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19/Ene/04




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Libros recibidos: Luz

 

 

Título: Luz (Light)
Autor: M. John Harrison
Traducción: Rafael Marín
Bibliópolis Fantástica #8
256 páginas
17,95 euros






Realizar la reseña de una novela sobre la que se ha hablado tanto (y tan bien) es complicado. ¿Cómo no verse influenciado por las lecturas altamente positivas que despertó (sin contar que fue ganadora del premio James Tiptree Jr. y finalista del Arthur C. Clarke y el British Science Fiction 2003)? ¿Es posible contradecir a grandes autores como Neil Gaiman o China Miéville (y a los jurados de los citados premios, y a los no menos respetados críticos y lectores calificados) sin sentirse que uno está fuera de onda? El hecho es que una crítica no puede ser mejor ni más lúcida que el crítico que la escribió. Tal vez yo vea cosas que ellos no vieron, o tal vez sea exactamente al revés. Por lo pronto, la novela Luz de M. John Harrison despierta estos interrogantes y empuja a interesantes debates sobre la ciencia ficción que vendrá, que no es poca cosa.

El argumento se desarrolla en dos planos y pasa revista a la vida de tres personajes centrales. El primero de estos planos se desarrolla principalmente en el Londres de 1999. Michael Kearney (quien, junto con su colega Brian Tate, será recodado como el padre del viaje estelar) investiga extrañas manifestaciones físicas, en el marco de una búsqueda que promete llevarlos a la primera computadora cuántica. Pero Kearney no es un tipo normal: cree ser perseguido por una oscura criatura, el Shrander, que evidentemente no es humana. Esto lo lleva a actuar de manera cabulera y errática, e incluso a matar mujeres sistemáticamente para aplacar los ánimos de esa entidad.

Los otros dos tercios de la novela se desarrollan en el año 2400. Aquí, la civilización espacial gira en torno al Canal Kefahuchi: una extraña y gigantesca singularidad desnuda en cuya "playa" pueden encontrarse los restos de una antiquísima raza alienígena (un poco en el estilo del Picnic extraterrestre de los hermanos Strugatsky). Por otra parte, paralelamente, Ed Chianesse (surfista estelar retirado y adicto a la realidad virtual para más datos) sufre diversas desventuras en una localidad cercana llamada Nuevo Venuspuerto. Sólo en el final de la novela estos personajes terminarán cerrando la trama. El grado de clausura de ese "cierre" es discutible.

Lo primero que llama la atención en esta novela de Harrison es el estilo. De hecho, ya en los primeros párrafos nos damos cuenta de que, para bien o para mal, nos enfrentamos a un escritor que no elige los caminos preestablecidos. Y en este punto no hablo de la riqueza de las imágenes que utilizan como punto de partida la física cuántica (un ítem que merece párrafo aparte), sino del tratamiento de los personajes, los hechos que los rodean y los diálogos. Un párrafo basta para entender la clase de extrañeza que despierta:

La cogió por la mano y la hizo bajar corriendo las escaleras con él, y luego la metió en una habitación vacía que contenía dos o tres mesas de billar, donde la mató con la misma rapidez que a todas las demás. Ella lo miró, el asombro sustituyendo al interés en sus ojos antes de que se vidriaran. La conocía desde hacía tal vez cuatro meses. A principios de su relación, ella lo había descrito como un "monógamo en serie", y él esperaba que tal vez ahora pudiera ver la ironía del término, si no la aberración lingüística que representaba.

Casi todos los personajes de Harrison en esta novela son como niños asustados, caprichosos, irresponsables y, para colmo, agriados por el paso del tiempo. Esto, que debe haber sido una elección muy pensada del escritor, hace muy poco en favor del avance del argumento: parece errático, aunque sin dudas no lo es. Los diálogos siguen más o menos el mismo superfluo derrotero. ¿Será esto lo que fascina a Ian Banks cuando dice que "M. John Harrison es el único escritor del mundo que percibe con idéntica claridad la extrañeza intrínseca de la física cuántica y las agotadoras banalidades de la vida urbana contemporánea"? Quién sabe.

Sin embargo, Harrison mete todos estos componentes dentro de una sopa sabrosa y fascinante que incluye extrañas singularidades espaciales, vecindarios de escala planetaria, desplazamientos multidimensionales, memorables batallas espaciales, naves cyborg y entidades palpables de información pura. Utilizando imágenes evocadoras que encuentran su base en los principios de la física cuántica y en la informática más retorcida (y que extraen su fuerza de la extrañeza que nos provocan), Harrison nos sumerge en un entorno complejo en apariencia y provocador. No siempre resulta posible saber qué está pasando, pero lo que pasa es vertiginoso y atractivo. En esto recuerda numerosos pasajes de Neuromante, sólo que en este caso las imágenes no se limitan al ciberespacio, las corporaciones y los guiños a la novela negra, sino que se abren hacia un universo científico de avanzada, sobre el cual todos los días se descubren nuevas paradojas.

Y es aquí donde tengo la sensación de que Harrison es como un David Copperfield literario: sabemos que hay un truco cuando lo vemos volar, pero no podemos ver los hilos. ¿Cuánto de lo que nos cuenta es CF dura, científicamente soportada, y cuánto es pura cháchara cuántica-informática? Al menos a mí (que no tengo un doctorado en física) me resulta difícil saberlo, sino imposible. Lo importante es que funciona. Con maestría, y sin abandonar los cánones de los buenos space operas, Harrison nos lleva de la mano, nos suelta, nos confunde y luego nos recupera a lo largo de la lectura. Tal vez a esto se refieran algunos críticos que dicen que Harrison escribe para "lectores inteligentes". He conocido lectores inteligentes que no han podido terminarla y otros que deliran fascinados. Si la novela despierta esta clase de adhesiones y oposiciones, entonces es para tenerla en cuenta.

Dos detalles para el final. Se ha dicho que Harrison es un estupendo estilista. Esto se puede adivinar en la lectura, si bien la versión traducida al español por Rafael Marín es por momentos un poco dura. Otro punto a tener en cuenta es el cierre de la novela, que parece un poco caprichoso, aunque no contradice ninguno de los parámetros establecidos a lo largo del relato.

Con todo, la valoración general es positiva y es de agradecer que la gente de Bibliópolis Fantástica haya tenido el buen tino de editarla en español.

Alejandro Alonso para Noticias Axxón y Axxón.

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Luz

            

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