Adiós para siempre, ciborg

Léster A. Alfonso Díaz

Cuando Roxana Michael Carvalho Cruz, la estelar corredora, se colocó en el bloque de arrancada no sabía que su final estaba cerca.

He perseguido durante años a Roxana por todo el mundo tratando de archivar conductas anómalas que me permitan sacarla de circulación. Sí, porque para eso estamos las fuerzas del Orden Mundial; entre otras cosas, para evitar que el mundo se nos inunde de ciborgs, o de humanoides, porque posiblemente Roxana Michael Carvalho Cruz no sea un ser humano.

Estoy en las fuerzas del Orden Mundial desde los inicios del siglo XXI cuando surgió la amenaza de los ciborgs. Primero los fabricaban para la promoción de las compañías y eran tan imperfectos que a simple vista uno podía notar que lo que tenía delante era una máquina. Después surgieron modelos más avanzados. Una mezcla de ser humano con maquinaria. El ciborg tiene incorporados diversos mecanismos de control que estimulan frecuencias cerebrales no presentes en ningún ser humano. Algunos son totalmente de carne y hueso, pero no son humanos. Existen cadenas moleculares en sus cerebros y músculos que se corresponden más con los parámetros de una maquinaria potente o una supercomputadora, que a un organismo vivo. Como agente del Orden Mundial yo estoy instruido al respecto.

La arrancada ha sido en falso y las corredoras vuelven a sus bloques. Esta es la final de los 100 metros planos del Tercer Premio Mundial del año 2015. Roxana se muestra al público que la aplaude eufórico, ella es muy popular, y no por gusto.

Nadie está seguro de que Roxana sea un ciborg, ni siquiera yo. Pero sus resultados a lo largo de cinco años de victorias ininterrumpidas en más de siete modalidades hacen sospechar que lo sea. En el año 2010 llevó el récord mundial de los 100 metros planos a 10.15, una marca con la que un montón de atletas hombres sólo pueden soñar. Un año después era ya de 10.10. Todo se parecía demasiado a un programa de computadora diseñado para bajar un récord con uniformidad, cinco centésimas cada año. Interrogué a varios especialistas y me dijeron que era posible que hiciera tiempos cercanos a los diez segundos, sobre todo con la aceptación de los estimulantes legales. En el ya lejano 1988 una mujer cronometró 10.49 segundos en los 100 metros planos, y no era un ciborg.

En el año 2013 el récord fue de 10.08, en lugar del esperado 10.05 Al romper la progresión Roxana se estaba como burlando.

Algún tiempo después, leyendo la historia de las Olimpíadas, descubrí que el campeón de los 800 metros en la Olimpiada de los Angeles fue un tal Joaquín Carvalho Cruz, un atleta brasileño. La coincidencia de apellidos me llamó la atención, aunque todo pudo haber sido pura coincidencia, y el apellido, y el implantar sus fantásticos récords casi en progresión...

Yo conozco la biografía de Roxana casi perfectamente. Nació en Brasil en 1990, fue adoptada a la edad de siete años por un matrimonio sin hijos, un médico y una enfermera. Comenzó a practicar el atletismo a los quince años, y a los veinte ya era una estrella de categoría mundial. Yo pienso que es una biografía falsa. Pero es difícil investigar más, porque las fuerzas del Orden Mundial lo prohiben, le prohiben a uno investigar a fondo si no hay pruebas concluyentes para los casos.

La ley fue aprobada después de varios escándalos a inicios del siglo XXI protagonizados por supuestos humanoides que no eran más que cyberpunks extralimitados, gentes que se implantaban uñas de metal y nervios de fibras ópticas en un intento por perfeccionarse y acercarse a su ideal de un ser humano perfecto.

Es imposible investigar a fondo o tratar de desconectar un ciborg si no hay pruebas concluyentes para ello. Y desconectarlos es fácil, basta con accionar el interruptor que tengo en mi bolsillo. Parece un Colt-38, pero no lo es, realmente es un emisor que inhabilita los mecanismos generadores de corrientes propios de los ciborgs. Virtualmente los desconecta. Dejan de ser conductoras las cadenas moleculares superconductoras y lo que hasta hace poco era un cerebro con reflejos hiperrápidos se convierte en una chatarra que envía menos de un impulso por segundo, con poca capacidad para procesar y almacenar información.

Las corredoras vuelven a los bloques de arrancada y saltan nerviosamente, Roxana también está "nerviosa", es una linda trigueña brasileña de casi seis pies de estatura. Es lo más "humano" que he visto en mucho tiempo. Pero pueden ser sólo apariencias, las personas que fabricaron a Roxana hicieron un magnífico trabajo. Es un modelo muy avanzado. Si Roxana está circulando hace cinco años, en la actualidad habrá prototipos ultramodernos saliendo de las fábricas en Norteamérica o en cualquier parte del mundo. Estos modelos ultramodernos pueden estar en cualquier parte, en estaciones orbitales, en astronaves de largo alcance, teniendo en sus manos la vida de centenares de hombres o controlando ejércitos y corporaciones gigantescas. Por eso seguimos de cerca cada posible ciborg incorporado ilegalmente al mundo de los humanos, y en caso de que aparezcan pruebas...

Ya sonó el disparo de arrancada y salen las corredoras.

Roxana salió primera desde el principio, es difícil competir con los reflejos de una computadora, la ventaja que lleva es gigantesca. El estadio grita como una sola persona cuando cruza la línea de meta, alza los brazos en señal de victoria y sonríe al público. Pero yo no tengo tiempo de mirar la sonrisa de Roxana. Ya estoy corriendo gradas abajo con mi Colt-38 en una mano y mi tarjeta de identificación en la otra. Roxana está perdida, perdida definitivamente.

La gente que aplaude me mira entre sorprendida y molesta.

Llego corriendo a las gradas inferiores y salto a la pista más rápida del mundo.

Mi heroína ve con asombro cómo me acerco apuntándole con mi Colt-38. Pero hay cosas que un ciborg no puede comprender, porque Roxana es un ciborg, y dentro de unos segundos estará desconectada, desconectada sin remedio.

Porque ha cometido un error, un error fatal.

Algo ha tenido que fallar en su cerebro programado. Probablemente envejecieron las cadenas de polímeros superconductores. Cuando estoy casi a punto de apretar el gatillo, Roxana se decide a mirar la pizarra electrónica. Creo que al fin comprende.

Ningún ser humano, por rápido que sea, puede correr los 100 metros planos en cinco segundos exactos...


© 1999 Léster Augusto Alfonso Díaz


Lester Augusto Alfonso Díaz vive en Marianao, Ciudad Habana, Cuba. Revive en esta historia una vieja preocupación de los autores de CF: seres creados tan semejantes a los humanos que luego son indistinguibles.