12/Nov/03
Ya es un clásico la escena de Belle de Jour en la cual un cliente le muestra a Catherine Deneuve el contenido de una cajita de madera. La cara asombrada de ella es todo lo que nos muestra Goddard... dando pie a todas las especulaciones que conociste desde aquella época hasta ahora.
Digámoslo desde un principio: cualquier película, adecuadamente forzada, es capaz de ofrecer material para la especulación, para la filosofada, para la interpretación esotérica. De la misma manera, los cabos sueltos quedan siempre en cualquier película, a veces a propósito, o a veces, por simples errores de continuidad. Lo que ocurre con Matrix es que tiene la mayor densidad de sentencias por unidad de diálogo. Por eso, especular, filosofar, interpretar... es casi inevitable. De Matrix Revoluciones hay varios niveles de lecturas posibles... especialmente ahora que la saga está completa (¿está completa?). Uno es el puramente cinematográfico, es decir, es una buena o mala película, un buen o mal guión. En ese caso, lo que podemos decir, es que esta tercera película se ha vuelto casi minimalista, en contraste con la ampulosidad de las imágenes. Todo está reducido a su mínima expresión. Si en las dos primeras había un balance (dinámico pero balance al fin) entre discurso y acción, acá el discurso lo componen apenas las frases mínimas requeridas para justificar la acción, más todas las frases y máximas que se descerrajan continuamente: nadie pregunta por el clima, todos declaman filosofía. La acción, en cambio está desarrollada al máximo. Ahora se acerca el desenlace: por un lado, Neo y Trinity tienen que llegar a la ciudad de las máquinas para lograr la paz, mientras Zion se debate entre la derrota y el rechazo de la invasión de las máquinas. Casi nada sucede en la Matrix, todo es el mundo real. Por eso Neo no vuela, es herido y lo enceguecen; es un simple mortal. Y Morpheus ya no es el heraldo del Mesías, es apenas un capitán de una nave, en conflicto con la superioridad.
Otro nivel tiene que ver con la iconografía elegida para plasmar la resolución visual de la película. Las dos batallas "finales" (Zion vs. Máquinas, Neo vs. Smith... no cuento ningún secreto si las menciono) son abiertamente animé... una, haciendo profusión de máquinas gigantes estilo Robotech o Transformers... la otra, con combates cuerpo a cuerpo voladores (El Tigre y el Dragón queda reducida a la categoría de poroto) e imágenes que, en algunos casos, parecen directamente sacadas de Evangelion y de Ghost in the Shell (más algún Robocop... aunque eso no sea animé).
Está, si se quiere, para completar, también lo anecdótico. La necesidad, por ejemplo, de justificar que Oráculo tenga otra cara y otro cuerpo (de Mary Alice) en la muerte de Gloria Foster (la original) antes del final de la filmación (también hubo otra muerte, la de Aaliyah, reemplazada en el papel de Zee por Nona Gaye, pero fue anterior). O la desaparición total del teléfono como vía de comunicación entre la Matrix y el mundo real. Volviendo a la temática del comienzo, Matrix, la saga, para bien o para mal, se deja reinterpretar de múltiples maneras. De hecho yo mismo jugué con dos interpretaciones alternativas: en una la metáfora de la biología, con glóbulos blancos, plaquetas, anticuerpos, cerebro e hígado. En la otra, la parte de la mitología griega referente a los trabajos de Hércules. ¿Saben qué? Da perfecto. La saga principal (el viaje del héroe, diría Campbell) se cierra en Revoluciones, pero quedan cientos de cabos sueltos. Cuál es la razón de dejarlos, si seguir con Matrix 4 o 5, si seguir explotando el universo Matrix, o simplemente porque sí... sólo los hermanos Wachovsky lo saben. Ricardo D. Goldberger para Axxón y Garrafex News. Más información:Fuimos a ver Matrix Recargado |