sensual", que incluye las habituales técnicas de relajación e hiperventilación. Como muchos otros, propone descubrir el cuerpo y aprender a gozar de los sentidos, pero promete desarrollar la sexualidad hasta alcanzar el "orgasmo cósmico, infinito, absoluto", que debe ser algo tremendo.
     Su religión no prescribe nada, salvo pagar el diezmo. Raël le pide a sus adeptos que sean inconformistas y "capaces de transformar cualquier cosa en diversión y placer". También predica el amor libre y sus seminarios han ganado fama de campamentos promiscuos, aderezados con el inusual porcentaje de strippers y bailarinas exóticas que se da entre las conversas. Su principal atractivo, según el periodista Taras Grescoe, está en que "libera de culpa a los hedonistas y ofrece un entorno estructurado para conductas decadentes." Pero el mismo Grescoe asegura que seis horas diarias escuchando a Raël son capaces de enfriar al más animoso.

Promociones
     La empresa raeliana Clonaidâ es una filial de Valiant Venture Ltd., con sede en Bahamas y con laboratorios "en algún lugar de América".
     Entre los servicios que ofrece están la clonación de sus familiares y seres queridos, "por la módica suma (sic) de U$S 200.000" y los servicios de Insuracloneâ , que permiten conservar muestras de tejido por sólo U$S 50.000, para casos de muerte súbita. El paquete se completa con los servicios de Clonapetâ , que permitirá clonar al gatito o aquel valioso caballo de carreras que nunca estuvo a su alcance. Aunque, para cubrirse de riesgos, la empresa todavía no garantiza tener éxito con los humanos.
     La oferta apunta a un target variado, que abarca esencialmente matrimonios estériles y parejas homosexuales, pero no aclara cuál de los dos miembros será clonado. "Imagine la alegría de una viuda de criar a un niño con un parecido perfecto a su esposo difunto" proclama la Dra. Boisselier, directora científica de Clonaid.
     Brigitte Boisselier dirige el proyecto desde que fue despedida de la empresa Air Liquide, al parecer por su postura a favor de la clonación humana, lo cual le da cierta aura de mártir de la ciencia. El Dr. Richard Seed, otro biólogo conocido como ferviente partidario de la clonación, también ha estado en contacto con los raelianos, que le han ofrecido apoyo económico para sus trabajos.

Mesianismo y seudociencia
     El próspero movimiento fundado por Raël es una de las tantas sectas que buscan la salvación en el contacto con los extraterrestres. A pesar de que algunas saltaron a la fama con los suicidios colectivos del Templo Solar y el Heaven’s Gate, no todas son apocalípticas. Entre los grupos más notorios se encuentran los seguidores de Bárbara Marciniak, que dice comunicarse con los habitantes de las Pléyades, o los lectores del Libro de Urantia, compilado con las revelaciones de Wilfred Kellogg.
     Estas religiones manufacturadas a medida de la demanda espiritual, con ingredientes seudocientíficos y esotéricos, merecen especial atención. Ante fenómenos como este, suele decirse que la ciencia ha reemplazado la religión, algo que quizás tuviera sentido en el siglo XIX. Pero si esto estuviera ocurriendo hoy, todos estaríamos discutiendo las ideas de gente como Dawkins, Gould, Hawking, Penrose o Polkinghorne, en lugar de ingerir estos dudosos productos de espiritualidad transgénica.
     De hecho, las sectas seudocientíficas son un reflejo del imaginario tecnológico. Hoy por hoy, la tecnología es el único dios sin ateos sobre la Tierra; los usuarios la temen y reverencian. Las sectas ofrecen respuestas "tangibles" a los grandes interrogantes que siempre nutrieron las religiones, apelando ahora a esos superhombres extraterrestres que la ciencia ficción ha dotado de poderes casi divinos. Son una forma de pensamiento concreto, adecuada para una época que no alienta precisamente la reflexión crítica.
     Lo más inquietante es que un galimatías como la mitología raeliana pueda resultar creíble para las personas de formación científica que intervienen en el proyecto de clonación. Aunque algunos científicos de formación tradicional creen aún que ningún investigador serio se prestará para estas aventuras por temor a ser excluido de la comunidad, es casi seguro que no faltarán los oportunistas en busca de financiación para sus quimeras. También los hubo en Alemania entre quienes cultivaron la "ciencia racial" de los nazis.
     Este mundo, donde una secta lunática y rica puede estar en condiciones de cambiar el curso de la evolución humana, es el nuestro. Algunos creen que circunstancias como esta son efectos no deseados de la privatización y de la ausencia de control social. Según Arthur Caplan, experto en bioética de la Universidad de Pennsylvania, estamos ante una nueva cultura del sector privado que no duda en intentar hacer todo aquello que puede ser rentable, desentendiéndose de cualquier cuestión ética.
     De hecho, la opinión generalizada es que si los raelianos no lo consiguen, otros lo harán en algún momento, y ante el hecho consumado nos veremos obligados a replantear la ética. Lo malo de los inventos, reflexionaba el filósofo Karl Jaspers pensando en la bomba atómica, es que no pueden ser "des-inventados".
     Tendremos que acostumbrarnos a convivir con los resultados de la irresponsabilidad, cuando aún no hemos acabado de estudiar los efectos de la clonación en los animales. De todos modos, tampoco hubo comités de ética que discutieran la conveniencia de las armas nucleares.
      No hay que olvidar que —como decía aquella zamba— "la verdad nunca es triste. Lo que no tiene, es remedio..."

     Originalmente en Página 12, 7 de abril de 2001
Axxón 110 - enero de 2002