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21/ago/02
Existe la posibilidad de
utilizar las algas comunes que se hallan en ríos y lagunas para producir
energía no contaminante. ¿Un paso más hacia la economía
del hidrógeno?
Las algas: ¿plantas motrices del
futuro?
(Wired News) Es posible que los investigadores que buscan
actualmente fuentes de energía alternativas para disminuir el uso de
combustibles fósiles hayan encontrado una respuesta simple al gran problema.
Hace más de 60 años se descubrió que un alga verde microscópica cuyo
nombre científico es Chlamydomona reinhardtii y que todos conocemos como
el verdín de los estanques puede descomponer el agua en hidrógeno y oxígeno
en condiciones de laboratorio. Recientemente se logró aumentar de manera
importante el rendimiento de este proceso, a tal punto que una empresa de
Berkeley, California, entendió que era el momento de intentar comercializar el
hidrógeno producido mediante este método.
Los especialistas en temas de energía no se ponen de acuerdo sobre el momento
en que se producirá el agotamiento
de los combustibles fósiles, aunque todos coinciden en que no son eternos: por
ese motivo muchos de ellos auguran que dentro de algunas décadas se habrá
difundido en el mundo entero una casi ideal economía
del hidrógeno, en la cual la energía será abundante, barata y no
contaminante.
El hidrógeno de marras se genera por medio de celdas combustibles que generan
electricidad mediante un proceso que no emite los gases contaminantes que
producen el efecto invernadero. Desde luego, es posible extraer hidrógeno a
partir de combustibles fósiles, pero en la actualidad ese proceso es más caro
que utilizar directamente el petróleo o el gas natural, de modo que este
método de producción de hidrógeno constituye en realidad sólo una solución
transitoria. Por otra parte, es posible descomponer el agua por electrólisis
generando hidrógeno y oxígeno, proceso que a su vez exige la utilización de
electricidad generada a partir de combustibles fósiles o de fuentes renovables
de energía como el viento y el sol que, en este momento, son aún más caras.
La posibilidad de utilizar algas como si fueran plantas de energía
microscópicas fue idea de Hans Gaffron, investigador alemán que huyó del
partido nazi y comenzó a trabajar en la Universidad de Chicago en la década de
1930. En 1939, Gaffron observó que por razones desconocidas en ese momento
las algas dejaban de producir oxígeno y comenzaban a producir hidrógeno por un
período breve. A lo largo de 60 años, distintos investigadores intentaron sin
éxito controlar este mecanismo.
En 1999, se produjo un descubrimiento de mucha importancia: Tasios Melis, de la
Universidad de California, Berkeley, y un grupo de investigadores del National
Renewable Energy Lab (Laboratorio Nacional de Energía Renovable) descubrieron
que, privadas de azufre y oxígeno, las algas comenzaban a producir hidrógeno
durante períodos mucho más largos.
Melis realizaba investigaciones para el Departamento de Agricultura de Estados
Unidos con el fin de averiguar cómo superaban las plantas distintas condiciones
de estrés biológico como la falta de azufre, ingrediente imprescindible para
la formación de proteínas. Descubrió que para sobrevivir, las algas debían
reemplazar el azufre, y pudo activar y desactivar su mecanismo productor de
hidrógeno modificando sucesivamente el medio en el cual se encontraban.
En 2001, Melis creó una empresa que lleva el nombre de Melis Energy con el fin
de comercializar una técnica que aprovecha esta capacidad de las algas de
transformar en hidrógeno la energía que absorben del sol. En el otoño de
2001, la empresa construyó un biorreactor que contenía 500 litros de agua y
algas que podían producir un litro de hidrógeno por hora. El hidrógeno se
extraía mediante un sistema de sifón, que lo almacenaba en estado gaseoso.
En este momento, la empresa está perfeccionando aún el procedimiento y
buscando inversores que le permitan incrementar su volumen de producción. Melis
se negó a prever fecha alguna para ese ansiado momento en que su tecnología
podría utilizarse en la producción masiva. Dijo que hasta ahora el equipo de
Berkeley sólo ha podido aprovechar un 10 por ciento de la capacidad teórica de
producción de hidrógeno de las algas y que dentro de poco publicará un
adelanto de los resultados obtenidos para que puedan leerlo otros
investigadores.
Según Melis, el proceso podrá competir con la explotación de combustibles
fósiles cuando alcance un 50 por ciento de rendimiento. Como las algas
necesitan una luz solar muy intensa, agregó que el suroeste de Estados Unidos
era la región más conveniente para instalar las plantas.
La posibilidad de producir hidrógeno sin costo excesivo a partir de una fuente
renovable "aumentará la demanda de hidrógeno", comentó T. Nejat
Veziroglu, presidente de la International Association for Hydrogen Energy
(Asociación Internacional por el Hidrógeno como Fuente de Energía). Agregó
además que si Estados Unidos tuviera en este campo algo parecido al Proyecto
Manhattan, podría desarrollar la infraestructura necesaria en el curso de 20
años.
"Si invirtiéramos la mitad del dinero que gastamos en el tema del
terrorismo en producir hidrógeno, encontraríamos en poco tiempo una solución
permanente para el terrorismo", dijo Veziroglu, haciendo alusión el
vínculo que existe entre las acciones terroristas y algunos países productores
de petróleo.
Melis es sólo uno de los miles de investigadores que intentan alcanzar la
ansiada meta de la producción de energía a través del hidrógeno. También
existen proyectos similares en Inglaterra, Alemania, Rusia, Francia y Nueva
Zelanda.
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